‘Poor Things’, un viaje fastuoso hacia la libertad.

‘‘Es necesario que la mujer se eduque […] es preciso que la mujer sea fuerte, que sea firme, que sea autónoma, que busque tener una vida ella misma, una vida independiente’’, decía María Félix en 1996. Una mujer fastuosa y excéntrica; rimbombante, estridente y saturada de sí misma pero que, gustara o no, tenía un mensaje poderoso cargando en ella. Curiosamente, ella fue quien primero me vino a la mente después de ver Poor Things, la película más reciente del director griego Yorgos Lanthimos y la cual podría asegurar que le hubiera encantado por ser un vivo reflejo de ese mensaje encarnado en la travesía por la que nos lleva Bella Baxter, la protagonista de este honesto relato que es interpretada por esa bestia monumental de nombre Emma Stone.

Pero cuatro años atrás, en 1992, esta historia se daba a conocer en forma de novela homónima autoría de Alasdair Gray. Poco más de treinta años tuvieron que pasar para que su adaptación cinematográfica llegara a las pantallas con un guion de Tony McNamara bajo el mando de Lanthimos, un autor en toda forma que no busca quedar bien con nadie. Un hombre brillante pero poco convencional, como el Dr. Godwin Baxter (literalmente endiosado Willem Dafoe) describía a su chiflado padre, que ya nos ha traído piezas como Kynódontas, The Lobster, The Killing of a Sacred Deer y The Favourite; poniendo sobre la mesa su gran manejo de la sátira y el humor negro montados en alucinantes narrativas visuales.

Muchas cosas se han dicho ya sobre Poor Things y aún habrá más por venir. Han tenido a consideración el compararla con la Barbie de Greta Gerwig o cualquier versión de Frankenstein de Mary Shelley; sin embargo, sería injusto hablar de ella con base en parámetros externos cuando se sostiene perfectamente por sí misma como un eslabón más para apreciar la filmografía de su autor.

Bella Baxter (Stone) es una chica a la que le ha sido implantado el cerebro de un feto como un experimento del aclamado cirujano Godwin Baxter (Dafoe) -quien es un experimento por sí mismo y ejecutor extraordinario de la resiliencia-, por lo que su comportamiento corresponde al de una bebé en cuerpo de mujer. Poco a poco, la curiosidad por el mundo exterior despierta en Bella a medida que va creciendo y se va desarrollando, por lo que decide fugarse en un viaje con un pillo llamado Duncan Wedderburn (Mark Ruffalo) en donde descubre y explota su sexualidad, sus capacidades, saborea la libertad, conoce a otras personas que le abren el mundo más allá del horizonte que se vislumbra desde el barco en el que viaja, aprende las bondades de la educación y el arma tan poderosa que el conocimiento significa en una mujer, así como lo amenazante que puede resultar una mujer firme, autónoma e independiente -como decía la Félix- para ciertos hombres que solo buscan un adorno que repita las tres mismas frases mientras sonríe y así proclamarse los ‘‘dueños’’ de sus desfogues sexuales. Lo que va moldeando a quien Sigmund Freud podría ejemplificar como la humanización del ello desbocado no es la imposición del yo que la rodea, sino el aprendizaje obtenido a través de la experiencia.

La película es un festín visual cimentado en una mezcla de estilos que forman su propia personalidad, una distorsionada pero congruente con la visión que tiene Bella de su mundo narrativo el cual se va adaptando a su desarrollo, pasando de un mundo gris y opaco a un entorno colorido y ensoñado que llega a lo lúgubre y cutre, pero tampoco hay que contar de más. Dicho esto, ¿me parece un Yorgos Lanthimos engolosinado con sí mismo? Sí, pero no de una forma grotesca como las últimas Damien Chazelle o Ari Aster en las que sólo hacen alarde de sus juguetitos caros; Yorgos también lo hace, pero con propósito, estructura y afianzando un sello más maduro en una película que nunca se le sale de las manos. Tal como La Doña, Poor Things es una creación tan saturada de sí misma que puede llegar a asfixiar al espectador. La espectacularidad en la mancuerna que hacen la fotografía con el diseño de arte no nos da respiro y es por ello que puede generar animadversión en algunos. Hay quienes la consideran más bonita que profunda, y puede que tengan razón desde su muy particular percepción la cual no comparto en lo absoluto, pero ni siquiera creo que tenga la necesidad de ahondar en algo que la imagen por sí sola deja en claridad -el vestuario de Bella plasma toda su evolución-; si lo hiciera, apostaría por el riesgo de terminar pecando de aleccionadora, como la Gerwig previamente mencionada.

Emma Stone, una actriz descomunal.

Apenas a sus 35 años, Emily Jean Stone de Scottsdale, Arizona, ya cuenta con cuatro nominaciones al Premio Oscar como actriz, una como productora y una estatuilla como Mejor Actriz por La La Land.

El talento de Emma Stone no radica únicamente en su innegable virtud histriónica, sino también en su inteligencia personal. Como una auténtica alquimista, Emma ha sabido apropiarse de sus inicios comerciales sin renegar de ellos y transformar todos los recursos que el haber sido un «sueño adolescente» le dejaron en carisma y estrella.

Emma no va con aires intelectualoides ni con supuestas profundidades en su persona que luego resultan superficiales, ella deja que su trabajo hable por sí mismo dándose el lujo de probarse en drama, comedia, musical, películas adolescentes, cine de superhéroes, villanas de Disney, sátiras, lo que a uno se le ocurra, una y otra vez. Queda en evidencia que Stone es una actriz que se nutre de todo lo que hace, de lo que la rodea y de aquellos con quienes trabaja. Sabe aprender de su propia trayectoria, por eso es quien es y con Bella Baxter se confirma como la barbaridad de actriz en la que se ha convertido a tan corta edad. Si Emma no abrazara esos recursos que menciono y sus orígenes, dicho personaje hubiera resultado en un festín de cringe; sin embargo, ella lo hace verosímil, encantador y natural.

Este postre brutalmente exquisito protagonizado por Stone, Dafoe, Ruffalo, Ramy Youssef, además de las apariciones especiales de Margaret Qualley y Christopher Abbott está a la espera de los próximos Premios de la Academia; mientras, ya se exhibe en carteleras mexicanas.


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