Ha pasado un tiempo desde la última crónica Neptuniana, a reserva de escribir un cierre (mi tiempo en Ámsterdam se ha pausado), quisiera describir mi regreso a una tierra que siempre me ha recibido con mucho cariño: España, para cuyas crónicas me referiré como “Crónicas jupiterianas en España”, entendiendo que hay una función mental de suma importancia: La proyección, comenzar a imaginar un límite que se rompe. Esto define el impulso de Júpiter, la jovialidad que renueva las estructuras mentales por medio de la expansión. Se diferencia de lo saturnino o melancólico, ya que aquí hablamos de un parteaguas, un impulso que engulle y engloba por sí mismo al impulso hedonista, el placer que, en medida correcta, puede ser causa de virtud en lo humano.
Una cosa quiero aclarar antes de comenzar con la crónica, y es que la palabra hedonista, más allá de su significación negativa (personas casadas con el vicio) contiene en sus orígenes epicúreos un balance adecuado, que nos indica la capacidad para experimentar las cosas con ojos primerizos, adecuados entonces, a la curiosidad perpetua y al descubrimiento de nuevos horizontes. Lo hedonista puede simplificar y flexibilizar el pensamiento, como impulso bien balanceado, implica una capacidad positiva de ceder y expandir las ideas, es por ello que se asocia a los viajes y a los estudios escogidos de manera conciente.
Considero a España una segunda patria, esto me fue demostrado tras el primer día de quedarme en aquella tierra, mis huesos parecían ya conocer la Gran Canaria. A doscientos pasos de mi habitación de alquiler estaba el mar, y al meterme para bañarme por primera vez, su canto de sal me hizo saber que estaría bien, y que experiencias pasadas en el extranjero se debían a no estar en el sitio adecuado, este sitio sería mi segunda patria.
España me recibió con su amor e intensidad, recordandome también las raíces de mi abuelo, la memoria genética no perdona. Una cosa me queda muy clara de España y es su autenticidad y la diferencia abismal que existe entre un sitio y otro.

Tuve una serie de experiencias, lastimosamente breves con Madrid, suele ser el punto medio entre Canarias y México, por lo que un par de horas de escala, me dieron la oportunidad de conocer de forma muy vaga algunas de sus calles por la noche, por suerte, he podido revisitarla y quedarme un poco más, una semana. De todo lo visto, recorrí dos museos monumentales, que requieren mucho más que una visita para comprenderlos en profundidad, sin embargo, como una primera impresión han plantado muchas ideas en mí que llevarán varios meses para desenvolverse por completo.
Primeramente, del “Museo del Prado” me llevo muchas escenas mitológicas, con la reflexión de la falta de arte feminino en dicho museo, a causa de la invisibilización del mismo y el deseo por volver a recorrer sus pasillos y salas laberínticas. Otra cosa me ha sorprendido, desde hace años soñaba con ver las pinturas tripticas y sus esencias envolventes, tuve la suerte de presenciar una pintura que ya fuera (como el museo mismo) inspiración para uno de los cuentos de mi libro, Relatos de la Era del Ermitaño, esta es, “El jardín de las delicias”. El Bosco con su pintura sumamente simbólica y en cierto grado bizarra, escenifica un lenguaje que habla directamente al subconsciente.
Un pintor que conocía solo de nombre se ha coronado como el creador de mis piezas favoritas, Rubens, con una colección que retrata escenas mitológicas, tal como el “Rapto de Ganímedes” o “Danza de personajes mitológicos y aldeanos”, recuerda un lenguaje que entra de manera directa, uno que habla a las vísceras, nuestra memoria más antigua.
Una regla del museo me ha parecido un completo atino: No se permiten las fotos, (por lo que habrá pocas fotos para está crónica) con razón de evitar las aglomeraciones, y los museos, al ser espacios icónicos, se han vuelto parte del consumismo voraz, no faltó el encuentro con diversos personajes con el único objetivo de solo mostrar haber estado ahí y tratar aquellos espacios como escenografías fotográficas, rebajando su principal propósito: Ser un espacio para la inspiración. Pero el estar en este museo y posteriormente, el Reina Sofía, me hace notar cierto grado de incongruencia, pues el arte como producto (y muchas veces actividad de los más privilegiados), no es una realidad que podamos negar. Es bueno, por lo menos, que se tome una medida contra la superficialidad moderna, en contraste con las muchas personas que he visto, en los últimos meses, posar de manera exacerbada y acaparar un espacio para dar imagen de las obras que no aprecian por su valor propio, sino por el tráfico en las propias redes del que pueden ser causa.
El Reina Sofía me sorprende con una colección mucho más contemporánea, y en un último esfuerzo, pues ver museos por horas cansa por el impacto, me encontré con una exposición de un pintor hasta ahora desconocido para mí: Nestor Martín Fernandez, un canario que, con intereses ocultistas, retrata su visión desde una sensibilidad especial, explorando conceptos como el Rebis Alquímico, las tareas Hercúleas, las estaciones en su serie “Poema de la tierra” y gracias a quien él denominase «su primer maestro», exploramos los misterios marítimos en la serie «Poema del mar».

Como siempre, el contraste entre lo clásico y lo moderno completan la imagen de manera maravillosa, y no solo eso, hay también una visión evolutiva, un hilo que nos lleva desde las escenas mitológicas de Rubens en el prado, hasta las escenas de Néstor. Debo admitir mi alegría al ya no observar una cantidad excesiva de retratos burgueses y escenas católicas, considerándolas reinterpretaciones de herramientas para el control, que si bien, llenas de gran interés, recuerdan también una realidad oscura hacia la que ya he apuntado antes: El arte como producto y el arte como indicador de los medios de control y desigualdad social.
Me encuentro en este museo, por lo más moderno, a otro descubrimiento, Ángeles Santos, con su obra más conocida “Un mundo”. Primero debo decir que si algo agradezco a las vanguardias, aún con sus desatinos y un claro espíritu que apenas y le abre una ranura a las pintoras (ranura que les fue más que suficiente para plantarse un lugar importante), es la posibilidad de ver un arte que sale de la mímesis y deja el espíritu artístico libre. Así surge esta obra que, siendo la artista muy joven y fuera del canon actual, llega proponiendo una pieza de mucho interés, muy acorde y ligeramente adelantada al espíritu de la época, sorprende por su precocidad.
No cabe tanto que agregar de ambos museos, a reserva de dar una invitación a explorarlos con calma, sabiendo que el arte es una forma de nutrir el alma y por tanto, conectarnos con el espíritu universal. En tiempos de hiper información y la sensación de que todo ha sido descubierto, solo nos queda relegarnos al asombro jupiteriano y esperar integrar con lentitud la sabiduría que se imprime desde el sentido más espiritual, la vista. Engullir de manera indistinta lleva solo a la indigestión. Por eso las pausas y dejar tiempo a los ojos, mente y corazón para descansar resulta vital para la misma creación de estas crónicas.
He tenido la mala suerte de encontrar el parque El Retiro cerrado, bajo un clima bastante complejo (treinta y tantos grados), es lógico que la ciudad requiera sus descansos. Pero queda mucho por ver, y esta crónica es un primer pincelazo a una visita (de muchas futuras) a Madrid.
No puede faltar en mención la maravilla que es la comida española. Gran parte de lo que define nuestra vida gira en torno a los alimentos, entre cadenas de comida rápida y negocios que pretenden sangrar a sus clientes, Madrid destaca por su maravilla, la gran calidad de sus ingredientes y un precio bastante accesible. En eso guarda mucho del espíritu mexicano (y es claramente, un predecesor de su cocina actual), siendo una cosa bastante obvia pero que vale la pena mencionar, la necesidad imperiosa de comer tapitas en España.
Nos vemos pronto, en la última crónica Neptuniana y las siguientes jupiterianas.
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Hola querida Aura, soy un poeta y escritor español, colaborador como tú de Kinemabooks. Me gustaría contactar con una escritora tan interesante como tú y así poder intercambiar impresiones e ideas. Un saludo /José Miguel Gándara C
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