La creación, en Orlando, es como la encina árbol, dónde el alumbramiento llega finalmente tras la unión de los opuestos en un mismo ser. La escritura es como el acto sexual, en qué los principios contrarios se integran y alcanzan una voz. Orlando concluye su obra, la entrega al mundo al publicarla —alcanza la fama sin preocuparse por esta— y tiene después un hijo carnal. Orlando y la Encina son entonces la misma cosa: hombre-mujer, árbol, obra, vida, sí, porque la vida se escribe también a lo largo de la eternidad como un largo y perfecto poema. Por Barbarella D´Acevedo.
Una reflexión sobre los alcances del cine y la literatura.
A pesar de que el cine y la literatura nacen de estructuras literarias similares, es importante reconocerlas siempre como artes individuales y con alcances distintos no en cuestión de magnitud, sino de dirección. Por Ximena Álvarez Torres.

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