Por Paulina Lucio.
Aunque pareciera sencillo comenzar a hablar sobre Emilia Pérez porque hay una opinión generalizada sobre dicha película, la realidad es un poco más compleja, hablar sin sesgos o por lo menos con la honestidad intacta por la vox populi sí es punto importante.
Empecemos con que un largometraje de 2 horas que resulta ser un musical termina por ser cansado, dentro de las primeras escenas podemos reconocer un sonido muy particular, una voz femenina, aquella que va entonando el clásico «se compra fierro viejo» y así como lo imaginamos la voz proviene de un megáfono puesto en el toldo de una camioneta y aunque muchos lo pensaran como un toque de comedia realmente no lo es, las imágenes que le siguen son de calles inusualmente tranquilas, que se ven como una metrópoli, un tianguis en dónde Rita, interpretada por Zoe Saldaña, se encuentra redactando con particular empeño lo que pareciera ser una declaración, una presunción de inocencia.
Así escrito no es tan mal inicio, pero debemos admitir que desde la primera escena Emilia Pérez está plagada de estereotipos, calles solitarias en una urbe como CDMX, personas con sombreros rancheros, con ropa de trabajo de campo, una banda de viento de esas que se acostumbran en las calendas en Oaxaca, pero sobre todo canciones sin sentido, que de por sí pareciera que las escribió alguien que solo buscaba palabras que rimaran aunque no tuvieran coherencia o sentido alguno.
Podemos destacar el trabajo de Zoe Saldaña, quién verdaderamente parece que cree en su papel y en lo que está haciendo, dejemos algo claro, su interpretación es muy buena y desde mi perspectiva la única rescatable, su español es bueno a comparación del intento de Selena Gómez quién interpreta a Jessy, la esposa de «El manitas del monte» un narcotraficante y con quien tiene 2 hijos.

Y el problema de la película viene justo ahí, en que es más sencillo hablar sobre lo que está bien o mal, sobre las frases de las cuales el público mexicano se ha carcajeado hasta el cansancio, que sobre el filme que relata la historia de un narcotraficante que solicita la ayuda de una abogada para poder transicionar y cambiar su identidad, luego podemos ver que como si fuera un acto de magia, al realizar este cambio también cambia su mentalidad, se reivindica y deja de ser «El manitas del monte» para encarnar a Emilia Pérez, que realmente no se sabe qué hace o si solo vive de sus millones acumulados en el narco durante su vida anterior, un detalle curioso es que justo antes de someterse a las cirugías que le darán, en palabras del personaje, «la vida que la misma vida le negó» , se encarga de sacar a su esposa e hijos del país.
Después el declive se vaticina desde el momento en que Emilia quiere recuperar a su familia, o a la familia de «El manitas», y para eso necesita de nuevo la ayuda de Rita pero el problema viene cuando comienza a justificar cómo se presenta con Jessy y los niños, la manera en la cuál los regresa a México y comienzan a rehacer su vida. Hay un punto de inflexión en el desarrollo del personaje de Emilia que sucede mientras toma un refresco en un tianguis y habla con Rita, una mujer se les acerca entonando una canción y les da un volante con la información sobre su hijo desaparecido y así se va la mujer cantando.
Emilia echa mano entonces de sus conocidos dentro y fuera de la cárcel y decide fundar la AC «La lucecita» así en diminutivo, argumentando que pretenden ayudar a localizar los cuerpos o el paradero de personas desaparecidas, todo parece seguir su curso normal hasta que de pronto Emilia se ve envuelta en una relación sexo afectiva con la viuda de una de las víctimas, después es secuestrada por su ex esposa, que en este punto sigue sin saber qué está conviviendo con su ex marido, pero que ha transicionado.
Durante el secuestro, Emilia es mutilada y los dedos que le cortan le llegan a Rita, que está a mitad de una entrevista con un cuerpo policial, dentro de una caja que está envuelta en periódico y así sin más «entiende» que son 30 millones lo que tiene que dar a cambio de la liberación de la protagonista.
Y para terminar la película «nos aventamos una de balazos» , así como los abuelos se referían a las películas que se desarrollaban en un escenario árido, casi desértico porqué claro es lo que en la cabeza de Jaques Audiard, el director, es la naturaleza y vegetación de México.
Me reservo el contarles el final de la historia, porque tampoco vale la pena, pero sí quisiera resaltar que hay una escena en dónde una procesión eleva, lo que pareciera ser, una figura a escala hecha de papel maché de Emilia Pérez y así, la muchedumbre acompaña la imagen que va avanzando entre las calles de una población desolada y triste.
Descubre más desde Kinema Books
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Debe estar conectado para enviar un comentario.