La cita fue muy temprano en el aeropuerto de la Ciudad de México. Cuando llegué al aeropuerto el maestro De Tavira ya estaba ahí. Un hombre que sabe conducirse en los aeropuertos. Sacó su pase de abordar, etiquetó su pequeña maleta, y nos fuimos a desayunar. Ligero de equipaje. Le decía a mi esposa, Elvira Richards, que no hacía ejercicio, que estaba delgado ya de estructura y por una fuerte operación a la que había sido sometido. Abordamos rumbo a Torreón. Por Raúl Adalid Sainz.

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