El nuevo fenómeno de Netflix que se ha convertido en tendencia, desde su estreno el pasado 13 de marzo. La miniserie: Adolescencia, un demoledor drama familiar donde unos padres observan con horror cómo se hace realidad una de sus peores pesadillas; una mañana como cualquier otra, un operativo policial irrumpe en su casa para arrestar a su hijo Jamie Miller (interpretado magistralmente por el joven debutante Owen Cooper) de 13 años de edad, acusándolo del asesinato de Katie (Emilia Holliday) una compañera de su clase.
Miniserie compuesta por cuatro capítulos, cada uno grabado en un solo plano secuencia (es decir, la cámara empieza a grabar y no para hasta que termina el episodio). Rodada con precisión y crudeza, la elección de esta técnica no es estilística, es una herramienta para sumergirnos a nivel emocional.
La dirección de esta miniserie está a cargo de Philip Barantini, quien demuestra aquí su gran dominio técnico. Hace algunos años ya lo había hecho con el drama culinario Boiling Point (2019) donde empleó el mismo recurso.

Realiza un gran trabajo en ese primer episodio haciéndonos empatizar completamente con la postura de los padres (que no logran comprender nada de lo que ocurre). Sin embargo, pronto todo se desmorona tras una impactante y demoledora grabación de video donde experimentamos el mismo shock emocional vivido por el padre Eddie (interpretado por Stephen Graham, quien además es coautor del guión).
Con un guión brillante demostrando que no hacen falta efectos especiales, giros forzados ni escenas espectaculares cuando el terror está en el acto cometido y todo lo que desencadena. El guión de Stephen Graham y Jack Thorne es demoledor y brutal, es más que un simple thriller dramático sobre la adolescencia y la falta de comunicación entre padres e hijos, es un reflejo incómodo de nuestra cultura y sociedad fallida. Al final no hay respuestas fáciles, sólo la certeza de que esta advertencia no se puede ignorar.
Adolescencia es una miniserie intensa y conmovedora, que se aleja de los convencionalismos del thriller criminal, para centrarse en las repercusiones emocionales de un acto violento en una familia aparentemente normal. El argumento es devastador, te golpea emocionalmente. Cuando te muestra toda esa violencia, ira, crueldad y dolor en muchachitos de esa edad es como una bofetada, te duele el hijo y te duele el padre que todos tenemos dentro.

Esta miniserie se adentra en la compleja y oscura psicología adolescente de hoy en día. Las nuevas tecnologías, el impacto y la importancia que tienen las redes sociales en su vida
Los tres episodios siguientes están centrados en tratar de resolver las preguntas de los policías y en tratar de obtener una explicación convincente de por qué un joven de esa edad cometió un crimen tan atroz y violento.
El segundo episodio se ubica en el instituto y dónde descubrimos una verdadera jungla en la que impera la ley del más fuerte y nada es lo que parece. Los profesores se han dado por vencidos en la tarea de tratar de comunicarse con unos alumnos que cada día están más inmersos en el mundo digital y que parecen llevar una doble vida. Una junto a sus familias y otra en las redes sociales donde incluso el emoji más insignificante y absurdo puede ser un arma con la que puedes herir a los demás. El bullying puede tener consecuencias extremas. Sin embargo, la historia no se centra en ello.
El tercer episodio se centra en la psique del protagonista. En este episodio encontramos algunas de las mejores escenas de la serie cuando Jamie se enfrenta a un interrogatorio con la psicóloga Briony que consigue sacar a la luz rasgos de su personalidad que habían pasado desapercibidos hasta entonces. Gracias a su interrogatorio descubrimos una personalidad manipuladora, insegura y agresiva que Jamie había ocultado a las personas de su entorno con gran astucia. Además, podemos apreciar un frágil ego masculino donde el rechazo, los estereotipos y los roles de género han jugado un papel importante en su desarrollo.

En el cuarto episodio podemos ver la vida familiar de Jamie, meses después del terrible suceso. Sus padres y su hermana sufren el rechazo de la comunidad y deben lidiar con el estigma de ser la familia de un asesino, Una herida difícil de sanar con el paso del tiempo y que sigue sangrando ante el más mínimo roce. El pueblo los culpa a ellos del crimen de Jamie y sufren continuos ataques que los hacen cuestionarse si le dieron una crianza adecuada. Este episodio es especialmente demoledor e impactante y nos muestra cómo a veces un psicópata puede surgir de una familia aparentemente normal y trabajadora, sin tener un pasado triste y doloroso o haber recibido maltrato en el núcleo familiar. Porque por más que los padres, Eddie y Manda se pregunten si lo podrían haber hecho mejor y busquen determinados momentos donde el destino de su hijo se torció transformándolo en un criminal. Los diez últimos minutos de diálogo y de reflexiones, entre ellos son sencillamente sobrecogedores, unas reflexiones a corazón abierto, de almas rotas y, rostros desencajados por el dolor. Con unas interpretaciones solo a la altura de los grandes, Stephen Graham y Christine Tremarco, ofrecen un gran final.
«Pensamos que estaba seguro en su cuarto, que estaba bien».
Es precisamente en este momento de vulnerabilidad cuando suena la canción Through the Eyes of a Child, de la cantante noruega Aurora, cuya letra menciona: «preferiría ver este mundo a través de los ojos de un niño, (también habla de la pérdida del alma infantil)».
La melodía suena justo al final del todo, cuando Eddie consigue entrar a la habitación de su hijo y llora desconsolado, arropando a un osito de peluche como si fuera Jamie.
Adolescencia no busca justificar, pero tampoco satanizar. No te da una respuesta clara sobre si la maldad nace o se hace, pero te obliga a enfrentarte a ella de una manera muy cruda.

El verdadero horror aquí no es la violencia explícita, sino la incapacidad de entender cómo un niño puede cruzar la línea entre la humanidad y la maldad.
Adolescencia no es solo una serie, es una advertencia, una invitación a reflexionar y nos obliga a cuestionarnos: ¿Qué estamos haciendo (o dejando de hacer) con nuestros hijos? ¿Quién los educa realmente: la escuela, la familia, el internet?
¿Cómo sigues adelante cuando descubres que la persona que más amas es capaz de algo tan atroz?
¿Cómo puede una madre seguir mirando a su hijo a los ojos sabiendo lo que ha hecho? ¿Cómo se enfrenta un padre al dilema de seguir protegiéndolo o aceptar que debe ser castigado?
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