El escapulario (1968): una joya visual que confirma el genio de Gabriel Figueroa.

El ambiente, filmado casi por completo en Tepotzotlán; la atmósfera totalmente sumergida en el suspenso y enmarcada en la época de la Revolución —haciendo eco con la música de la época y el lenguaje coloquial que usan sus personajes—, me recordó a los Cuentos de la Revolución por el retrato del hombre rural, hosco, curtido a los rayos del sol y las carencias. Varias de las tomas reflejan fielmente la clásica imagen de la época de conmoción social.

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