Análisis del álbum Eco y una segunda crónica Ermitaña 

El otoño anuncia un proceso de integración sin tregua, sigo trabada sin poder integrar del todo las experiencias entre mis viajes a España e Italia, mientras tanto, un álbum me ha pedido a gritos que lo reseñe y lo conecte a mi propia experiencia: Eco. Drexler ataca en 2005 con este álbum lleno de una lírica que se conecta y muestra a clara luz, los misterios de la transmutación. 

Cuando me encontré con Drexler (gracias a una sincronicidad que se dió en una fiesta cerca del mar y una noche en la que deseaba, más bien, paz y soledad), me quedé absorta con la potencia de sus letras y la exactitud de sus rimas. Derriba barreras, llegando hasta la experiencia visceral, la remueve y cumple la función curativa que le es propia al arte. 

Quizás el otoño con su humedad disolutiva me impide escribirles de lo otro, de los viajes, del hedonismo en España, el éxtasis estético (incluso abrumador) que despertó en mí Italia. Comienzo la escritura de esta crónica sobre uno de los vagones del metro de Hamburgo, mientras mi cuerpo despierta un brote de fiebre, un mensaje que declara lo importante que es bajar el ritmo, seguir hacia dentro, encendiendo luces internas, descansando y escuchando lo que pide ser escrito.

La entrada del álbum pone de manifiesto su esencia existencialista. Hay una sensación que pertenece a quien escribe (en realidad, pertenece a todo artista): El saberse dirigente de un nuevo universo que despliega sus posibilidades y contiene un ritmo único, un juego secreto a descifrar por su mismo autor y los receptores. Eso que los taoístas llaman el Tao, en otras tradiciones, el Flow, se presenta en este ritmo, esa fluctuación en la que cae el artista, que se sugiere aquí como un canal por el que la información cae. Con la canción que desata (o forma más acorde a su filosofía, “provoca” el álbum) Drexler desentraña la naturaleza del crear, compartir y replicar. 

Arcano IX

Una cosa que bien aprecio de la obra es la precisión de sus transiciones, así como su naturalidad. Una vez puesta la rueda en marcha, se necesita una dirección que siga el movimiento inicial. Lo que mueve al todo, es el Deseo (segunda canción), pulsión primaria que busca unir polaridades. Seguimos en ritmo cadencioso, bajo esa misma idea de causa y efecto (principio compartido por la física y la hermética), con Todo se transforma y Guitarra y Vos, se muestra la capacidad del lenguaje para ser por sí solo una música, y aprovechando el jocoso juego de palabras con aquél pronombre de segunda persona, tan característico de Sudamérica.

Con géneros que remueven las pulsiones básicas del ser humano, que son al fin, pulsiones animalísticas, temáticas como el deseo y el amor, tienen el riesgo de caer víctimas de fórmulas baratas y una provocación infantiloide de dichos sentimientos, aunque gran porción del álbum alude a estas temáticas (incluyendo Salvapantallas, Fusión o Don de fluir), hay no solo pinceladas filosóficas, sino reflexiones y rimas bien pensadas, profundas, que llevan a pensar los sentimientos de esta índole como una gasolina capaz de embellecer y repensar el mundo. Lo ya creado, las fórmulas baratas y la llegada directa y simple no existen en la búsqueda de transmitir de Drexler. 

Como hemos dicho, aquí no hay fruslería ni superficialidad, vienen en el álbum dos canciones consecutivas que ponen a quien lo escuche en un estado de reflexión (cierto grado de tristeza se requiere para esto, como sacrificio para llegar a la conciencia). El mismo origen judío de Drexler, nacido, sin embargo, en Uruguay y recibiendo múltiples estímulos de distintas culturas, lo lleva a cuestionar los motivos de la guerra y la inutilidad del dogmatismo: “no hay pueblo que no se haya sentido el pueblo elegido”. En el nombre de la supuesta luz (Dios/Deux/Luz), se cometen la atrocidad de anular al otro, destruir la raíz y el retoño, y en él mismo habita el dolor de la historia inconclusa y absurda, la Milonga del moro judío es una canción  que carga con una idea que debería atravesarnos como una flecha, las ideas deben apuntar hacia hacernos más humanos, derribar las barreras del pensamiento inflexible y permitir una vida para todos, mensaje que nos cae en tiempos actuales, casi como un regaño.

«Y aunque sangro de tu herida, 

y cada piedra querida,

guarda mi amor más profundo, 

no hay una piedra en el mundo, 

que valga lo que una vida».

Polvo de estrellas, muy de acuerdo a la lección, nos recuerda que  el valor de una vida, una cuestión ínfima ante la magnitud del universo, es inconmensurable. Tomando la frase que, accidentalmente romántica, diría Carl Sagan, Drexler recuerda que la vida al ser una cuestión tan delicada, que necesita de tanto para asegurarse a sí misma unos cuantos años, debe ser bien pensada y disfrutada. 

Camille Flammarion (1888) L’atmosphère: météorologie populaire

En la misma línea curativa que tiene la obra, Se va, se va, se fue, desvela que la tristeza, como cualquier cuestión humana, tiene su tiempo de vencimiento, como una carga pesada que desata su vuelo. 

En el álbum hay varios resquicios que recuerdan a la filosofía taoísta y la hermética. Además de generar una suerte de línea narrativa entre varias de sus canciones (por la agudeza ya mencionada de las transiciones), éstas, por sus propios elementos, ritmos y cualidades que adoptan distintos estilos, insinúan una mente de pensamiento flexible, dirigidas hacia el fluir mismo de la creatividad. 

¿Qué me queda de aprender en este álbum? Recordar a las estaciones como pájaros que luego volarán, y esta pausa momentánea en mi escritura de las crónicas, cederán para darle espacio a mi pluma y tinta, poderles compartir la maravilla que aún sigo tratando de comprender desde que regresé a Ámsterdam y comencé a meter (otra vez) mi vida en maletas. También el amor como una fuerza que nos mueve, no solo hacia el deseo simple, puede llevarnos a la lejanía de un éxtasis místico, estético. 

Nos vemos (más pronto que tarde) en la siguiente crónica, esperando poder nombrarla, crónica Jupiteriana. 

“De la aparición bulliciosa de todas las cosas, contempla su retorno. Todos los seres crecen agitadamente, pero luego, cada una vuelve a su raíz. Volver a su raíz es hallar el reposo. Reposar es volver a su destino. Volver a su destino es conocer la eternidad. Conocer la eternidad es ser iluminado”. 

Tao Té King, XVI


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