Por mucho tiempo creí la idea popular de que los libros son mejores que las películas. Recuerdo salir decepcionada del cine tras ver la adaptación de alguna novela que había leído con anterioridad, pues, por mucho que supiera que una película no podía abarcar cada detalle incluido en el libro, siempre quedaba con la sensación de que algo había hecho falta, y juraba que mis expectativas no habían sido cumplidas.
Hoy considero que el cine y la literatura no tienen realmente un punto de comparación. Son expresiones artísticas distintas, y deberían ser tratadas como tal. Podrán tener el mismo mensaje, pero jamás lo transmitirán de la misma manera, razón por la cual no podemos exigirle al cine que calque o convierta en imágenes cada frase dentro de la novela en la cual se basa, o a la literatura hacer una mera descripción detallada de un producto visual. Aquí recae la importancia y respeto que obtienen las adaptaciones en la actualidad, así como sus autores, quienes deben reimaginar el mensaje y traducirlo a su propio lenguaje.

Virginia Woolf, en su texto Cine y realidad, menciona la insatisfacción de los cineastas desde los inicios de este arte. Solemos ser ambiciosos, a veces pretenciosos, cuando de representar la realidad se trata. Sin embargo, Virginia encuentra en el cine una oportunidad inmensa de explorar la capacidad de generar sensaciones distintas (o, más bien, de una manera distinta) a las que estamos acostumbrados en otras artes. Para ella, como menciona en su texto, “…si tanto de nuestro pensamiento y nuestro sentir está conectado con nuestra mirada, algún residuo de emoción visual que no le es útil ni al pintor ni al poeta, está a la espera del cine”.

Italo Calvino, por su lado, también explora los distintos efectos que generan cada una estas artes en su libro Seis propuestas para el próximo milenio. Mediante una anécdota comparte su experiencia cuando, a una edad temprana, aprendió a leer y pudo por fin entender los diálogos que contenían sus historietas. Sin embargo, terminó decepcionado al descubrir que dicho texto no reflejaba lo que en su imaginación ya había construido mediante meras imágenes. En palabras del propio Calvino, “…yo prefería ignorar las líneas escritas y seguir con mi ocupación favorita de fantasear dentro de cada viñeta y en su sucesión”.
A pesar de que el cine y la literatura nacen de estructuras literarias similares, es importante reconocerlas siempre como artes individuales y con alcances distintos no en cuestión de magnitud, sino de dirección. No es justo juzgar obras provenientes de estas dos expresiones artísticas con la misma vara, pues, al final, la elección del medio para transmitir nuestro mensaje es igual de importante y determinante que el mensaje en sí.
Ximena Álvarez Torres es estudiante de cine en la Universidad Autónoma del Estado de México. Apasionada del guion, la poesía y los idiomas, disfruta de escribir sobre el arte en todas sus formas, especialmente la audiovisual.
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