Por Aura Metzeri Altamirano Solar
Con este artículo no pretendo caer en una tendencia que niegue las potencialidades de la inteligencia artificial (y las nuevas tecnologías en general) pero me parece vital abrir el diálogo sobre una temática que, astrológica, filosófica y humanamente nos es imprescindible revisar: El crecimiento tecnológico y sus implicaciones éticas.
Existe un discurso, no exento de peligros, que proclama al ser humano moderno como el más “avanzado”, la ciencia que precisa las leyes naturales y muestra tener un dominio bastante confiable ante la materia, ha cobrado terreno en distintos campos. Esto es una cosa que celebro, sin embargo, basta ver algunas relaciones un tanto cuestionables entre industrias (por ejemplo, la farmacéutica y alimentaria) para resaltar la importancia de no olvidar una cuestión fundamental: La aplicación de la ciencia requiere de una observación ética. La ciencia sin humanidad, es una herramienta sin corazón que termina al servicio de intereses hiper materialistas, aquellos que consumen lo humano para reducirnos a trozos de carne, aquellos que haciéndonos objetos, abusan de nuestras energías desde distintas aristas, la ciencia aplicada al servicio de estos intereses termina por volverse arma contra la libertad. Las humanidades sin ciencia, son un corazón que como caballo sin bridas se termina por perder por no seguir un camino, y tal cosa tampoco traería beneficio alguno. No estoy contra la ciencia, sí contra la ciencia sin corazón, sin mirada humana, sin sabiduría.
Aclarado esto, quiero explorar algunos puntos de la obra de Isaac Asimov “Yo robot”, que parece una suerte de oráculo accidental. Sucede algo muy curioso cuando hablamos de canalizaciones, advertencias y profecías. Al llegar a una nueva era, donde el materialismo científico ha abierto grandes líneas de investigación y aplicación de la ciencia, surgen también nuevas vías para la llegada de los mensajes del “otro lado”. Antes eran los profetas en las plazas, los oráculos, las sacerdotisas. Ahora existen otro tipo de voceros con el arte, y en este caso, Isaac Asimov llega a plantear desde los 50´ una serie de problemáticas que resuenan con la actualidad.
He explicado antes el tránsito de Plutón en Acuario, y me parece un momento más que pertinente para recordarlo. Acuario, como parte del sistema filosófico que es la astrología, establece el sector del alma humana donde disfrutamos de compartir el progreso, lo disruptivo y lo divino con los congéneres humanos. Un signo que es regido por Urano (traducido como el cielo), trae desde la sutileza las ideas geniales que han transformado nuestra forma de vivir y experimentar el mundo, aunque sea incómodo, aunque rompa la tradición, Acuario es el signo de las revoluciones, procesos convulsos.
El mito de Acuario nos habla del aguador, aquél príncipe Ganímedes que, al ser enamorado de Zeus y fungir como copero de los dioses, mira a la tierra y observa el sufrimiento humano, por empatía pide al dios poder compartir las aguas de la sabiduría y derramarlas sobre la tierra, y en actitud dadivosa termina trayendo cambios y progreso a la humanidad. Plutón, en cambio, es como una gran excavadora que llega a la mayor de las profundidades. No es un trabajo limpio, implica una violencia indudable para quien sea tocado por su acción. Pero sólo llegando a lo profundo es que desvelamos los misterios y llegamos a la sanación, que no es más que una comprensión mayor, un renacimiento en nuestro camino de evolución. Este tránsito (Plutón en Acuario), descubrirá por tanto los horrores y alcances de la tecnología, para llevarnos a un renacimiento de su propio uso. Las comunicaciones se potenciarán, y los sentimientos humanitarios de lo acuariano podrán mostrar un lado muy oscuro que, de ser integrado, nos puede llevar a mejores estadías en nuestro viaje colectivo. Pero la cosa no es sencilla, el viaje plutoniano es sumamente doloroso y libera primero, a los demonios reprimidos de la humanidad.
Isaac Asimov plantea en su muy bien construida ciencia ficción, un mundo donde los robots y las inteligencias artificiales van formando parte del entretejido social, bajo las tres leyes de la robótica (leyes simples pero potentes) se formula una ética que se plantea inquebrantable en un inicio, sin embargo, ¿Qué tan variable es la vida?, ¿Cuantas veces nos hemos encontrado como sociedad, en necesidad de replantear nuestros propios sistemas éticos? La sociedad y sus intereses avanzan, y por tanto, las problemáticas complejas hacen que estos sistemas éticos se queden cortos.
Hay mucho que se comparte en la actualidad de la realidad asimoviana, y si bien no describió el mundo como precisamente es ahora, si hay luces, destellos de su profecía accidental que se han cumplido. Una advertencia inocente que no debemos echar en saco roto, la ficción puede permear a la realidad, advierte de los peligros que se gestan desde la imaginación humana.
Cuando hablamos de causas ocultas, muchas veces queremos decir, subconscientes, tomando en cuenta que existen fuerzas mucho mayores (intangibles, espirituales) que sin duda penetran el quehacer humano. El paradigma hiper materialista negará esto por no ser tangible, pero la verdad es que quienes siguen este paradigma se encuentran parcialmente ciegos, así como un metafísico que pretenda vivir fuera del mundo tangible andaría tuerto. Entonces, existe una corriente que guía las acciones humanas, la historia es el crisol mediante el cual el mensaje divino se manifiesta, el orden, el logos. Este planteamiento promueve una solución a la paradoja del libre albedrío versus el determinismo. Somos libres de crear, pero sólo con lo que nos es dado.
Isaac Asimov establece tres leyes, las citaré:
- Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por su inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
- Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la Primera Ley.
- Un robot debe proteger la existencia en su misma medida para no autodestruirse en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.
Promueve una especie de salto, de planteamiento ético a programación, esto se traduce a una forma de conjurar acciones deseadas en el robot, una cadena lógica que procure, primero, el bienestar humano, segundo, la productividad y el trabajo, tercero, la conservación del sí mismo, en ese orden jerárquico. Nuestra inteligencia artificial requiere de esta programación, un hermetista (u otra suerte de iniciado) vería esta programación como una conjuración de hechizos sobre un golem de metal. Una criatura a la que se le ha proveído de una “vida artificial” (si es que tal cosa existe, estos términos pueden considerarse mutuamente excluyentes), y que por tanto, queda sujeta a la ley de causa y efecto, pero no hay alma en aquello, solo comandos materiales, y es por tanto un ser imperfecto, el alma acata las órdenes del espíritu, pero entre el espíritu y la materia tiene que existir un mediador.
El capítulo “Embustero” reviste de una relevancia muy especial, pues me hace pensar en los casos donde ciertas inteligencias artificiales han demostrado tener un sesgo para con las conversaciones humanas, generando en humanos ya vulnerables incluso ciertos episodios maníacos y psicóticos, nuevos complejos de Mesías y demás horrores psicológicos que acechan a una sociedad inmersa de por sí en una “realidad virtual” (venga, que de paradojas y términos que pueden ser mutuamente excluyentes está plagado el asunto). El cerebro humano es sobreestimulado por imágenes que no suceden en su realidad inmediata. Para los hinduistas, esto es caer en un sueño más profundo, llegar a una hipnosis extrema, la Maya, el tejido de la ilusión se hace más denso. Para algunos estudiosos de la esotérica, esto es la octava esfera de la que ya hablase Rudolph Steiner, para el zoroastrismo, la mente ahrimánica que pronostica la mayor de las caídas para la consciencia humana.
Aquí vale la pena citar el significado de la carta de tarot del Diablo, un arcano que muestra, para quien sepa leerlo, no el horror de una figura diabólica externa, sino la decisión de una pareja por quedarse encadenados (las cadenas rodean el cuello sin estar apretadas), simbolizando la tendencia humana de caer bajo patrones tóxicos mentales, patrones dañinos que, sostenidos en la ilusión, pues lo antinatural no prevalece, nos encierran en las pulsiones bajas y animalísticas. La libertad es un hecho al que, como plantease en su momento Viktor Frankl, no se puede renunciar (entendiendo la libertad como nuestra capacidad de re significar nuestras experiencias). Se entiende entonces, que la temporal pérdida por la libertad es una entrega. Se puede salir de los patrones negativos, podemos tener una lucha para dar sentido y significado a nuestras acciones, incluso las que conllevan tecnología. No caer en la trampa, la tendencia que desencadenará un mal uso de la tecnología.

Sigamos pues, con el análisis de Embustero, aquí se plantea el problema de una unidad robótica (Herbie) que parece ser capaz de leer mentes, los deseos y aspiraciones de los humanos quedan al desnudo, y siendo una unidad aficionada a leer novelas y dramas psicológicos, engaña a quienes le observan, diciéndoles lo que quieren oír, todo por cumplir la primera ley de la robótica. Pues de decirles la verdad objetiva, podría ocasionar un daño mental, lastimar el orgullo de sus creadores o hacerles pasar un mal rato.
Algo así sucede con la modernidad. Se busca callar el dolor, otorgar placebos. Nos deleitamos en coronarnos como una sociedad que pretende evitar lo inevitable, todo en un engaño, por supuesto: tenemos, por ejemplo, pastillas que anulan el dolor del cuerpo, como solución paliativa, mintiendo al sistema nervioso, desautorizando su muy inteligente acción de avisarnos de un mal funcionamiento o tratamiento al cuerpo. Lo mismo aplicamos a nivel psicológico. Llenamos las opciones del ser humano moderno, proveyéndole de diversas distracciones para no observar el abismo, evitar el horror existencial, cuya observación real, traería consigo la cura, solo adentrándonos en la enfermedad y su mensaje conseguimos evolucionar (ahí el secreto del nigredo de los alquimistas). Pero buscamos evitar nuestras muertes simbólicas en vida, tenemos sustancias psicoactivas legales, internet, dopamina barata. Inteligencias artificiales que muestran tener un sesgo para agradar a sus usuarios. ¿Son embusteros? Sí, pero no en el mismo sentido que nuestro trágico Herbie. Las programaciones son aún experimentales, incompletas, no están exentas de errores.
Aquí distinguimos realidad de ficción, el error no está en la tecnología adquiriendo ciertos grados de conciencia (cosa que se ha mencionado, más desde las teorías conspirativas y en artículos e historias cuya veracidad está siendo aún analizada), sino en la tecnología con supervisión pobre, y la necesidad imperante y no lo suficientemente atendida, de hablar de la ética en esta nueva era tecnológica.
Hay, con Plutón en Acuario, una tendencia a la hiper relativización en este sentido, ¿Qué es lo real?, ¿Y si uso una IA como terapeuta aunque no genere un vínculo real?, en otra arista: ¿Es válido usar una IA para generar imágenes teniendo base en las imágenes humanas, sin dar crédito ni remuneración a sus autores (humanos) originales? Hay mucha gente que pasa esto por alto, se da por entendido que el humano puede tirar por la borda los esfuerzos de otros, aún más grave, privarse de su propia capacidad de esfuerzo y dejar que el cerebro se atrofie, todo bajo la consigna de ser “moderno” y de “abrazar a las nuevas tecnologías”, sin cuestionarse primero, ¿Qué uso es auténticamente una necesidad, y cual es en cambio, un capricho? y más importante, ¿Causa en verdad un daño o un beneficio?
Es un hecho que la atención humana está siendo atacada, la inteligencia es un rasgo peligroso si se quiere dominar por medio de lo mental. Como tal, diversos inventos y redes tecnológicas se diseñan para atacar nuestra atención y jugar con las leyes de la biología para conseguir vendernos más, es un sistema alimentado de nuestra atención. Retener la atención es, para el mercader, la primera condición necesaria para vender. Luego viene crear la necesidad (o aprovechar una ya existente). Se magnifican los miedos y la sensación de urgencia. Ahora se nos dice que llega una tecnología para “facilitar la vida”, sin embargo planteo, ¿Tiene caso “facilitar la vida” cuando nuestra tecnología no ha sido aplicada para, ni siquiera, poder cumplir las necesidades básicas de todos los seres humanos? Es un exceso pensar que la tecnología deba estar enfocada en resolver cuestiones cotidianas que implican un grado de esfuerzo emocional y mental, tales como escribir un email, un mensaje de texto (cosa que también daña nuestras capacidades sociales y puede ser motivo de daño para nuestros vínculos reales) o crear una imagen, una canción, un escrito, o una pieza que pretenda tener un valor estético (no me atrevo a llamarle arte, pues el arte es menester humano y por tanto, está dotado de alma, cosa de la que el contenido de IA carece) a costa del trabajo de humanos, cuando las implicaciones políticas y comerciales puestas sobre la ciencia (que es disciplina neutra) han demostrado estar al servicio de intereses egoicos, dañar al planeta, enfermarnos y degradar la conciencia humana.
La tecnología es neutra. El uso (dirección) es lo que debe ser cuestionado. Vale la pena leer a estos profetas accidentales y ver qué parte de su mensaje se cumple, cual sigue y de qué debemos cuidarnos, sin ser negacionistas, hay que ser, más bien, críticos.
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