Crónicas Plutonianas III: Metepec, Toluca y el cosmovitral

Escrito por Aura Metzeri Altamirano Solar

¡Bienvenid@s a una nueva edición de las Crónicas Plutonianas! La crónica de hoy es cortesía de la hospitalidad de una gran amiga, Gerladine Villamil, quien me llevó dos días por estos sitios que, aunque cercanos a la Ciudad de México, desconocía casi por completo.

El ser humano tiene una relación indiscutible con la estética, sin aquél carácter venusiano, impulso de lo bello, la vida se puede tornar muy amarga, estructura funcional sin alma, mecánica y aburrida. Tanto en Metepec como en Toluca encontré mucha belleza, también mucho sincretismo e integración. Los árboles de la vida que ya viera en el Museo de Arte Popular se encuentran aquí, siendo piezas protagonistas. Debo hacer un señalamiento, esta belleza se pierde en ocasiones entre la narrativa moderna, que busca lo plano, lo «Limpio y minimal», los arquetipos que vi en Metepec exploran en cambio el maximalismo, el detalle extremo, hablaremos sobre el arquetipo de el árbol de la vida y las sirenas.

Empecemos por el árbol: Un axis mundi que despliega una estructura que separa verticalmente dos polaridades, lo celestial contra lo subterráneo. Metepec recrea esta tradición y explora sus detalles de manera impresionante, observamos la vida que se despliega en intrincadas ramas que guardan el secreto de la observación natural, que es también la observación de lo divino.

Animales, humanos, reino vegetal, mineral, angelical y también el demoniaco conviven en los árboles. Una especie de libro de la vida que guarda en ramas la belleza, lo que se desea conservar en la memoria colectiva, antes de cumplir su paso hacia la muerte.

La vida misma toma tanta atención al detalle como las manos que crean estos árboles, a los que yo ya no calificaría como sólo de artesanos, pues la función de sus creaciones sobrepasa ya la cotidiana, se vuelve tarea sublime y de los artistas. El barro se trabaja desde las profundidades del corazón y responde a una realidad estética que raya en lo sublime, volviendose objeto artístico y sagrado. Es aún herencia del colonialismo pensar en estos trabajos como solo artesanía, cuando ya son realidad divina, sublimada y hierofanizada, se ha dado el paso hacia fijar lo volátil.

Por otro lado, la gastronomía (como en cualquier parte de México), es absolutamente celestial e indescriptible. No hay palabras que puedan hacerle justicia, pero tampoco podría pasarlo por alto.

Metepec en su herencia, nos ofrece otra simbología exquisita, «La Tlachana» , un dual espíritu, una suerte de ondina, aunque de manera más precisa, una sirena de belleza notable. La leyenda dice, que por el color de su cola se predicen pescas abundantes o la muerte. También se enamoraba de vez en vez, cuando esto sucedía, cambiaba su cola de pescado, con su cinturón de acociles y ajolotes por piernas humanas y comenzaba una labor seductora. Eso sí, ahogaba a todo aquél que tuviera la mala suerte de rechazarla. Encarna entonces, como muchas otras figuras de la naturaleza y como todo buen elemental, una cara dual, lo sublime y seductor va de la mano con el horror, el control y la muerte.

La Tlachana

Metepec es una tierra deliciosa, húmeda y colorida, imperdible entre tantas joyas que México guarda en sus profundidades.

Luego Toluca, ciudad aledaña, me ha regalado un par de experiencias que guardo con mucho cariño. Primero he de citar a un artista que luego recordaré en mi visita al Museo de Arte Moderno, Leopoldo Flores, quien construye el Cosmovitral que ahora describiré.

Como he dicho antes, México es demasiado. Y es así que tenía que poseer el vitral más grande del mundo. La historia del vitral por sí mismo, respresenta un proceso alquímico, es decir de transmutación. El edificio, al estilo Art Noveau, recupera formas orgánicas y es en sus inicios un mercado, se construye en la segunda década del siglo XX. De éste, se conserva la estructura metálica del techo, en 1975 se construye la narrativa que raya a lo legendario y épico y que habla de la realidad última, la relación que el ser humano tiene con el Universo que habita, el choque que implica la unión de las polaridades.

El sitio es un auténtico templo, si lo consideramos bajo la concepción de la filosofía hermética. La arquitectura cobra un sentido estético que es capaz de albergar entidades angelicales, principios que contienen por si mismo la fórmula de regreso hacia la unidad y las tres grandes virtudes: Amor, verdad y belleza. Este espacio transformado aloja una criatura solar, el águila, hay luego otra, de carácter lunar: El búho. En la narrativa se muestran estos personajes en una lucha que implica lo cotidiano y humano.

Una cosa me ha quedado clara, el universo funciona no a pesar de la oscuridad, sino gracias a la dinámica que forma el choque, la resistencia genera entretejidos, interacción. Vida que se alimenta de la muerte, y muerte que se alimenta de la vida, es en la reciprocidad que surge la trascendencia.

El vitral más grande del mundo alberga otro detalle hermético: Ilustra, como tantos complejos arqueológicos, el principio hermético del Ritmo. Entre tantas viñetas de una narración plasmada en la maravilla del vidrio colorido, hay dos que sirven como una especie de telón, representan lo uno y lo múltiple. De un lado, el «Ántropos» o figura del ser humano individual, se ilumina por el sol recién nacido en el signo de Aries, con el equinoccio de primavera. El otro telón, «La nebulosa de Andrómeda» dibuja una pareja cósmica y sagrada, retratando el lado libriano, que se ilumina durante el equinoccio de otoño. Esto nos indica la vinculación como un principio generativo, mecanismo de la preservación de la vida como remedio hacia lo inevitable, la muerte que produce el otoño.

El vitral no es lo único que se extiende en este espacio artístico, hay un jardín botánico que separa diversos ambientes y ejemplares, esto hace del sitio, uno que necesita diversas visitas para encontrar más de sus intrincados detalles. Abracé uno de los árboles del sitio, pues necesitaba reafirmar mi conexión con una vieja figura, un familiar vegetal. Otra cosa me conmovió, la conexión que tiene este sitio con la cultura japonesa. Además de la colaboración de dos japoneses para el diseño del jardín, encontramos una «Linterna de la amistad», una donación de la prefectura de Saitama, quien reconoce a Toluca como una ciudad hermana. Este sitio específico, me sirvió para recalcar mi especial cariño a Geraldine, quien además de abrirme las puertas de su casa, me abrió las puertas de este umbral simbólico y bendito, por lo que esta crónica queda dedicada a ella.

Relataré una cosa más antes de sintetizar. En mi paso por el mercadillo, Geraldine y yo hemos disfrutado de diversos dulces típicos mexicanos, cosa que tenía muy olvidada por no consumir en mi cotidianeidad mucha azúcar, pero esta vez, con el clima húmedo y una invitación abierta, no he podido rechazar el dulce de leche, las cocadas y demás manjares, algo olvidado en las memorias de infancia. Toluca la bella tiene mucho que ofrecer en sus paseos, en mi caso representó la reconexión con lo sagrado y memorias antiguas.

Hay un hilo conductor que me ha parecido precioso e indispensable de mencionar, es el eje astrológico de lo pisciano en contraposición a lo virgiano. Los árboles, son signo de lo terrestre, de lo cotidiano y la sanidad, mientras que el antiguo mercado «16 de septiembre» era también símbolo de los frutos de la tierra que se comparten con fines de salud, abundancia y recreación cíclica de los cultivos, todo esto virtud de lo virgiano. Luego, la otra dimensión o polaridad, la sirena ha sido siempre símbolo de lo fantástico, conexión de lo terrenal (el torso de mujer) con una realidad acuosa que es titánica (la cola de pescado), dicha interacción une lo mundano con lo sagrado, permitiendo a esta figura navegar planos espirituales y oníricos. Se encuentra la esencia de lo sublime, que es madre de los horrores y milagros. El Cosmovitral con su narración hecha a través de la luz y el color, nos recuerda la unión con el todo, volviendo a lo sagrado y etérico.

¡Nos vemos en una siguiente (y última, al menos por el momento) crónica Plutoniana! Seguiremos hablando de las crónicas Neptunianas en Ámsterdam.


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