Por Roberto Vudoyra.
El tiempo y los lectores recuerdan más a Crimen y Castigo. Supongo que es por la manera de Dostoyevski para estructurar esa historia, y poner a Raskólnikov en un constante estado de terror pues no sabía si iba a ser descubierto. El castigo resulta ser una herramienta interesante para la construcción de inquietud sobre el personaje y extenderlo al lector. Pero, por alguna razón, cuando comencé a interesarme por literatura universal y clásica: mi interés se fue por completo hacia Los Demonios, publicado originalmente en 1872.
Es más, me lo llegaron a advertir: “Es más lento, es más aburrido, es más tedioso, no se entiende…” Pero soy terco, así que hice mi esfuerzo para conseguir el gran tomo y comenzar a leerlo.
Fallé. No comprendía nada. No entendía por qué debía interesarme en Stepán, y mucho menos entendía cómo sería su relación con Varvara Petrovna. Llegué a la página cien y lo cerré, mientras me lamentaba pues pensé que definitivamente no era mi libro. Esto fue hace tres años, aún lo recuerdo bien.
A mediados del año pasado me detonó una crisis de identidad terrible que me cargó, me dio vueltas, golpes en la cabeza y me confundió bastante. Una crisis de la que aún ando haciendo mi pelea por levantarme. Y no sé cómo, o por qué; en aquellos días de aburrimiento y hastío y cansancio sobre la vida: decidí a volver a abrir ese libro.
En un inicio fue esa incomprensión inicial lo que me inspiró a intentarlo, el decir: ¿Cómo era entonces, aquel personaje?, ¿Por qué había ocurrido eso?… Así que me decidí a volver a abrir el libro. Y sumado a eso, también me tomé el tiempo de investigar un poco más a fondo el contexto de la época.
Por eso, Los Demonios, puede llegar a ser incomprendido ante ojos contemporáneos. Pues Dostoyevski lo ocupa para reflexionar y criticar varios aspectos de la época que estaba transitando Rusia: Los académicos e intelectuales, las ideas externas y ajenas que intentan transformar a la sociedad, la violencia o el ateísmo. Todo esto viene envuelto en un drama que se desarrolla y echa raíces entre variados personajes, que se mantienen conectados por diferentes razones concretas.
Pero, en resumen, el punto central es el siguiente: Piotr Stepanóvich (hijo de Stephan) tiene una célula revolucionaria de cinco personas; una de varias que existen. Su plan es: sumir a la sociedad en caos y destrucción (sin Estado, sin religión, sin moral), para que cuando llegue cierto punto donde estén en búsqueda y necesidad de un líder: él pueda presentarles a Nikolai (Hijo de Varvara) como el hombre necesario. La nueva autoridad fuerte, el hombre redentor. A parte de esto, uno de los personajes que forma parte de la célula revolucionaria (Shátov) decide salirse pues no está conforme con las ideas que propagan.

Piotr tiene esta característica caótica y delirante. Suele ser bastante impulsivo. Entonces le causa ruido la deserción de Shátov pues comienza a tener la seguridad de que él los va a traicionar y su gran plan caerá junto con ellos por andar de revoltosos.
ESTE LIBRO ES UN DRAMÓN. Aún tiene más que desenvolver, ahora nada más estoy escribiendo y resumiendo el punto gravitacional de este; hay muchas otras situaciones entre los personajes, cada uno con su personalidad variada y en una representación de una característica o emocionalidad humana que toma acción positiva o negativa en la historia.
Bien, las ideas del libro me salvaron por el punto siguiente.
Está el personaje del ingeniero Kirilov. Él no forma parte de la célula revolucionara per se, pero sí está al tanto de su ambición destructiva. Él les deja en claro, que está en toda la disposición de suicidarse y que, si el grupo quiere utilizar eso a su favor, él está dispuesto a tomar cualquier culpa de algo que no haya hecho. Bastante intenso. Entonces hay una escena, donde Nikolai va a tener una conversación con él. Dos almas en pena. Nikolai le pregunta, ¿Por qué está dispuesto a suicidarse? y esto los lleva a reflexionar sobre Dios y sobre la vida, sobre lo que es humano. Aquí se llega a una conclusión:
“La vida es dolor, la vida es terror y el hombre es desdichado. Ahora todo es dolor y terror. Ahora el hombre ama la vida porque ama el dolor y el terror, y ahí está todo el engaño. Ahora el hombre no es todavía lo que será. Habrá un hombre nuevo, feliz y orgulloso. A ese hombre le dará lo mismo vivir que no vivir, ése será el hombre nuevo. El que conquiste el dolor y el terror será por ello mismo Dios.”
Y yo, leyendo estas palabras en medio de una crisis de identidad terrible. Donde noche tras noche me hacía el mismo cuestionamiento sobre la vida; hacia dónde va, cuál es su finalidad, ¿Quién soy yo? Y pensé que, si es muy seguro que no sepa quién soy yo, sí sabré que es lo que quiero ser: un hombre nuevo. Y para eso, tengo que sobreponerme a este dolor y a este terror.
Eventualmente, continué leyendo y terminé este libro; siempre se me quedó pegada esta escena y este diálogo. Es una gran obra. No quiero insistir en la mención de su profundidad temática ni por su caos dramático. Si no porque, parece vivo. Días después de terminar el libro me encontraba en una librería, hojeando títulos que me interesaban y me encontré con la adaptación de Camus de este trabajo, al teatro. Y al hojearlo, al releer los nombres, al sobrepasar ciertas situaciones, de alguna manera me sentí en casa. Como algo que ya reconocía, un camino ya transitado que sigue presente. Todos esos personajes tienen algo interesante por decir, o por hacer.
Y sentí que, escribir todas estas reflexiones y pensamientos también me haría un bien.
Todo esto regresó a mi hace unas noches, mientras buscaba una frase específica que no pude encontrar. Me la pasé horas releyendo ciertos pasajes, me encontré con el punto central del libro y volví a pensarlo: “Esto es producto de una mente maestra”. Una mente maestra que, de alguna manera, se sigue sintiendo viva. Pues a doscientos años de su publicación, aún hay temas que nos siguen aquejando como sociedad y como individuos. Temas que vienen incluidos en sus trabajos, y nos habla. Estira el brazo, presenta la mano. E invita a repensar aspectos de nuestra vida; de nuestra sociedad.
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