Crónicas Neptunianas IV: Escher in the Palace

¡Que gusto me da empezar el año con la publicación de este artículo! Debo contarles que, después de un corto periodo de vacaciones, recuperarme de un par de gripas herencia del invierno europeo, y una visita maravillosa a Alemania, que quizás cuente en otra ocasión, he podido editar y compartirles la crónica de un museo que visité en diciembre del 2024, uno que, si soy sincera, tenía muchas ganas de visitar en el verano de este mismo año 24, al que no obstante, no tuve oportunidad de entrar. Visitaremos las profundidades de los mundos imposibles y matemáticos de M.C. Escher y la sensibilidad maravillosa del Art Noveau de Julie de Graag.

Tengo mucho sin tomar un tren, como siempre, hay algo de ello que me arrulla. Viajar es transportarse al futuro, a una dimensión donde nos exploramos en otros lugares. Parte de la tarea del que viaja , es reconocer en los lugares a los que va, fragmentos de su alma hasta entonces desconocidos. He de admitir que el día de mi visita, me siento bastante triste, un veintiseís de diciembre, en la lejanía de Países Bajos me he animado a hacer tamales con mi familia, un recuerdo de un México lejano que me llama a veces a gritos de vuelta, pero sé que ese llamado solo se atenderá en profundidad en quizás, unos cuantos años, por ahora, sigo removiendo las aguas de mi conciencia, buscando entre tantos parajes, nuevas formas de mí, versiones que solo surgen al viajar.

¿Para qué sirve el dolor? Me pongo a pensar (que propiedad tan asombrosa tienen los coches y los trenes para este fin) y descubro que la respuesta es en realidad bastante simple, la tristeza nos lleva a alcanzar nuevas respuestas, en aquella emoción del agua se tejen pensamientos complejos, la panácea de la melancolía que tanto gusto ha dado a la humanidad con sus frutos. Las raíces de esto, son amargas, sus frutos una delicia que consumimos con premura cuando disfrutamos de las delicias del conocimiento.

Pienso mucho sobre la condición de salud de Escher en su infancia, ¿Qué dolores le habrán aquejado a buscar nuevas ideas en su arte? , ¿Habrá sido la dificultad de encontrar su carrera lo que, con el tiempo, le llevó a explotar sus talentos de forma tan prolífica? Eso es un pensamiento luminoso, por esto, abro este día a nuevas posibilidades, me encuentro con un buen amigo para explorar la antigua ciudad de La Haya, centro administrativo de Países Bajos. 

Una ciudad pequeña, agradable, que había tenido oportunidad de visitar en un clima mucho más amigable, en el dulce verano, como tantas otras sorpresas de este país, me enfrento a mi primer invierno de verdad. Debo admitir que en Escher hay algo de conocido, como tantos otros fragmentos lejanos de la infancia, que a veces saben como un viejo caramelo cuyo sabor se ha olvidado, para degustar una sensación placentera y reconfortante, Escher formaba parte de la galería de arte en miniatura dentro de casa. Las teselas recubrían varias paredes y es así que, con gran gusto entro en el museo “Escher in the Palace” , donde se recopilan los mundos (posibles e imposibles) de tan preciado artista. 

Cabe decir que este museo me ha regalado múltiples revelaciones, la primera, me ha dado la continuación a los artículos “Las doce tareas del artista”, después de meses de búsqueda infructuosa (aunque debo admitir, no exhaustiva) he encontrado a mi artista geminiano, pronto habrá entonces una actualización en el tema. Escher, como tantos otros personajes que piensan de manera no lineal, no se encuentra satisfecho con los estudios convencionales. En su obra observamos un avance técnico impresionante, que refina su objeto de estudio desde lo natural hacia la exploración de figuras biológicas con la maravillosa influencia árabe. 

Escher, como todo buen geminiano , rescata la esencia de sus viajes, en una mirada fresca, sumamente inteligente y compleja, nos muestra diversos juegos mentales, coquetea con las matemáticas, la biología y une temas que parecían en cierta medida, separados. La esencia geminiana trae una genialidad fresca, un crisol en el que las temáticas más disidentes pueden convivir con gran tranquilidad. 

Al igual que gran parte de los artistas, no puede terminar de encontrarse en los estudios académicos, dentro del Palacio del Museo, en la antigua ciudad de la Haya, contrastando con una arquitectura remodelada, todo al estilo del siglo XVIII, se nos cuenta la historia de Escher, un artista holandés que empieza a profundizar con el diseño después de ser esto sugerido por su maestro, Samuel Jessurun de Mesquita, aún cuando originalmente, estudia arquitectura. Escher se posiciona entonces, como uno de esos genios incomprendidos en primer momento. 

De sus primeros dibujos y grabados xilográficos, observamos una gran inspiración en el mundo natural, se empieza a dilucidar el gusto por la geometría orgánica y la gran perspectiva con la que contaba. No puedo evitar impresionarme por el nivel de profundidad con el que cuentan sus primeros dibujos de los viajes  a Italia, especialmente considerando que se vale en gran parte de su obra, sólo del blanco y el negro.

Una sorpresa en sumo agradable (sorpresa que expreso también en la crónica de El museo de Van Gogh ) , ha sido encontrar una comparativa de la obra de Escher con la obra de Julie de Graag, una mujer cuya sensibilidad y obra asemejan a la del mismo Escher, siendo anterior a éste. Debo repetir lo agradable que es encontrar el surgimiento de artistas mujeres, rompiendo una brecha absurda que sigue disolviendose aún hoy en día. 

De los dibujos de curiosa perspectiva y grabados naturales, retratos y exploraciones de distintas temáticas, pasamos a las famosas teselas escherianas. Aquí debo hacer una pausa para dar una reflexión. Encontramos dentro del segundo piso, la exploración del tema de la muerte, tanto retratado por Escher como por Julie de Graag, “Memento mori” , recuerda que morirás, aquella vieja frase que los romanos se repetían como forma de plantarse en el presente y la futilidad de la vida. Escher y Julie de Graag compartieron infancias aquejadas por el dolor y la enfermedad. Es este primer contacto con el dolor lo que suele inspirar al artista a explorar las profundidades, así, se convierte en una suerte de Psicopompo, de viajero de los dos mundos. Debo agregar la desgracia de Julie de Graag suicidándose, y no teniendo el mismo alcance que Escher, dejándonos una obra similar y cuya sensibilidad perdura. El amor hacia lo natural y la exploración de principios filosóficos se asienta maravillosamente en esta exposición comparativa, esta es una invitación a explorar tan valioso, aunque no tan conocido trabajo. 

Un último comentario sobre Julie de Graag y su legado. El art noveau que retrata, bajo la observación también de figuras orgánicas, despierta un interés profundo y más de corte esotérico y filosófico, dentro de las maravillas que resguarda este querido museo, he comprado una postal de un grabado suyo, Dos búhos, aquella figura consagrada a la gran tejedora, Atenea, una que ahora me acompaña en mi habitación, recordandome estos seres, en su mirada penetrante, la importancia de aprender a ver. En la memoria de la mujer artista, guardo este cachito de su vida con mucho cariño.

Una curiosidad sobre el palacio, se encuentra decorado de forma singular, diversas formas geométricas se posan sobre los techos, dando luces en sumo curiosas. En las escaleras, se divisa el Autorretrato de Escher, figura sumamente enigmática y autorreferente. En una segunda parte de la exposición, se empiezan a explorar los conceptos matemáticos, teselicos y cristalográficos. Es curioso pensar en el carácter de Escher como uno ligero, geminiano, dado al juego y al constante aprendizaje, pareciera ser una mente alejada de las ciencias, demasiado “en el otro lado», el de la materialidad densa, como para hablarnos de las cosas concretas. Con esta nueva parte de su obra, nos sorprende y refuta aquella idea de la ciencia como una disciplina inaccesible para los soñadores. En sus teselas, observamos retratados los principios de la dualidad, la belleza del mundo islámico, que por sí mismo prohíbe retratar humanos y animales, es tomado por Escher quien explorará estas temáticas, potencializando las maravillas estéticas del valioso arte islámico. Sus visitas a la Mesquita de Córdoba e Italia, fueron nutriendo sus diarios e inspiraciones estéticas. 

La teselación introduce a Escher al concepto del infinito y la eternidad, pues los mosaicos pueden cubrir una superficie indefinida, sin sobreponerse y sin dejar vacío, comienzan a ser parte importante de sus exploraciones. 

Es la apertura y flexibilidad de Escher, así como sus viajes, los que abren un mundo muy amplio y empieza a crear una suerte de fantasías maravillosas, como todo artista, observamos que es influido por su medio ambiente, las diversas mudanzas que tiene darán un tono diferente a cada una de sus obras, me llamó en especial la atención la obra Still life with Mirror (1934) donde juega hábilmente con el cerebro del espectador, de manera magistral.

Escher mismo mencionaría que sus obras son un juego, uno muy serio, es así que nos encontramos con ejemplos maravillosos ,tales como Waterfall (1971) o Relativity (1953) , donde se juega con la perspectiva de la mente. Escher se me figura a aquél tipo de genio que, por mero instinto cerebral, deshilacha los hilos conductores de las cosas, arma un rompecabezas que ante la mirada de otros, pareciera algo que requiera un estudio perpetuo, Escher se mueve con una gran naturalidad sobre principios matemáticos, creando nuevos mundos y perspectivas. 

Escher parece querer desentrañar el velo de toda ciencia. Hay una particularidad en aquella disciplina, si en el esoterismo, se busca revelar el velo de lo material, buscando las causas subyacentes a la materia, la ciencia desvela primero aquellas causas materiales y el velo cae por sí solo, dejando a la sabiduría como una doncella desnuda ante los ojos humanos, los llamados iniciados, en cambio, a fuerza de un esfuerzo intelectual, en cierta medida intuyen la imagen de aquella Sofía revelada,  cuyo velo se desvanece en suave lentitud. Escher combina un tanto de ambas formas de acercarse a la realidad última de las cosas, la sabiduría, esto lo vemos reflejado en su famosa Metamorfosis, un viaje hacia los misterios de la transformación, donde se rasgan conceptos de metafísica, biología y geometría. 

En el último piso, nos encontramos con una serie de objetos tridimensionales, donde uno puede interactuar con la realidad Escheriana. Es curioso que Escher mismo se definiera como un artista inclasificable, es precisamente, esta característica camaleónica, flexible, bien representada por lo mercurial, lo que hace de su arte algo único e invaluable. Un arte racional y fascinante, hipnotizante y fuera de las estéticas comunes. Días posteriores, he comentado esto con un buen amigo (artista también) y ha definido sus obras como una estética indefinible, fuera de lo común, un ejercicio que roza entre lo racional y la belleza de los principios divinos.

Considero que una de las funciones del arte es no solo reflejar la realidad, sino devolver un nuevo reflejo que la transforme, es así que cada vez que consumimos arte entramos en un proceso alquímico, dos componentes se encuentran para formar un nuevo balance, un nuevo rebis alquímico. Con Escher no hay desperdicio alguno, la observación de lo natural escala hacia la contemplación filosófica de principios biológicos , geométricos y cristalográficos. 

Algo más ha pasado, al comprar un par de postales (vaya, que no dejo de ser en un sentido, una turista) , he quedado hipnotizada por la maravilla de los mundos imposibles Escherianos, y he olvidado el celular en el museo. Suerte alguna que han sido amables para guardarlo. 

En siguientes crónicas, exploraremos otros lugares de Ámsterdam, he de confesar que este tipo de artículos han abierto un nuevo interés en mi, cosa que he visto reflejada en quienes con mucho cariño me leen. El 2025 promete ser un año lleno de crónicas Neptunianas, la escritura de los artículos, es mi barco para explorar el mar de museos que hay en el mundo, y en otro nivel, los sueños del subconsciente humano.


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