Valeria Sandi dice: “cada palabra presiente / que retornamos / a sus hojas / solo / para contemplar la herida”. Y yo le creo.
Porque leer Contemplar la herida es aceptar el riesgo de mirar de frente lo que sangra. Es un libro que no intenta suturar el daño sino sostenerlo entre palabras, acercarlo con la delicadeza de alguien que sabe que el dolor no hay que gritarlo, pero tampoco hay que dejar de nombrarlo.
Lo que la autora construye en este libro es una poética de la vulnerabilidad. Y eso no es poca cosa. Porque en un tiempo que celebra la respuesta rápida, la coraza y el olvido, ella se sienta al borde de un abismo, lo mira, lo escucha y lo escribe. Esa es su valentía.
A mí me conmueve especialmente, quizá porque descubro cierta complicidad, el poema Despedida en francés, donde la extranjería, el deseo, la lengua y el exilio íntimo se superponen sin forzarse. Ahí donde dice: “Como en la casita del verbo être / esa irregularidad del ser o estar / nos permite también / conjugar el partir”, la gramática se vuelve una herida y se vuelve verdad.
Desde una mirada crítica, este libro se sostiene sobre una arquitectura de lo íntimo y lo perdido. No hay una historia lineal, pero sí una constelación de espacios/escenas casi cinematográficas de ciudades, habitaciones de hotel, estaciones, cuerpos y memorias que dibujan un mapa afectivo muy rico. Las imágenes del agua (la marea, el río, el navío), del fuego (la herida, el sol, las cenizas) y del tiempo (el reloj, las hojas, la espera) aparecen una y otra vez, como elementos que no buscan simbolizar nada, sino encarnar lo que se ha vivido.
La “herida”, en este contexto, no es solo una marca del dolor. Es también una forma de recordar, es una estrategia de permanencia. Contemplar esa herida es una forma de resistir a la eliminación, de afirmar que lo que nos dolió también nos formó, que lo que se fue sigue, de alguna manera, ardiendo en la lengua.
Este es un libro breve, pero no es ligero. Tiene alta densidad afectiva en su economía de palabras. Los poemas están trabajados con sobriedad y precisión, sin adornos innecesarios. El silencio no aparece solo como una pausa o como un vacío, sino como un espacio en donde la palabra se amplifica, se hace eco. Hay poemas que dicen lo justo, y dejan lo demás latiendo entre líneas: “Hoy te dejo / mi espera / en una vela / con su deseo carcomido”.
También hay un modo muy particular de abordar la memoria: no como archivo ni como línea recta, sino como un juego de chispazos, de intermitencias…de ecos. La infancia, la madre, los muertos, el país, el amor, aparecen como presencias quebradas que no se pueden reponer, pero sí se pueden nombrar con ternura.
¿Este libro le pertenece solo a Valeria Sandi? Yo creo que no. Porque quien lee también contempla su herida. Porque al decir: “somos una herida que conoce su silencio”, la autora nos nombra a todos. Y lo hace sin juzgar, con esa calma cortante que tienen algunas verdades.

Tengo el gusto de conocer a Valeria Sandi y aunque no hablamos mucho de este libro mientras lo escribía (ella es bastante silenciosa en su proceso creativo), no hizo falta; porque al leerlo, siento que me lo ha dicho todo. Su defensa del amor, incluso en medio de la calamidad, es una de las cosas que más admiro en ella. Es su superpoder. Y este libro es una defensa del amor – y acá voy a parafrasear a bell hooks – es una defensa del amor, no como redención, sino como lo que queda cuando todo se cae. El amor es lo que queda cuando todo lo demás se cae.
Si tuviera que decir en una sola frase lo que pienso luego de leer su libro, sería: Te creo. Te creo cada palabra. Contemplar la herida es un libro honesto, y por eso es valioso. Porque no nos promete alivio ni consuelo, pero sí nos ofrece compañía. Nos recuerda que escribir y leer son formas de no irse del todo.
El libro ha sido editado por El GolemEditores en México, y acaba de editarse por Fruit Salad Shaker en Costa Rica.

VALERIA SANDI (Santa Cruz, Bolivia, 1991). Escritora, gestora cultural y abogada. Publicó los poemarios Ambidiestros (en coautoría), La luna lleva sal, Rincón de lluvia, Raíz de Ceniza, Antología poética Lluvia de Sal, Sombra en la palabra, Contemplar la Herida. Ha participado en festivales y encuentros en Argentina, Chile, Colombia, Perú, Ecuador, Cuba, Uruguay, México, Costa Rica, Portugal y España. Dirige el colectivo literario Trueque Poético, el Festival Internacional de Poesía Joven Jauría de Palabras, el Encuentro Alto Poesía en el marco de la Feria Internacional del libro de El Alto. Ha recibido la distinción por su aporte y dedicación constante a la cultura del país por el Ministerio de Culturas y Turismo de Bolivia 2019.
Descubre más desde Kinema Books
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Debe estar conectado para enviar un comentario.