Hay noticias que no solo informan: abren una grieta en la historia. La compra de Warner Bros. por parte de Netflix es una de ellas. No es exageración decir que se trata del cambio más grande en Hollywood en décadas, un terremoto que reacomoda ventanas de exhibición, modelos de negocio y, sobre todo, la forma en la que entendemos —y consumimos— cine. Lo que hasta ayer parecía un equilibrio forzado entre plataformas, estudios y cadenas de televisión, hoy quedó desmantelado de un solo golpe.
El mítico estudio fundado en 1923 cuenta con un catalogo de más de 7,000 películas según diferentes medios; hogar de Harry Potter, DC Studios, Matrix, y varias de las franquicias más icónicas del cine norteamericano.
¿Por qué vendió Warner si todo iba bien?
En 2021 el estudió se fusionó con Discovery con una deuda de 50,000 millones de dolares, esto posterior a la separación con AT&T.
La ironía de este caso es que Warner Bros. no cayó por falta de éxitos, sino por el peso de su propio tamaño. Entre 2023 y 2025 encadenó taquillazos: Barbie, Wonka, Dune: Part Two, Superman. Solo en 2025 superó los 4,000 millones de dólares en taquilla. La casa de Bugs Bunny, Hogwarts y Gotham estaba, en teoría, más viva que nunca.

El problema venía por otro lado, la televisión por cable, su fuente tradicional de dinero cayó en picada:
- 33 mil millones en deudas de su conglomerado, Warner Bros. Discovery.
- La televisión de cable (CNN, TNT, TBS) perdiendo entre 6 y 9% anual.
- HBO Max, prestigiosa pero insuficiente para dar flujo de efectivo. El streaming requiere demasiada inversión para ser rentable por si solo.
La empresa intentó dividirse. No funcionó. Y al final decidieron vender la joya de la corona para salvar al castillo entero.
La guerra de ofertas y el factor político
Detrás de esta operación hubo una puja feroz:
- Paramount/Skydance ofrecían comprar todo el conglomerado.
- Netflix y Comcast querían solo la parte jugosa: cine, series, streaming, franquicias.
- La Casa Blanca de Trump intervino informalmente: preocupaciones antimonopolio, presión política, debates sobre quién controla la narrativa de un país.
Al final, Warner aceptó los 72 mil millones en equity de Netflix (transacción total aproximada de 82.7 mil millones). Se proyecta cerrar el acuerdo a finales de 2026.

¿Qué se queda Netflix y qué se queda fuera?
El rompecabezas quedó así:
Netflix compra:
- Warner Bros. Pictures, TV, Animation.
- Cartoon Network Studios.
- Warner Bros. Games (Mortal Kombat, Hogwarts Legacy).
- HBO y HBO Max (incluyendo todo su catálogo premium).
- Las franquicias gigantes:
DC (Batman, Superman), Harry Potter, El Señor de los Anillos, Matrix, Mad Max, Friends, The Big Bang Theory.
Lo que NO compra: nace “Discovery Global”
- CNN, TNT, TBS, Discovery Channel, Food Network.
- Las señales de TV de Cartoon Network y Adult Swim.
¿Por qué Netflix compró un estudio que decía no necesitar?
Por una razón sencilla: la guerra del streaming ya no va de cantidad, sino de propiedad cultural. Su CEO, Ted Sarandos, considera el modelo de cines «obsoleto» (salvo como algo complementario). Los exhibidores temen que Netflix destruya la distribución en salas si compra Warner. Acuerdo con la junta directiva por un valor de $72,000 millones. Ofrecen un intercambio de acciones y dinero.

Para Netflix, la lógica es clara:
- Franquicias eternas: competir con Disney requiere universos que sobrevivan generaciones.
- Parques, juegos, productos: convertir DC o Harry Potter en máquinas de contenido global.
- Videojuegos AAA: Rocksteady y NetherRealm son una entrada directa al negocio más grande del entretenimiento.
- IA (“AI Supercharger”): un siglo entero de cine para entrenar modelos que analicen guiones, prevean audiencias y, eventualmente, generen contenido.
No se trata solo de comprar franquicias de cine, sino de una batalla por estudios míticos, cadenas de televisión e influencia geopolítica, con la intervención de Donald Trump.
Los miedos de la industria
La noticia fue recibida con un rechazo inmediato:
- Directores (DGA), con Christopher Nolan a la cabeza, temen que un estudio histórico caiga en manos de una plataforma que nunca ha respetado del todo la sala de cine.
- Escritores (WGA): temen menos compradores, menor diversidad, más dependencia de algoritmos.
- Exhibidores: si Netflix reduce ventanas de exhibición, la taquilla podría caer un 25%. Muchas salas no sobrevivirían.
Y ese es solo el principio.
Los riesgos reales
Hay tres sombras que acompañan este acuerdo:
- Homogeneización:
Silicon Valley prioriza datos. Hollywood siempre vivió del riesgo. Son lenguajes que no siempre conviven. - Pérdida cultural:
Si una sola empresa controla buena parte de la historia audiovisual, podría decidir qué permanece vivo y qué se deja desvanecer. - El futuro de las salas:
Hay contratos para estrenos en cines con IMAX hasta 2029. Después, solo el tiempo dirá.
No todo es fatalismo:
- Menos suscripciones: un solo servicio que suma Netflix + HBO + Warner. Los fans más fervientes de esperar al streaming ‘ganan’
- Estabilidad para franquicias: planificación a largo plazo, presupuesto sólido.
- Más producción global: imagina la expansión de franquicias respecto a la demanda global y no solo considerado para un público occidental.
El otro lado
David Ellison (hijo del multimillonario Larry Ellison) fue ignorado inicialmente por la junta de Warner, por lo que lanzó una OPA hostil (oferta directa a los accionistas). Ofrece $30 dólares por acción (más que Netflix) y la operación se valora en $108,000 millones. Su oferta SÍ incluye las cadenas de televisión, lo cual es vital para el aspecto político.

Esta noticia a fin de cuentas termina siendo otro escenario político de la escena global. Netflix representa la modernidad que rechaza el conservadurismo, al Sillicon Valley que apuesta por los logros de la tecnología. Paramount por su parte representa una oferta tentadora para el gobierno de Trump y el futuro del partido republicano, tan solo el enfoque de cederle una mejor vista desde CNN ya es parte de las especulaciones de los expertos; Trump favorecería la compra de Paramount para neutralizar las críticas de CNN y alinearla más a su favor (estilo Fox News), esta oferta agresiva solo será posible con el respaldo de Affinity Partners, Fondo de inversión de Jared Kushner (yerno de Trump) y Fondos árabes (Abu Dhabi, Arabia Saudí), que buscan influencia en medios occidentales.
Un antecedente que explica el momento
Aquí vale traer a colación: No podemos culpar a los cines por dedicarle más salas al cine que sí vende. El público general no consume la cartelera completa, y el que sí quiere hacerlo no siempre puede.
Vivimos una paradoja:
- El boca en boca sigue siendo el rey de que un estreno, independientemente de su tamaño, logre un rendimiento considerable en taquilla. Hoy en día salvo los blockbusters, la publicidad no es garantía de éxito persé. Pero no todas las películas reciben el tiempo, los horarios o el impulso para sobrevivir en cartelera.
- Muchas obras solo encuentran su público cuando llegan al streaming o al formato físico, es ahí donde la apuesta por mantenerse como líder en la guerra del Streaming retoma fuerza como argumento, donde tanto Paramount como Netflix quieren tomar la rienda.
- Y el espectador casual, saturado, cansado, muchas veces decide:
“Mejor espero a que salga en plataforma.”
Entonces, cuando una película no vende en su única función a las 9 pm de un lunes, la sala se quita “por falta de demanda”.
La industria —tanto cines como estudios— solo sigue al dinero. No importa si es un reestreno ochentero, el concierto de K-Pop, una película de anime, el blockbuster de Marvel o la nueva de un autor. Quieren consumo.
Y el público también. A veces, más que ver, quiere pertenecer: subirse a la ola, estar en la conversación, vivir lo inmediato. La calidad viene después. Si es que logra venir.
Este contexto explica por qué hoy las compañías audiovisuales ya no pueden sostener modelos, el mismo titán de la N roja ahora compró el estudio que dijo nunca necesitar: el hábito del espectador cambió más rápido que la infraestructura del cine.
La compra de Warner por Netflix es más que un movimiento corporativo; es un experimento gigantesco sobre qué ocurre cuando la tradición cinematográfica se encuentra con la lógica acelerada de la tecnología y los datos. Puede revitalizar franquicias, simplificar servicios y globalizar producciones, o puede adelantar una homogeneización cultural de la que será difícil escapar.
El trato parece cerrado, pero aún enfrenta obstáculos políticos, regulatorios y creativos. Mientras tanto, el mundo mira cómo un siglo de historia cambia de manos. Y quizá, por primera vez, Hollywood no es quien dicta el futuro del cine, sino un ‘jovenzulo’ titán de menos de 30 años de historia o un conglomerado de empresas que quieren cambiar el rumbo político de la industria más rentable del séptimo arte.
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