Corina Rojas (excelente Naian González Norvind) es una chica de 28 años originaria de Guadalajara, Jalisco; correctora de estilo de una editorial que vive en un mundo barricado por libros debido a una agorafobia que padece en cierta medida como estela dejada por los miedos propios de su madre, Renée (Carolina Politi), con quien lleva una relación más de amistad que de madre e hija. Tras un pequeño gran ‘‘accidente’’ cometido con el final de la saga de su escritora favorita y quien, por cierto, publica a través de la editorial en la que trabaja Corina, esta tendrá que cuestionar el concepto de «cobardía» en su vida regida por alegorías literarias —más reales de lo que ella misma se da cuenta— mientras se deja llevar por la pasión que siente por lo que hace y las nuevas emociones que irá abrazando en el camino.
Corina confabula de manera exquisita elementos del cine de aventuras, el dramedy y las road-movies para convertirse por sí misma en una película honesta desde su origen: la historia de su directora, Úrzula Barba Hopfner, en esta ópera prima basada en sus propios episodios agorafóbicos. Con una dirección equilibrada entre la calidez y la dosis justa de rigidez necesaria en cualquier líder, Hopfner acierta al encontrar y mantener el tono cómico-realista desde su guion, co-escrito con Samuel Alejandro Sosa Derat, hasta la puesta en escena conduciendo a un elenco que resulta encantador. Así como Úrzula logra desafiar el cliché de maltratar a sus personajes para que tengan profundidad —consejo dado por uno de sus profesores de guion—, la realizadora decide mantenerse fiel a su verdad tal como su heroína desafía a sus temores con sus ideales obviando la búsqueda de un final feliz.
A la par de la habilidad de su directora está una de las actrices jóvenes más prominentes de los últimos años en el cine mexicano, Naian González Norvind, cuyo talento da para personificar la ansiedad provocada por el entorno desde miradas angustiantes hasta las reacciones conductuales ante sonidos repentinos, presencias desconocidas y emociones nuevas. Norvind trata con respeto y cariño el personaje de una chica temerosa, no sólo a salir al mundo exterior sino a salir de sí misma, recurriendo sutilmente más a su corporalidad que al diálogo de una forma tan precisa como para causar la gracia del púbico sin caer en la burla, así como para generar empatía sin caer en un cursi melodrama.

Corina es un ejemplo del cine mexicano dedicado a la otredad —esa tan encumbrada por los monstruos de Guillermo del Toro— no sólo a través de aquellos que perciben y viven el mundo de forma diferente, sino también de aquellos se salen de la esfera capitalina y vorágine que es la Ciudad de México hacia los otros rincones de la amplia y extensa República Mexicana en donde también hay historias que contar y personajes por encontrar. Tal como con aquel niño sonorense de inteligencia desbordada llamado El Jeremías (A. Safa, 2016) —que pareciera ser el primito norteño de esta agorafóbica correctora de estilo en la Perla Tapatía—, con esta película también se da un paso más en el camino hacia la descentralización del cine mexicano tomando en cuenta a los equipos de producción locales en otros estados del país, tal como fue manifestado enfáticamente por el actor Cristo Fernández en el pasado Festival Internacional de Cine de Morelia, quien además de fungir como la carismática contraparte de Corina en la película, también está involucrado en la producción de la misma a través de Espectro MX Films.
Entusiasma, mientras corre el metraje, estar viendo películas como Corina, en las que el conjunto de las voluntades de todo un equipo es evidente y la buena onda de un set se puede vivir y compartir como espectador a través del resultado final; en las que las pretensiones no exceden el propósito de que todo salga bien en una conjugación de departamentos precisa con el fin de contar una buena historia. Entusiasma, al salir de la película, lo que está por venir en la carrera de su directora y el tener actrices como Naian en una sinergia que, más que ser un duelo de enormes titanes, es el complemento de enormes talentos que le hacen mucho bien al cine mexicano.
Asimismo, la película no se narra únicamente a través de sus personajes y sus verbalizaciones, ya que el diseño de arte trae a la vida los espacios vitales de los mismos delineando a la perfección la personalidad de cada uno de ellos a través de una notable codificación de colores minuciosamente planeada por la directora y Lou Perezsandi, compaginándose con la fotografía de Gerardo Guerra para mostrar el afrontamiento de Corina a sus procesos psicoemocionales. Por otro lado, el score compuesto por Gustavo Reyes y Andrés Sánchez curiosamente funciona como un segundo narrador a la historia o una especie de ‘‘patiño’’ de la narradora principal. Todos estos elogios parecerían redundantes dado que de eso se trata el quehacer cinematográfico, pero lograr coordinar el funcionamiento eficaz de todas las partes y de forma tan puntual como lo hace su directora en esta película no es algo constantemente atestiguado, por lo que Corina deja ver a Úrzula Barba Hopfner como una prometedora cineasta que entiende el lenguaje cinematográfico y sabe traducirlo a sus equipos y a la pantalla.

Tras ganar el Premio a Mejor Largometraje Jalisciense en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara así como su celebrado paso por el Festival Internacional de Cine de Guanajuato y el Festival Internacional de Cine de Morelia, Corina es divertida, es cálida, es una película hecha con amor, pero principalmente es una película honesta, y eso la convierte fácilmente en una de las mejores películas mexicanas que han visto la luz en los últimos años y que afortunadamente llegará a salas comerciales a inicios del próximo año.
Disponible en la plataforma Prime Video.
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