Por Aura Metzeri Altamirano Solar
La culminación de un viaje, una última crónica antes de subir llorosa de vuelta a Europa. Dejo en México, como siempre, semillas sembradas para crecer y la deuda de ver muchos más amaneceres tiernos. Muchas cosas surgieron de esta última visita, para esto referiré a otra cosa que he vivido recientemente. En el patio de la casa de mi hermana, hay una parra, se secó por completo en el invierno, y yo poco acostumbrada a inviernos tan duros, como lo es en Países Bajos, creí que no reviviría, ahora crece tanto que debo cortar sus ramas o no podría salir por la puerta trasera del jardín, crece tanto que es molesto, estorboso. Algo así me pasó en esta última visita en México, las experiencias tocaron unas fibras muy profundas y sensibles, y algo que creía perdido revivió. A veces olvidamos cosas de nosotros mismos, solo la tierra y experiencias específicas nos recuerda lo que éramos, la potencialidad latente.
El viaje a Querétaro surge como una decisión de improviso, la entrevista con Sofía de Círculo Uróboros y la presentación de mi Bestiario en CincoM Café fueron motivos para revisitar un sitio al que le tengo tanto cariño, siendo Querétaro el primer destino que me aventé a visitar de a mochilazo, como siempre, me sorprendió de este lugar su enorme cantidad de librerías, espacios culturales y la comida, me recuerda ya a la Aura del 2019, iniciándose en las maravillas de viajar en solitario. Regresé hacia una versión vieja, mostrando una nueva perspectiva de la vida.
Más dueña de mi soledad y aferrada en la vida, me encontré con esta ciudad llena de libros, comida típica, cerveza artesanal y recuerdos. Como ya me es costumbre, me hospedé en el hostal “El petate”, un sitio sencillo pero agradable, de entrada por salida y muy cerca del centro.
Entre tantos museos y poco tiempo para investigar, escogí el Museo de Bichos, donde el muy dedicado Jorge Hernandez, nos guió a un grupo escolar y a mí a través de la vasta colección de bichos, animales incomprendidos a veces y absolutamente vitales para todo ecosistema. Hay quienes incluso, los describen como la manifestación física de un fenómeno más bien etérico, los elementales o hadas.
Sin duda forman parte de la geometría natural, un orden preciso y milimétrico. El extenso análisis e información de cada ejemplar por el que preguntásemos, hizo que me sintiera como con una lupa en mano. A primera vista, el museo es pequeño, sin embargo, la cantidad de detalle e historias que se ocultan en los más de dos mil ejemplares de bichos, recuerda al concepto de los fractales, donde al hacer un acercamiento cada vez mayor, notamos nuevas medidas y precisiones informáticas que se pueden hacer sobre la naturaleza. Sin duda requerirá otra ,o muchas más visitas. Los colores de cada ejemplar, así como su forma particular, son muestra de la creatividad y especificidad de la naturaleza, tema al que podemos estar muy anclados siempre desde la curiosidad infantil.
Para cerrar el recorrido por el museo, Jorge nos permitió tener en mano a una tarántula, la carismática Samantha, explicándonos también que el nombre de tarántula proviene de la ciudad sureña de Italia Tarento y su baile típico, la tarantela, baile que se asociaba con la disminución del dolor provocado por la mordida (inofensiva) de dicho animal. Una última imagen me llevo de la visita a este museo, observamos a un par de geckos mudando de piel, nos comenta Jorge que, aunque causa cierta ansiedad observarlos, pues se les ve incómodos y en un proceso casi de metamorfosis sumamente doloroso, aquellos animales deben deshacerse de su piel por sí mismos. No puedo más que empatizar con dicha imagen, observar los propios procesos de duelo y comprender la verdad cruda detrás de la naturaleza, el dolor es y será parte su esencia en todo momento.

El último punto de visita, Solar Cinco, sitio donde disfruté de mi adicción cafeinómana del año, un par de dirty chai (chai con una carga de expresso) y pude ver converger una serie de intereses llamativos, el café por sí mismo, tardes de dungeons and dragons y lo que nos concierne el día de hoy, la exposición de Sofía “Luna Oscura”, junta un par de mis temas predilectos y activos: La muerte, el mar, el misterio y la mujer. Con dicha exposición, encuentro un eco de mis propias vivencias, una manera de seguir ahondando en el vacío creativo, bajo un proceso de catarsis, purificación de la psique. Las figura femeninas, rodeadas por agua, percebes, rayos de luz, lágrimas y trozos de oscuridad, retratan fases alquímicas, en obras como “Albedo”. Luego me encontré una reinterpretación de uno de mis arcanos favoritos del tarot, “La Ermitaña”, finalmente quedo sorprendida por una que me recuerda sueños propios, cuando la emocionalidad era más un espejo que me deslumbrase antes que un mar de agua clara en el que navegar, la obra se llama «El lago».
Me senté a platicar con Sofía sobre su propio proceso artístico (que lo es también alquímico) y su acercamiento, como siempre lo es en este caso, instintivo y cuasi accidental, hacia el mundo simbólico, mar de significados que se convierten en herramienta base de la sanación.
El arte funge como espejo, para exorcizar y transformar recovecos del alma que se encuentran rotos, con esta exposición, recuerdo la importancia de recoger los elementos dejados en las profundidades, Sofía percibe el mar como un gran vacío creativo, lo que nos da miedo o ansiedad es el recuerdo de una fuerza primigenia creadora, extremadamente rica en significados y manifestaciones, las lágrimas, percebes y juegos entre luz y oscuridad de esta serie de pinturas, dejan con una serie de preguntas trascendentales, tal como la función del dolor, la dualidad y la transformación interna y externa.
Una reflexión última (y quizás más de corte personal) que me llevo del viaje a Querétaro, última crónica plutoniana (por ahora) y del viaje a México, con un fuerte proceso de liberación personal, puedo decir que he pasado mis propias aguas de nigredo, y excavando en mis propias profundidades encontré sitio donde soltar raíces para una nueva versión, más fuerte y consolidada, me recuerdo que, el loto florece solo cuando tiene raíces de esta naturaleza y las condiciones están cuidadas con precisión. La muerte simbólica se propone como un umbral hacia la transformación, coronando la culminación de estas crónicas, un viaje en el que me sentí dentro de una crisálida.
Memento mori.

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