#FICM2024: Michoacán nutre al folk-horror mexicano con ‘Un cuento de pescadores’ (2024).

Michoacán, cuyo nombre significa ‘‘lugar de pescadores’’, es un estado de amplia riqueza natural predominante en lagos y mantos acuíferos siendo la pesca una de las principales actividades económicas de la entidad. Entre los lagos más importantes de Michoacán se encuentran el Lago de Cuitzeo, el Lago de Camécuaro, el Lago de Zirahuén y, por supuesto, el afamado Lago de Pátzcuaro con la Isla de Janitzio, el cual ha servido como escenario cinematográfico para películas como ¡Qué lindo es Michoacán! (I. Rodríguez, 1943) y Maclovia (E. Fernández, 1948) con María Félix y Pedro Armendáriz.

Su riqueza también se expande hacia lo cultural en donde caben las leyendas y los mitos populares que enriquecen las tradiciones mexicanas y, las cuales, tienen a uno de sus epicentros en el estado protagonista. Una de las leyendas más populares en la entidad es la de una mujer de tal belleza que encanta a los hombres hasta hundirlos con ella en el fondo de un lago para nunca más ser encontrados. Como buena leyenda, esta se adapta acorde al lugar en el que se cuenta de generación en generación; en el Lago de Zirahuén se dice que es una sirena la que se lleva con ella a los hombres al fondo del agua mientras que en el Lago de Pátzcuaro la leyenda adopta el nombre de ‘La Miringua’, quien sirve como base para Un cuento de pescadores, segundo largometraje del director Edgar Nito quien aprovecha el terreno fértil que resulta ser la mística mexicana para el desarrollo de la ficción.

La creatividad, dedicación y trabajo de investigación detrás de esta película son evidentes por medio de la musicalización; el score de Leonardo Heiblum, Nico García Liberman y Emiliano González de León toma elementos e instrumentos que se arraigan a la cultura michoacana y los transforma en una enervante ambientación que está a la altura de cualquiera de las bandas sonoras compuestas por Mark Korven para Robert Eggers —quien también es un investigador empedernido—; por otro lado está la selección musical que conforma el soundtrack, desde la emblemática Danza de los Viejitos en un montaje destacable dentro de la película, hasta la incursión de Los Bukis para ambientar uno de los momentos que permite a la audiencia soltar cualquier tipo de tensión en forma de risotada a través del ídolo michoacano que es Marco Antonio Solís. Es decir, la música de Un cuento de pescadores no solamente afianza a la película dentro del terror folclórico mexicano a la par de su leyenda, sino que se preocupa en delimitar a la película como un símbolo identitario michoacano y lo logra con éxito.

El guion, del propio Nito con Alfredo Mendoza, construye un ambiente de tensión desde las primeras secuencias de la película que se refuerza al estar repleta de hazañas técnicas como sus efectos visuales, fotografía (Juan Pablo Ramírez) y maquillaje; por desgracia, este se dispersa entre las varias historias atormentadas por ‘La Miringua’ que busca contar simultáneamente y pierde fuerza en la progresión narrativa entre las obsesiones, los amoríos y los temores de los personajes, diluyendo el terror en el drama romántico y momentos de humor involuntario que tan sólo dejan a la película en un campo potencial de algo que nunca logra consolidarse. Y eso, como espectador, resulta frustrante.

A pesar de sus flaquezas narrativas, si bien ‘La Miringua’ significa un mal augurio para la pesca, los habitantes y sus bienes desde una dimensión sobrenatural, dadas las condiciones naturales de los lagos michoacanos en la actualidad que luchan cada vez más contra las sequías, esta figura de muerte cobra una fuerza diferente y un significado que se adapta a los tiempos modernos a través de la obra de Edgar Nito, quien se pone bajo el reflector como un director con hambre y propuesta al que hay que seguirle pista.

Con un elenco abastecido por algunos de los actores jóvenes más notables en cuanto a talento y no a estrellismos en la actual escena nacional como Hoze Meléndez, Andrés Delgado, Alejandra Herrera, Renata Vaca, Anna Díaz, José Antonio Becerril, Jorge A. Jiménez,y respaldados por nombres como Mercedes Hernández y Noé Hernández, Un cuento de pescadores queda corta en el desarrollo de su historia, pero significa un gran avance en lo que se refiere a propuesta audiovisual de género en México que en aspectos técnicos puede traspasar fronteras para medirse con muchas otras películas de terror en el mundo, y es de celebrarse que haya realizadores que aprovechen los recursos naturales proporcionados por el folclore mexicano para enriquecer las ficciones del país.


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