Después de ganar el Premio del Jurado en Cannes 2024, cuatro Globos de Oro y 11 nominaciones en los Premios BAFTA, Emilia Pérez (Audiard, 2024), con su nombre, apariencia y vibe mexicano llega por fin a estrenarse en el país que le dió inspiración. Y lo escribo así, con itálicas, porque me parece que, más que inspiración, se trata de la arena dramática donde sucede la historia, lo que en parte justifica la incomodidad y reclamos que fluyen en internet.
Dirigida por Jacques Audiard (Un profeta, 2009) y protagonizada por Zoe Saldaña, Carla Sofía Gascón y Selena Gómez, cuenta la historia de Manitas del Monte, un narco mexicano ficticio que busca a la abogada Rita Mora, defensora de criminales contra su voluntad, para que le encuentre un médico que la cambie de sexo y la libere de sí misma. Todo acompañado de números musicales.

Pero en México Emilia Pérez no es una película, es un fenómeno de redes sociales. Sin haberse estrenado y con clips sueltos que rondan en Twitter, TikTok, Facebook e Instagram, la audiencia expresó su opinión antes del estreno. Incluso se hace un llamado a no ver la película y (como si sirviera de algo) reclamar a la prestigiosísima máquina de reconocimiento y glamour, la Academia de artes cinematográficas de Estados Unidos, que no sea nominada para los premios Oscar. La realidad es que tanto en la película, interpretaciones extranjeras, premios y críticas, las voces de lxs mexicanos fueron y seguirán siendo ignoradas.
A mi parecer, el trabajo de un crítico no es indicarle a la audiencia cómo ver una película o si irla a ver o no. Pues Emilia Pérez no peca de nada que no haya pecado antes la industria audiovisual nacional o extranjera: la narco novela, el retrato de un país a través de la violencia más espectacular (balazos, groserías y explosiones presentes) a través del dramón de dramones, el melodrama. No peca de nada que no se haya visto antes en Narcos: México (2018), El señor de los cielos (2013), Rosario Tijeras (2010) y demás series que han existido y seguirán existiendo, que humanizan a antihéroes encarnados en narcotraficantes. La voz del internet entonces le ha achacado lo musical, que se repliega a una esquina avergonzado, pero si algo es cierto es que el género musical no es sinónimo de burla o menor seriedad. Ahí están obras como Oliver!, que narra la historia de un niño huérfano, o Dancer in the dark (Lars von Trier, 2000) cuya protagonista es una mujer ciega que pasa tragedia tras tragedia cantando.
Dicho esto, tampoco es que Emilia Pérez le llegue a los talones a un musical como esos. Aunque tal vez su magia esté en las interpretaciones, pues mientras que al hispanohablante le parecerá simplemente que no se entiende nada, tal vez el extranjero encuentra en ellas algo. Zoe Saldaña como Rita Mora lo intenta todo, pero el acento dominicano e incluso agringado la delata, el pacto de verosimilitud no se acuerda nunca. Con un ritmo simple y casi infantil, letras que al español apenas tienen sentido, y cantantes a las que apenas se les entiende, cada número musical se siente anticlimático con el resto de la película. Pero supongo que en gustos se rompen géneros para la prensa extranjera, que le otorgó el Globo de Oro a mejor película comedia o musical.

El problema tampoco es que sea dirigida por un francés, pues son muchos los cineastas que encuentran la humanidad de las historias aún con la barrera cultural. Ahí tenemos al chileno Pablo Larraín dirigiendo la historia de Lady Diana con Spencer (2021), o recientemente al estadounidense Wim Wenders retratando a un limpiador de baños públicos en Tokio con Perfect Days (2023), o a Guillermo del Toro hablando de la Guerra civil española en El laberinto del fauno (2006) y por supuesto el legado de Los Olvidados (1950) de Buñuel; en resumen los ejemplos abundan. Pero de nuevo, tampoco es que Jacques Audiard le llegue a los talones a ninguno de ellos.
El director afirmó haber preparado y estudiado la película durante 4 años en una reciente entrevista con EFE, una táctica que huele a leguas a una intervención de relaciones públicas después de declarar en octubre durante el estreno de la película en el Festival Internacional de Cine de Morelia que no lo había estudiado tanto porque “lo que tenía que saber ya lo sabía”. Y aunque parece saber que por las mañanas pasa el fierro viejo y el color de los manteles de plástico del tianguis, en cuatro años no parece haber buscado a un guionista que le revisara el trabajo para decirle que en México no existen los juicios orales, no es seguro trabajar con la laptop en el puesto de tacos callejero, o nadie anda repartiendo carteles de “se busca” en las quesadillas.
La historia es un melodrama cursi, estereotípico y simplista. En una escena que pretende ser emocional, uno de sus hijos le canta a Emilia que huele igual a su padre, y entre muchos objetos, “a guacamole y mezcal”. La escena busca enternecer y hacer evidente el vínculo de cariño para justificar el arrebato de violencia que lleva a la protagonista hacia su final, y de paso poner en claro su mexicanidad.
Si no ha quedado clara la ineficacia que demuestra Audiard para utilizar las sutilezas y subtextos confiando en la inteligencia de su audiencia o el lenguaje audiovisual, Emilia se enamora de Epifanía (Adriana Paz) y canta sobre el amor como cura de su maldad, solo para no tener ninguna escena más con ella. Mientras que la primera aparición de Paz resulta un respiro, con una actuación genuina y cantando algo que por fin se entiende, por lo que es una tristeza su ausencia hasta la escena final.

Tampoco se decide si retratar el tema de los desaparecidos y el narcotráfico con provocación, como el número de El mal de Zoe Saldaña, donde canta sobre como los políticos y empresarios se lavan las manos del crimen pero son su fuente principal de dinero; o con respeto, cediéndole un número a los mexicanos con sus voces sobre una pantalla en negro pidiendo por sus desaparecidos o redimiéndose de sus vidas criminales. Los pocos momentos donde se le otorga pantalla a los mexicanos son los únicos donde realmente se siente la fuerza de un musical. Lastimosamente, las letras son “para aprender que dos más dos son cuatro, aquí estoy”, porque el criminal también debería tener el IQ de un niño de dos años, según Audiard.
De nuevo, en un intento por limpiar su imagen después de que la directora de cast declarara que no encontraron talento mexicano que diera la talla, Audiard mencionó en la conferencia de prensa que la elección de actrices no extranjeras de renombre fue debido a temas de presupuesto. Cualquiera que sea la razón, es triste ver el tiempo en pantalla que se le concedió al cast mexicano frente al gran talento que demuestran en sus pocas apariciones.
A pesar de los intentos por humanizar el tema de las desapariciones forzadas en México, la película fluctúa entre el dolor de los familiares en La lucecita y la violencia televisiva. Aunque las intenciones no son de burla u ofensa, sí me parece que el tema es reducido a una visión Hollywoodense e industrial, simplificando el tema al perdón de los pecados en el sentido más cristiano.
El canto a la redención es la conclusión de Audiard: “hay muchos que están arrepentidos”, los criminales desfilan en la asociación benéfica de Emilia Pérez para declarar la verdad sobre los crímenes que han cometido. Al final, espectáculo de balazos incluido, la historia de Emilia es la historia de una persona que logra cambiar. Pero en un país con más de 100 mil personas desaparecidas, donde la impunidad es ley, para la mente común es imposible pensar en el arrepentimiento.

Ni perdón ni olvido, se escribe en las pancartas de cada marcha por los desaparecidos, por los 43 de Ayotzinapa, en las marchas del 2 de octubre, por las que ni Díaz Ordaz ni Luis Echeverría jamás pidieron perdón ni fueron juzgados. Criminales de cuello blanco y sin él comparten cárcel y salen completos.
Aunque la ficción no nos debe realismo, el intento de Audiard por introducir un México con problemas reales merece una mirada bajo la lupa de quiénes lo habitamos. Y en ese contexto, es sencillamente cursi, inverosímil, un arco de redención que solo podría concebir una mente desafinada de la profunda impotencia que habitamos.
Emilia Pérez se estrenó en cines mexicanos el 23 de enero. Ahora disponible en la plataforma Paramount+ .
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