Este mediometraje experimental, que logra mantener la esencia de su origen teatral, comienza mostrándonos el cuerpo desnudo de una mujer tirado en diversas locaciones. Cuerpo sin rostro que podría ser el tuyo, el mío, el de cualquiera de nosotras; entre campos abiertos, baldíos, basureros. Imágenes que podrían pasar por pinturas o ser fotografías de Figueroa, contraponiendo eficazmente la belleza de la forma con lo monstruoso del fondo a través de un blanco y negro que en esta puesta en cámara, y de la mano de varios recursos visuales, construye un ambiente tanto sórdido como real. Por Anahí Vargas Carbajal.

Debe estar conectado para enviar un comentario.