Como antecedente personal, el cine y televisión oriental han tenido una fuerte repercusión en mis gustos. Mucho de ello se reduce a lo visto en mis años mozos, como por ejemplo las producciones japonesas, lo poco que conocía del cine nipón era Gojira y ya en mis veintes el cine de Kurosawa y posteriormente su producción de cine de terror. En cuanto a la televisión solo había visto Señorita Cometa, Los Agentes Fantasma y Ultraman. Un tanto después, llegarían los animes cuyas historias hicieron que mi gusto se ampliara, volviéndome fan de Dragon Ball, Saint Seiya, Mazinger Z y más recientemente Attack on Titan. De China, mis gustos se reducían al cine de artes marciales. Jackie Chan, Bruce Lee y otros era lo que disfrutaba y conocía. Hoy día y gracias a las plataformas digitales, he podido disfrutar de producciones tailandesas, Taiwanesas, Indias, pakistaníes. De Corea únicamente había visto Estación Zombie (Train to Busan) y la galardonada Parásitos (Parasite), lo demás que percibía en el radar eran los K-dramas y el K-pop.
Desde que se estrenó y ya emitida su temporada final, me resistía a verla. En algún momento lo intenté, mire el primer capítulo, la historia por alguna u otra razón no me atrapo por lo que desistí de hacerlo. Una tarde y bajo la insistencia de mi novia, reinicie la serie EL JUEGO DEL CALAMAR, esta serie producida por la división coreana de Netflix, creada, escrita y dirigida por Hwang Dong-Hyuk y que en tres temporadas cuenta con un total de 22 episodios con un promedio de una hora de duración.
Y la premisa es lo que me interesa analizar. La historia inicia contándonos la desdicha de Seong Gi-hun o mejor conocido como “Jugador 456” interpretado por Lee Jung-jae, un hombre quien después de unos años dedicados a trabajar en una empresa, se enfrenta al despido lo que le provoca que su vida personal se desestabilice a tal grado de divorciarse, así mismo, su desesperación por no tener dinero para evitar que su expareja se lleve a Estados Unidos a su pequeña hija lo orilla a involucrarse en apuestas de caballos y por supuesto en deudas gigantescas con prestamistas mafiosos que lo presionaban de manera continua con el pago de su deuda.
En un momento dado y en una solitaria estación de tren, Seong se encuentra con “El reclutador” (interpretado por Gong Yoo) quien le ofrece jugar “DDAKJI”, juego tradicional coreano que trata de usar dos cuadrados hechos de papel y donde los jugadores ganan si logran voltear uno de ellos lanzando el otro sobre el (algo parecido al juego de los “tazos” en México). En este primer “juego”, el premio era que por cada vez que el extraño lograra voltear el DDJAKJI ganaría 100,000 wones y cuando no, se le daría una senda cachetada. Cuando el jugador decide terminar el juego, el “reclutador” le ofrece unirse a un grupo de personas para participar por un premio mayor.
Así pues, se abre la puerta a un mundo distinto, 456 personas todas ellas con un común denominador: la desesperación que les causa el tener deudas abrumadoras, falta de empleo y de oportunidades, quienes deciden enfrentar estos juegos con tal de obtener un millonario premio que los libraría de esa pesadilla que viven actualmente y les permitiría vivir con dignidad. Desde luego quienes vivimos en Latinoamérica, nunca llegamos a imaginar que esto ocurre en una de las economías mejor posicionadas en el mundo. La historia nos muestra como una Elite misteriosa disfruta de como los jugadores deben tomar decisiones que los mantengan vivos, fuera de toda ética y moralidad, dejando entrever que el ser humano siempre buscara por todos los medios la supervivencia individual. Cada uno de los juegos que aparentemente son de niños, están diseñado para experimentar con todas las formas posibles de sobrevivencia en lo individual y lo colectivo, así como de exponer la ambición y empatía de cada uno de los participantes.

Y aunque su creador Dong-Hyuk ha negado que esto tenga algún trasfondo político social, se puede determinar que esta serie nos trae un profundo análisis psicológico y filosófico. Psicológicamente hablando, podemos encontrar en ella sesgos cognitivos, situaciones que en el extremo hacen que las personas tomen decisiones que comúnmente no harían, así como el instinto de supervivencia que puede anular cualquier posibilidad de cooperación, haciendo a un lado la moralidad del individuo. Con todo ello, y de cierta forma, se banaliza y desensibiliza al espectador acerca de la violencia extrema justificando cada decisión tomada por los participantes.
Sociológicamente hablando se plantea y analizan cosas como que el Poder ejerce control a través de la manipulación y explotación de los más vulnerables, aquellos que son el resultado sociedad capitalista que genera grandes desigualdades, y que al momento de la búsqueda de la riqueza puede llevar a la competencia y a la traición, donde los personajes tienen que plantearse dilemas morales complejos y preguntarse que tipo de sacrificio están dispuestos a realizar en nombre de la supervivencia.
Aunque se ha negado de manera sistemática por su creador, la escena final en donde la actriz Cate Blanchet, retoma el carácter del “Reclutador” en los Estados Unidos, es probable que haya un spin off de un juego en este continente.
La serie ha obtenido en su primera temporada el 90% de aceptación en distintos sitios de crítica, así como una opinión mixta para la segunda y tercera temporada. Ha Obtenido 12 premios Incluidos Mejor Serie dramática y Mejor Actor Protagonista en los Golden Globes, People’s Choice Awards, Screen Actors Films Awards, y los Premios Emmy (Entre 2021 y 2022).
Si no la has visto, te recomiendo lo hagas, pero no en maratón, permítete digerir cierta capacidad de capítulos, para que puedas recuperar un poco el aliento y que reflexiones acerca de lo visto sin estar bajo la influencia de la adrenalina. Ya están todas las temporadas en NETFLIX.
Descubre más desde Kinema Books
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Debe estar conectado para enviar un comentario.