Fue en 2004 cuando el crítico James Quandt en la revista Artforum acuñó el término de Nuevo Extremismo Francés a una serie de películas que él consideraba transgresoras, que aunque no seguían un hilo temático en particular, mostraban violencia y sexualidad de manera explícita. Señalando a directores como Gaspar Noé, Bruno Dumont, Catherine Breillat, entre otros, y que al no cumplir con los estándares de lo que se “esperaba” del cine francés se les marcó con una intención peyorativa con esta etiqueta.
Sin embargo, a causa de la gran calidad de estas cintas y no solo por la violencia o sexualidad representada, otros críticos y autores encontraron en ellas una propuesta tanto narrativa como visual distinguida. Historiadores como Tim Palmer lo describieron como “un cine del cuerpo”, una larga trayectoria estilística a gran escala que conecta a creadores con ideas afines o como menciona Matt Smith una “visión completa de las preocupaciones del ser humano por su cuerpo, por su físico y por su reflejo en la sociedad”.
Los autores del nuevo extremismo lograron sintetizar la nueva carne de David Cronenberg ligada a las inquietudes planteadas en el siglo XX entre mente/cuerpo a las nuevas problemáticas del capitalismo tardío como la extrema desigualdad y el rechazo al otro. Es en este sentido que han logrado influenciar a cineastas contemporáneos como Julia Ducournau, Brandon Cronenberg y Coralie Fargeat, que además de abordar estas cuestiones han afrontado sus propias inquietudes relacionadas con problemas más contemporáneos como el feminismo, las cuestiones de género, la realidad virtual y la relación hombre/máquina.
¿Alguna vez has soñado con una mejor versión de ti mismo?
Una de las primeras frases con las que Fargeat introduce la cinta. Elisabeth Sparkle (interpretada por Demi Moore) desesperada por mantenerse como una figura relevante de la televisión y abrumada por los recuerdos de la fama que poseyó en lo más alto de su carrera, intentará recobrar su juventud a través de The Substance (2024).
¿Qué es The Substance? Un producto revolucionario basado en la división celular que crea un alter ego más joven, más bello, más perfecto, es una promesa de juventud eterna, un símbolo de que el capital todo lo puede. Sin embargo, todo tiene un costo, Elizabeth y su alter ego Sue (Margaret Qualley) deberán encontrar el equilibro porque a pesar de todo las dos “son una”.
La película se mueve en distintos niveles narrativos y visuales. La estructura del guión aunque elemental (en palabras de la propia realizadora), da oportunidad a la imagen para desarrollar temáticas complejas. En un primer nivel denuncia el sexismo de la industria del entretenimiento al oprimir a las mujeres para conseguir cuerpos perfectos y explotables. La obsesión de una sociedad por la juventud, después de los 50 todo se detiene, como menciona un personaje masculino qué en esta exhibición de símbolos representa lo peor de Hollywood y la industria.

El dominio qué tienen las corporaciones sobre los cuerpos es perturbador. Fargeat establece una conexión entre la voz masculina qué provee la sustancia y el deseo, la voz encarna el objeto que impulsa a los sujetos a buscar algo que siempre parece estar fuera de alcance. El objeto que nunca se puede poseer completamente, la falta y causa de su sufrimiento. El diseño de producción es fundamental en este aspecto. Los encuadres (en gran medida inspirados por Kubrick) distorsionan el espacio para conducir a una realidad o estado alterado de conciencia.
El casting y el maquillaje manifiestan este mismo inconsciente. Si Elisabeth y Sue simbolizan el yo y el superyó respectivamente, la sustancia y su efecto final representa el ello, puro instinto, lo más próximo a la materia y la biología.
Sin duda estamos ante una gran obra de body horror influenciada por el extremismo francés y con claras referencias al cine de Cronenberg, Kubrick y Carpenter. Con una propuesta visual, estética y sonora abrumadora que incluso se dice, ha llevado a una parte del público a abandonar las salas. Disponible en la plataforma Mubi, desde el 31 de octubre.
Bardo Gabriel Martínez es originario de San Luis Potosi y residente del Estado de México. Diseñador de Iluminación y Tipo Ind-Out. Admirador de Kieślowski y Cronenberg. Adepto de Lacan y sus derivados.
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