Un emotivo viaje de rebeldía y amor: ‘La Arriera’ (2024) de Isabel Cristina Fregoso.

Por Orlando Betancourt

Kinema Books estuvo presente en la Premiere de La Arriera, una propuesta queer con aires de rebeldía femenina. Será el filme de apertura del Festival Mix, que dará inicio el 19 de junio en diversas salas de la Ciudad de México. En la Cineteca Nacional y en el circuito comercial se estrenará también ese mismo día. La película de Isabel Cristina Fregoso ha obtenido dos premios en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara (Mejor Dirección y Mejor Fotografía).


Partió del pueblo en busca de su padre y encontró la mar de amor.

En La Arriera descubrimos una historia de rebeldía entre dos jóvenes mujeres que viven en el campo jalisciense. Es la crónica de una utopía.

La obra de la directora Isabel Cristina Fregoso es una fiesta de colores, de sabores y de mujeres bravas. Da salida Fregoso a un clamor interno de su biografía familiar, sucedida en los primeros años del fin de la Revolución Mexicana.

Asistimos a un banquete visual de la geografía del municipio de Mascota. La fotógrafa María Sarasvati Herrera envuelve al espectador -mediante tomas cercanas y vistas aéreas- en las ramas, troncos y hojas serpenteantes de los pinos, robles, encinos y tepehuajes propios de esa región boscosa de Jalisco.

Foto: imdb.com

Hay agua, mucha agua. En las nubes, en los manantiales, en las brisas matinales, en los besos, en los juegos lúbricos de las amantes. En la oleada de cariño que sus ojos intercambian. En el mar que fue destino. Agua.

Hay también mundos entrelazados. El mundo campirano con sus fatigosas labores para consentir a los caballos, obtener la leche de las vacas generosas y hacer producir en el coamil (terreno) los alimentos de la tierra como el maíz que luego será desgranado en una anacrónica pero eficaz olotera.

El mundo de la medicina tradicional wixárika (huichol). Allí en la escena de la comadrona que asiste el nacimiento de Emilia, allí cuando la curandera mezcla sapiente las plantas medicinales que curan heridas. Mujeres con sus cánticos elevados al cielo.

Un mundo onírico casi desapercibido y otro exterior que se avista a lo lejos, pero se avista: la valentía de las adelitas de la Revolución y la límpida armonía de la trova yucateca (que le viene de herencia materna a la directora, por cierto).

Foto: Orlando Betancourt

Pero en La Arriera hay más que nada rebeldía. Joven rebeldía. El argumento desmantela en retrospectiva la narrativa paternalista, el machismo como destino manifiesto.

Fregoso hila una fresca historia de amor homosexual en las profundidades del Jalisco rural, allí donde el Cine de Oro inventó la narrativa de la mexicanidad; la tierra en que se forjó el arquetipo del charro macho, mujeriego y cantor, y donde tomó forma la identidad nacional con el mariachi y el tequila como estandartes…de ellos.

La directora confronta con su filme al machismo institucionalizado y hace su versión alrevesada de Allá en el Rancho Grande (Fernando de Fuentes, 1936), nomás que noventa años después y aporreando sin piedad a los personajes masculinos de su obra. ¡Ay!

Foto: Internet

Con la joven Emilia como protagonista (Andrea Aldana), el filme va desmontando el orden social que mutila casi todas las libertades: “no puedes montar a caballo”, “no puedes vestirte como hombre”, “no puedes elegir a quien amar”, “no puedes ser arriera”. Ser rebelde es ser porfiada. Decirle a una mujer rebelde que algo no se puede hacer, es inyectarle un revulsivo para intentarlo, una invitación a contradecirte.

Al morir su madre en el parto, Emilia es adoptada por la familia conformada por Pancho (Pascacio López) y Nicolasa (Damayanti Quintanar), matrimonio tradicional que ya contaba con dos hijos, Caro (Ale Cosío) y Martín (Luis Vegas).

Poseedora de un espíritu subversivo, Emilia no encaja en los rígidos roles tradicionales y a menudo sus acciones contrarias a los ordenamientos familiares le generan castigos corporales por parte de Pancho, ante la abnegación de su madre adoptiva.

Harta además de los groseros acercamientos de su hermanastro Martín, decide escaparse del rancho familiar y usa el pretexto de ir en busca de su padre verdadero, “que no me tratará como me trata Pancho”. Así logra evadirse de ese mundo que la asfixia, que le cercena su libertad. Intuye que el hogar no es para vivirlo, que el mundo, la experiencia y la vida están allá afuera.

Foto: Orlando Betancourt

A pesar de que fueron criadas como hermanas, conforme van creciendo Emilia y Caro desarrollan un apego íntimo que evoluciona en cariño, en juegos exploratorios que enervan de noche su sangre juvenil y que se convertirá en amor cómplice, ese tipo de amor que es destino de dos almas que se abrazan. En su despedida, Emilia y Caro prometen encontrarse para gozar en libertad su cariño.

Andando la serranía, Emilia topa con un arriero agonizante caído en una barranca. El arriero piensa que Emilia es un muchacho y le delega su caballo a cambio de que cumpla con entregar una carga comprometida. Comienza de esta forma la metamorfosis de Emilia en arriera, trasvestida en arriero, que le llevará por los caminos caprichosos que el destino suele endilgar. Iba por su padre, sí, pero llegó al mar para forjarse una historia diferente.

Emilia, la arriera, la mujer, la rebelde, representa a las disidentes que se atreven a levantarse de la mesa común para seguir su propio deseo. ¿Lo habrá conseguido Emilia? 

Foto: Orlando Betancourt

“Mi filme revela lo doloroso que puede ser resistir un molde que no nos pertenece, o soportar la presión de encajar en un mundo que, a menudo, no deja espacio para el «soy» y el «quiero ser».

Isabel Cristina Fregoso, directora.



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