La primera vez que lo vi, estaba al lado de mis abuelos. La distancia en blanco y negro se sintió extrañamente familiar. “Es el Varguitas”, me dijo mi abuela. “Ah, el amigo del Gabo”, le respondí satisfecho. Era la primera vez que veía esa fotografía, pero la sensación fue de conocerla entera. Había escuchado tantas veces su nombre que hasta sentí que yo también podía llamarlo Varguitas, incluso si sus escritos habían sido hasta entonces humo y espuma. Por Santiago Jordán Cardona

Debe estar conectado para enviar un comentario.