Adentrándose acertadísimamente a las entrañas del Cine Negro, Guillermo del Toro nos conduce por un espectáculo sobre el aprovechamiento de la vulnerabilidad ajena para satisfacer nuestra propia mezquindad en una película en la que sus monstruos son más humanos que nunca en “El Callejón de las Almas Perdidas”. Por Anahí Vargas Carbajal
