El último plano con el que William H. Macy decide cerrar su ópera prima Rudderless (2014) es de una aflicción intensa, punto final a una película que se convierte en un homenaje a la música y el dolor de los daños colaterales de ese núcleo social siempre tan inestable como lo es la familia. El encuadre final queda vacío por largos e incomodos segundos de silencio, con solo un micrófono como testigo de la desolación que la pérdida, la culpa y el perdón provocan en el ser humano.

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