‘Control’ (2007) de Anton Corbijn, una mirada al abismo que era Ian Curtis.

Por Eli Montelongo.

Mi acercamiento a Joy Division se dió como la mayoría de bandas que se convirtieron en mis favoritas: música aleatoria en Spotify. El siguiente escalón fue el descubrimiento del cover de “Shadowplay” realizado por The Killers para el filme de Anton Corbijn. El vídeo musical de dicho cover muestra escenas de la película y yo quedé cautivada, por lo que mi misión era encontrar esa película y verla sí o sí.

Joy Division fue una banda de finales de los setentas originaria de Salford y Macclesfield, integrada por Bernard Sumner, Peter Hook, Stephen Morris y, el legendario y oscuro, Ian Curtis. Con su sonido post punk, líricas desesperanzadoras, bailes extravagantes, la banda inglesa revolucionó la escena musical pero se convirtió en una estrella fugaz que iluminó todo a su paso para desaparecer abruptamente. En vísperas de su embarcación rumbo al continente americano, un trágico 18 de mayo de 1980, Curtis se suicidó colgándose en su casa a la edad de 23 años.

Anton Corbijn es un fotógrafo y director holandés conocido por trabajos como “El ocaso de un asesino”, “El hombre más buscado” y el vídeo musical “Personal Jesus” de Depeche Mode. Anton realizó este filme basado en las memorias de la ex esposa de Curtis tituladas “Touching from a Distance”. Protagonizada por Sam Riley, actor inglés que se transforma totalmente en un Ian Curtis trágico y melancólico. Como co-estrellas, tenemos a Samantha Morton que le da vida Debbie Curtis, la engañada y desolada ex esposa del vocalista, acompañada de Alexandra Maria Lara en el papel de Annik Honoré (la amante de Ian), Craig Parkinson interpretando a Tony Wilson (enigmático empresario y presentador de televisión británico que dió a conocer a la banda), entre otros personajes cruciales en el desarrollo de Joy D.

El filme inicia con Ian Curtis de joven, un chico fanático de Bowie, que junto con sus amigos acuden a casas ajenas y roban los medicamentos de las personas mayores para experimentar. Pronto conoce a Debbie, con quien tendrá un matrimonio apresurado y quién será una fuente de inversión para el crecimiento de la banda. La vida continúa su curso hasta que llega el momento crucial: una noche, Ian y Debbie se reúnen con conocidos para acudir al concierto de unos tal “Sex Pistols”, siendo esto el hito que marcaría la vida de Curtis, llevándolo a aceptar ser el nuevo frontman de la agrupación de sus amigos. Iniciando como Warsaw pero convirtiéndose en Joy Division (nombre que hace alusión a un burdel nazi de la segunda guerra mundial) los sueños comenzarían a despegar con una serie de presentaciones que impactarían al público de Manchester, llevándolos a enamorarse y descubrir sus “Unknown Pleasures”. Lamentablemente, los planes del universo serían otros: Ian es diagnosticado con epilepsia y bajo una serie de medicaciones acompañadas de depresión, ansiedad, en el horizonte un divorcio con pequeñas sonrisas otorgadas por su amor prohibido con Annik Honoré, la nueva estrella comienza a apagarse terminando con una deteriorada salud mental y el suicidio de Curtis.

A mi parecer, hay tres escenas clave que podrían definir la película. Hablemos de la primera: como contexto, después de una decepcionante mención en el programa del promotor Tony Wilson, la banda de Manchester buscará más que eso. Acuden a un bar donde encuentran a Tony, para que con toda la fe y coraje del mundo Ian lo confronte, dejando como ultimátum un papel declarando que son “JOY DIVISION, HIJO DE P…”. Gracias a ello, Joy D aparece por primera vez en la pantalla chica. En primer plano, aparece Wilson introduciendo al grupo y a su lado un tímido Curtis, mentalizandose para empezar su show. Suenan los primeros acordes de la ruidosa “Transmission” (fact: en la vida real tocaron “Shadowplay”) y conforme va creciendo y creciendo la canción Ian Curtis se suelta, o tal vez entra en personaje, para finalmente desbordarse en un baile desordenado e hipnotizante. Pienso que lo que me impactó de esa escena es ver a la banda consolidada, tocando esa icónica canción y observando como Riley trae de vuelta a la vida a Curtis, con su voz desesperada, enérgica que grita “”Dance, dance, dance, dance, to the radio” mientras él realiza movimientos similares a una convulsión, como si estuviera condenado a bailar y el hecho de que terminé la canción signifique un alivio para su alma.

La segunda escena nos muestra cómo nace el himno que definiría a la banda: “Love will tear us apart”. Se dice que no somos seres completamente monógamos, cada día podemos enamorarnos de diferentes personas, como Curtis que quedó prendado de Annik mientras Debbie y su pequeña Natalie lo esperaban en casa. El matrimonio acude a una reunión donde le preguntan a Deborah si no sentía inseguridad con la creciente fama de su esposo, a lo que ella responde que tiene toda su confianza depositada en él. La casita feliz seria derrumbada minutos después, cuando Ian le comenta a su esposa que no le importaría si ella sale con otras personas, dando a entender que él ha dejado de ser suyo desde hace tiempo. En ese momento, donde casi podemos escuchar como el corazón de ella se rompe empiezan a resonar las primeras notas del bajo eléctrico, dando pie a uno de los mejores intros de la música. Mientras observamos a una Deborah despechada buscando pruebas de la infidelidad de su marido, en el fondo escuchamos el relato de cómo un matrimonio muere, el amor separándolos una vez más:

 “When routine bites hard and ambitions are low

And resentment rides high, but emotions won’t grow

And we’re changing our ways, taking different roads

Then love, love will tear us apart again”

Por último, la escena más importante: Ian Curtis venía cargando el peso de una última presentación desastrosa que terminó en pelea, su esposa le había pedido el divorcio y la relación con Annik no podía sostenerse, sumando que su enfermedad estaba matando su espíritu. La noche previa a su viaje a Estados Unidos, Ian visita una última vez a Deborah para pedirle que recapacite su situación actual pero ella está cansada y no puede continuar con él. Él se exaspera y la corre de la casa. Televisión basura, bebidas alcohólicas y un disco de Iggy pop después, la vida parece insostenible, incluso vemos el cansancio de Ian en su lenguaje corporal. Cuando menos lo esperamos, se da el clavo final: Curtis sufre un ataque de epilepsia que provoca que caiga y se golpee en la cabeza. Volviendo en sí, el vocalista de la banda está lleno de dolor y no solo de forma física. Con lágrimas en los ojos, toma la cuerda del tendedero, la cámara enfoca la soga y rápidamente un ruido sordo y oscuridad. Ian se ha colgado. “Atmosphere” comienza a sonar, se escucha la voz que canta “Walk in silence, Don’t walk away, in silence” mientras nos muestran cómo se da la noticia: Deborah lo encuentra y pide ayuda con gritos desgarradores mientras tiene a su hija en brazos, la banda se encuentra en un bar y todos ven a la nada, Tony Wilson recibe a Annik con un abrazo que trata de juntar sus piezas rotas. Vemos una capilla que despide humo negro con la frase “Ian Curtis murió el 18 de mayo de 1980. Tenía 23 años.”

Control no se siente como una biopic comercial. Todo el tiempo vivimos en un sentimiento agridulce por la oscuridad en la que vive el personaje principal. ¿Eso era el abismo de Ian? ¿La vida siempre se vió en blanco y negro? Al menos tuvimos la fortuna de que existiera un momento en nuestra realidad y nos dejara como legado su música, a pesar del dolor que había de por medio. Larga existencia para Joy Division.


Elizabeth «Eli» Morales es originaria de la Ciudad de México. Fanática de David Fincher y Mike Flanagan. Amante del true crime, del misterio y del romance. Devoradora de cualquier contenido sobre vampiros. La mayor parte del tiempo está leyendo algo, paseando por la ciudad o escuchando música, en su mayoría del género rock/indie. Le gusta compartir sus gustos literarios/cinéfilos/musicales en Instagram (@its_elimm), tiktok (@elimm06) y letterboxd (@elimm30). Editora en Kinema Books.


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