Bienvenidos al caótico circo de un director iconoclasta. Guionista, dibujante, actor e integrante de los Monty Python, Terry Gilliam escudriña sus memorias en un ejercicio de introspección surreal que abarca desde su llegada al planeta en el gris Medicine Lake de Minnesota, hasta la producción del filme Teorema zero (2013).
Gilliamismos. Memorias prepóstumas (2016) es el rocambolesco viaje que cualquier admirador del visionario director esperaría: en 15 capítulos, se atraviesan situaciones más cercanas al fracaso que al éxito en las filmaciones de Jabberwocky (1977), Brazil (1985), Doce monos (1995) y Tideland (2005); los inicios en la animación, los viajes a Europa, el encuentro con Monty Python y el inesperado éxito en el teatro, todas situaciones narradas con el habitual humor ácido del visionario artista que, en algún momento, decide renunciar a la nacionalidad norteamericana para convertirse en británico.
El libro, presentado en una bella edición ilustrada por el propio Terry Gilliam, ofrece fotos y storyboards inéditas, confesiones inesperadas y anécdotas conocidas que aquí se expanden cuando el narrador decide sincerarse y levantar su propia tapa de los sesos (literalmente, en la portada).
El descenso a una de las mentes más excesivas y puntillosas de nuestros tiempos, el culpable del barroquismo de Las aventuras del barón Munchausen (1989), la locura de Miedo y asco en Las Vegas (1998), el juego hilarante de Monty Python and the Holy Grail (1975) y el manual cinematográfico para superar la adversidad que representa The Imaginarium of Doctor Parnassus (2009).
Dueño de un estilo inconfundible, repleto de acercamientos acelerados, planos imposibles y cámaras tambaleantes, Terry Gilliam no se detiene y describe fuertes agarrones con las altas esferas de los estudios de Hollywood, siempre a favor de la libertad creativa para llevar sus proyectos a la pantalla justo como los imaginó; también queda tiempo para hablar del amor, los hijos y las dudas existenciales; sobre todo de la muerte que acecha constante.
Dos años después de la edición de Gilliamismos. Memorias prepóstumas, se presentaría en el Festival de Cannes El hombre que mató a Don Quijote (2018), el célebre proyecto de Gilliam que, 20 años antes, había quedado hecho pedazos debido a circunstancias inesperadas. Aquel doloroso descalabro quedaría resumido en el documental Lost in La Mancha (2002), con un triste Terry Gilliam pensativo que se funde a negros.
En su libro de memorias, el cineasta vuelve a ese momento y reflexiona sobre una de las ideas que rigen su deambular en el arte: persistir sin esperanza.
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