Cine y astrología, análisis comparativo: Flow (2024) y El chico y la garza (2023) , Neptuno en Piscis

Llevaba un tiempo ya sin agregar ningún artículo a la serie “Zeitgeist” , pero hace poco he visto Flow, una película sumamente visceral y bien lograda, a la par que El chico y la garza (venga, que Miyazaki siempre nos entrega joyas refinadas) , ambas han revuelto en mis entrañas, en lo más insondable y submarino, una sensación familiar e infinita. Quienes sepan un poco de mi, conocerán mi naturaleza solar pisciana, y como hija de Neptuno, no me queda más que conmoverme por aquellas películas que nos hablan de los temas más temidos y amados, a saber: El mar, lo onírico, la inmensidad, el misterio y la disolución universal, el amor y la muerte. Tales son los menesteres tocados de manera magistral por ambas películas, desde perspectivas complejas y diferentes que no obstante, se complementan y nos revelan la realidad del tránsito astrológico que nos concierne analizar el día de hoy: Neptuno en Piscis, su casa. Antes de empezar, haré advertencia de ciertos spoilers de los que escribiré en el artículo (venga, que es buen momento para ver ambas películas).

Hay algo que siempre nos da un terror infinito, a veces, el mar, otras el mundo astral (vaya que habrá necesidad de definir, de poner límite  a lo inconmensurable) , pero , ¿Qué es realmente aquél mundo astral del que tanto se habla en la espiritualidad?. Antes que hablar de un término quemado o mal explicado por una espiritualidad pop, debemos entender estos planos como una serie de manifestaciones del mundo onírico, que primero se definen por ser un espacio individual para unir sus venas al gran mar del inconsciente colectivo, la gran masa de sueños, símbolos y sucesos abstractos que compartimos no solo como humanidad, ni como animales, ni siquiera como habitantes de la tierra, sino como la mayor categoría metafísica : El ser. Comprender y terminar de definir los planos astrales es entonces tarea imposible , en cuanto nos habla del plano no manifestado o previo al ser que es por tanto, infinito. Sin embargo, cuando vemos películas hechas con tanto cariño manifiesto, y una indudable conexión con el “otro lado”, tal como nos demuestran tanto Miyazaki como Zilbalodis, comprendemos que a través del cine podemos escudriñar en aquél mundo infinito, que nos conecta al umbral entre la vida y la muerte.

Ambas, películas potentes y poderosas, nos demuestran desde su propia trinchera, realidades de ensueño, otros viajes del héroe hacia el mundo insondable de lo no ordinario del que ya nos habla Mircea Elíade en su monomito. Por un lado, el de Miyazaki en El chico y la garza (2023) , nos cuenta la historia de Mahito, un chico que, durante la Guerra del Pacífico pierde a su madre en el fuego de un bombardeo y que comienza a deshilar, en la casa de su tía, hermana menor de su madre (quien se ha convertido ahora en su madrastra) , una vieja historia familiar, en una torre clausurada que revela ser una puerta de conexión al “otro lado”. Con la ayuda de un psicopompo (la garza que se irá transformando en una especie de hombre, una suerte de nahual) , explora el mundo que ha creado su bisabuelo y que se encuentra plagado, el mundo onírico corre peligro de derrumbarse en pestes y pesadillas. Mahito explorara este mundo de la mano de las ancianas de la casa, quienes le apoyan, y del espíritu no nato de su propia madre, tratando de romper con la vieja maldición y establecerse en su nueva familia reconstruida. 

Por otro lado, Flow (2024) es una película sumamente visceral, cuya cámara, que juega entre la primera y la tercera persona ( de esas cámaras que marean y envuelven en la historia) , nos enseña la realidad de un gato que huye de un cataclismo: Una inundación masiva que le obligará a romper sus miedos, aprender a nadar y cazar bajo el agua (alegoría a aprender a navegar por el temido subconsciente) , mientras hace nuevos amigos y llega a la tierra, al lugar seguro, una gran criatura marina, parecida a una ballena, representación nueva de lo pisciano, aparece en diversas ocasiones. A lo largo de la cinta (que destaca por no tener diálogos y jugar de manera brutal y magistral con las emociones del espectador) , se tocan temas de mucho interés humano, tales como el apego y el aprender a dejar ir cosas (por un lémur fascinado con las botellas, frascos de vidrio y su objeto favorito, un espejo) , el aprender a convivir desde las diferencias de comportamiento (viendo peleas entre el grupo de animales, un capibara , el gato, un labrador, el lémur y un secretario) y la escena más conmovedora, la muerte del secretario (el ave rapaz), escena a la cual deseo regresar más adelante en este análisis. 

Lo que nos concierne analizar hoy, es el tránsito que antes hemos visto en el artículo de Todo en todas partes al mismo tiempo (2022) , Neptuno en Piscis. Mucho he hablado ya de este enorme titán que surca las aguas, que explora la inmensidad de un elemento del que se desprende tanto el horror como la fascinación, el océano, y es que las grandes masas de agua que recubren todo, nos recuerdan de manera arquetípica al origen de la vida, metiéndonos más en estos temas del misticismo, podremos recordar que el segundo chakra, svadhisthana  o chakra sacro, la esfera físico energética de la que proviene la vida, es representada constantemente como un cáliz. Es precisamente la idea del útero, del regreso hacia el vientre, lo que hace del mar objeto de amor, admiración y miedo insondable. 

No solo hablamos aquí del mar físico, hemos hablado ya de aquél misterioso astral como una serie de planos en los que, a diferente nivel, los seres desempeñan sus quehaceres,  ilustrando una realidad que sucede de manera simultánea en distintas formas. Neptuno en Piscis, es un tránsito que (pronto acabará) nos ha llevado a explorar las temáticas de los límites entre el sueño y la realidad. He aquí que tomaré dos escenas de ambas películas que me han parecido excelsas, la primera, al final de El chico y la garza, donde el alma no nata de Hisako, confiesa a su hijo Mahito que él debe regresar a su mundo ordinario, junto con su tía, mientras ella, deberá tomar la puerta para nacer y convertirse en su madre, aunque ella muera quemada, le tranquiliza diciéndole que no le teme al fuego, y Mahito comprende, que en el mundo onírico, la muerte es tan solo un espejismo o una transformación. La otra, dentro de Flow, ocurre cuando el ave rapaz, a quien se le ha roto un ala en la escena más desgarradora de la película, “asciende” sobre unas montañas, el cielo se convierte en un mar o un cosmos lleno de colores  y estrellas, el gato y el ave comienzan a volar, pero el gato regresa a la tierra, mientras el ave regresa a una gran luz o el “uno” original, la muerte es bella, trasciende en luz.

Podríamos gastar hojas y hojas desvelando cada uno de los simbolismos que nos presentan ambas películas, pues como es de amplio el mar, lo es el mundo de los símbolos, tan solo quedaría hacer notar la gran capacidad de ambos creadores para formar un mundo en el que, aún en el caos y el sinsentido propios de la fantasía, la lógica construida , más real que cualquier otra lógica, se planta y crea historias de profundo significado, mensaje y que tocan en lo más profundo de la psique. Dejo a quien lea la tarea de hacer sus listas de (no pocos) significados.

Neptuno en Piscis refleja esa fascinación a nivel colectivo por lo místico, por la aceptación de la muerte como transformación, del nacimiento como un limbo, del patetismo de las criaturas que necesitan alimentarse (tema que aparece en ambas películas) , se apela a la comprensión y el sostenimiento del amor incondicional, se reconoce la unidad en las cosas, la estancia pisciana, umbral antes de la muerte y nuevo renacimiento, es donde se disuelven las dualidades y la danza de la vida para, por un segundo, para recibir al planeta (en este caso, Neptuno) en el nuevo ciclo de fuego.


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