Cien Años de Soledad: La Odisea Buendía del papel a la pantalla.

Por Saúl Araujo.


Era Mayo de 1967, de la mente de un periodista y novelista colombiano estaría próxima a su publicación la obra que más adelante le permitiría tener el Nobel de Literatura en sus manos. Aquel año, Cien años de soledad no solo marcaría un antes y un después en la literatura latinoamericana, sino que daría voz al realismo mágico como un género que retrataba la complejidad y el encanto de nuestra región. América Latina vivía tiempos convulsos, y esta novela se erigiría como un espejo que reflejaba su historia, sus contradicciones y su esencia mágica y terrenal.

Muchos años después, como si del fusilamiento del mismísimo Coronel Aureliano Buendía se tratara, el titán de la N roja anunciaría en Mayo de 2019 que habían conseguido los derechos de la novela para su adaptación. Internet explotó, y entonces el miedo que Gabo prohibió en vida se volvería el mito de espera por el que los fanáticos de la historia temblaríamos. Tendrían que pasar más de cinco años desde aquel anuncio para que Netflix finalmente publicara el primer tráiler de la serie, envolviendo su estreno en un sinfín de preguntas: ¿podría esta adaptación hacerle justicia a una obra tan monumental? ¿Cómo se traduciría la esencia mágica de Macondo al lenguaje visual?

Gabriel García Márquez fue guionista, editor, escritor y un ´accidental´ comediante (esto último se lee entre cada línea que plasma). Su vida estuvo marcada por la mezcla entre la realidad cruda de los hechos que cubría como periodista y la narrativa poética con la que imaginaba mundos imposibles. No es casualidad que Úrsula Iguarán heredara el temperamento irascible de su abuela o el comportamiento errático de los miembros masculinos de su familia en alguno de los tantos Arcadios, José y Aurelianos que coloca en su ficción. Fueron dolores de cabeza y muchos meses de trabajo sentado en su estudio los que le esperarían para poder concretar su obra magna. Como él mismo menciona en una entrevista, previo al envío de la novela a la editorial y del empeño de sus últimas pertenencias para poder pagar el mismo, que su esposa Mercedes le dijo fúrica: «Ahora falta que la novela sea mala». Y, sin embargo, esa «mala novela» terminaría vendiendo millones de ejemplares, siendo traducida a decenas de idiomas y consolidándose como un pilar de la literatura universal. Y claro, eso se lo debemos a Mercedes y a su arraigada confianza en la pluma de su marido.

Macondo, una palabra que resuena en la boca de cualquiera que lo pronuncie, es un lugar caótico, eterno y mágico en su cotidianidad. Macondo es la encarnación de la evolución arquitectónica, cultural y mulata con la que América fue reinada desde tiempos colombinos hasta la modernidad. Inspirada en la natal Aracataca del autor, el poblado no solo sirve como escenario, sino como el espectador más, vivo y mutable, que respira a través de los Buendía y sus historias. En la adaptación, esta visión es representada con una fidelidad impresionante. Desde los colores vibrantes de las casas hasta los paisajes que parecen susurrar leyendas, cada detalle parece haber sido diseñado para honrar el legado de García Márquez.

El ver retratada con tanta pasión, cuidado al detalle y cariño la historia de García Márquez es sin duda un placer que no esperé jamás poder ver plasmado con tanto ahínco. Me da gusto poder decir que la adaptación no solo cumple con muchas de las expectativas enamoradizas que mi nada objetivo criterio puede aplaudir. Desde los primeros minutos de la temporada es evidente que el plasmado de las páginas de Gabo hace sentido al miedo que cargaba su autor sobre permitir una adaptación. Porque, si algo queda claro, es que esta obra maestra no podía ser tratada como cualquier historia, y vaya que no lo es. La serie de Cien años de soledad fue un sueño largamente acariciado por García Márquez, quien temía que la magia de su obra no pudiera ser capturada en la pantalla. Sin embargo, la adaptación en Netflix ha dado un paso importante, con la serie dirigida por Rodrigo García y la producción cuidando cada detalle para que Macondo se sienta tan vivo como lo hizo en la mente de Gabo. El rodaje se realiza en un escenario auténtico, una finca en el municipio de Alvarado, Colombia, que refleja el paisaje y la atmósfera de la región Caribe colombiana, recreando el entorno en el que se inspiró Gabo. Este es un testimonio de cómo el legado del autor sigue siendo fuente de inspiración y de cómo su sueño se ha convertido en una realidad.

El impacto cultural de esta historia no solo radica en la fidelidad a la obra, sino también en el contexto que ofrece al espectador: una historia que es esencialmente latinoamericana, pero que resuena con el mundo entero, y que ahora se materializa en imágenes que prometen mantener la esencia de la novela mientras exploran nuevas dimensiones visuales.

La serie no solo trae a la vida a los personajes que durante décadas han habitado nuestra imaginación, sino que logra capturar la esencia de la novela: esa sensación de que el tiempo es un círculo eterno, donde el pasado y el presente se entremezclan de formas irreversibles. Es inevitable recordar las palabras que Gabo indirectamente nos recitaba en sus personajes, que resuenan con fuerza mientras vemos la serie:

«…y que en cualquier lugar en que estuvieran recordaran siempre que el pasado era mentira, que la memoria no tenía caminos de regreso, que toda primavera antigua era irrecuperable, y que el amor más desatinado y tenaz era de todos modos una verdad efímera.»

Porque al final, esta primera parte de la adaptación no es una serie del montón, sino una invitación a redescubrir Macondo desde una nueva perspectiva, e incluso buscar que las mentes que viven bajo las piedras se adentren bajo el castaño y se amarren con fuerza a la promesa de las historias que Melquíades trajo desde el otro lado del mundo, a que las flores amarillas lluevan en las casas de quienes vivan esto en letras o en sus pantallas, que se enamoren del paso del tiempo, de la locura familiar, de los pescaditos dorados de Aureliano. Y esperanzarse que mientras esperamos la última parte de la serie, sabremos con plenitud que las historias hechas con amor, así como las estirpes condenadas, de una forma u otra seguirán siendo eternas.



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