El poder del soundtrack: ‘Trainspotting’ (1996) de Danny Boyle.

Era 1996 cuando llegó a salas la película de culto Trainspotting, del director Danny Boyle. Al mismo tiempo, la selección de canciones escogidas para el desarrollo dramático de la cinta resultó ser un fenómeno no sólo de ventas, sino también en su capacidad para incrustar himnos urbanos en la cultura popular.

La novela de Irvine Welsh contenía una infinidad de referencias musicales que no podían dejar de ser incluidas en la versión fílmica.  Con los primeros acordes de Lust for life, de Iggy Pop, arranca una secuencia inicial tan turbulenta e icónica que marcó a toda una generación, con ese manifiesto existencial de Renton: choose life.

La voz rasposa, la letra de David Bowie y la fuerza del garage rock, se fusionan en una canción de 1977 que, casi 20 años después, se convirtió en el himno absoluto del film, además de ser adoptada por una nueva audiencia. Ante semejante despegue visual y sonoro, minutos después aparece Lou Reed con la suavidad de Perfect day, una bellísima pieza que contrasta en letra y ritmo con la sórdida recaída en la heroína de Renton y una probable sobredosis.

Mientras los versos describen tardes en el parque y visitas al zoológico, el protagonista comienza un viacrucis de la pocilga junkie al hospital, donde sus desilusionados padres lo recogen. Cerca del final de la canción, Reed no puede dejar de sentenciar: vas a cosechar lo que siembras. La pureza del techno de la banda Underworld en Born Slippy fue la selección del director Boyle para los créditos finales. La canción inspira esperanza ante el incierto destino de los protagonistas.

Fue el primer sencillo del soundtrack y un éxito inesperado, en un momento donde el pop lideraba las listas. La mezcla de estilos del disco es otro de sus aciertos; las voces y géneros se diluyen buscando un fin más grande, acompañar a la película en su esencia como un grito de guerra de una juventud que no pretendía quedarse callada.

En octubre de 1997, sucedió algo inédito. Capitol lanzó la segunda parte de la banda sonora de Trainspotting. Con eso quedó claro que no sólo se trataba de un film de culto, la atinada selección de canciones obtuvo vida propia y, con el tiempo, se volvió imprescindible.



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