Virginia Woolf y la Dualidad: Una Mirada a Orlando.

Por Barbarella D´Acevedo.

La EncinaThe Oak Tree– es el título del largo poema que durante siglos compone Orlando, protagonista de la novela del mismo nombre de Virginia Woolf (1882-1941).

Orlando fue concebida por su autora en 1928 y fue la sexta novela de quien naciera bajo el nombre de Adeline Virginia Stephen —el apellido Woolf lo adoptaría tras su matrimonio con Leonard Woolf—. Según ella misma confesara esta obra es una suerte de pausa después de “serios libros experimentales” —era magistral en el manejo de las tendencias más contemporáneas de su época incluida la técnica del flujo de la conciencia, desarrollada por otro grande de la etapa, James Joyce—. Orlando, tal vez por su estilo más accesible, constituye una de las obras más populares de su autora.

Virginia Woolf fue una figura prominente en la sociedad londinense de su tiempo. Nacida en el seno de una familia de intelectuales victorianos —su padre, Sir Leslie Stephen (1832-1904), era también escritor y su madre, Julia Prinsep Jackson (1846-1895), había sido modelo de pintores prerrafaelitas— perteneció a lo que sería conocido como círculo de Bloomsbury, irreverente grupo integrado por diversos intelectuales británicos de la época. También es recordada por su trágico suicidio en el río Ouse, cuando la Segunda Guerra Mundial era una amenaza para el mundo. Lo cierto es que Woolf llegó a desarrollar una prolífica labor literaria: escribió nueve novelas, además de cuentos, artículos críticos, ensayos, biografías, diarios. Sus protagonistas en la ficción solían ser mujeres, como ella misma, tal vez porque entendía mejor que nadie lo que ser mujer implicaba en el mundo victoriano y eduardiano.

Orlando se presenta con el subtítulo “una biografía”, y se desarrolla en seis capítulos, siendo en realidad una suerte de parodia de tal género, que fuera predominante en la Inglaterra victoriana. El narrador, en tanto pretendido biógrafo, asegura por instantes no conocer los detalles de la historia a cabalidad, en tanto le faltan fuentes para su reconstrucción y de ese modo se burla de las verdades absolutas de tantos historiadores.

En esta obra es posible “leer” la tradición literaria universal: Orlando es Odiseo, es Enéas, es Dante ante la boca del infierno de las tumbas de los antepasados, sobre las que se erige la casa tutelar; es Hamlet al encontrar el cráneo del bufón Yorick, cuando su espíritu melancólico, lo hace tomar la mano de un esqueleto y moverla de un lado para otro mientras le interroga sobre la vida; es un Quijote, o cualquier caballero dispuesto a la aventura pero con la obsesión de la lectura y la literatura como base; es Penélope al destejer su tapiz de escritura, no en el intento de eludir pretendientes sino en la búsqueda de la perfección literaria.

La novela se inspira en la vida de la amiga y amante de la Woolf, Vita Sackville-West, también escritora y además jardinera. Vita, como Orlando, vivió una etapa en Constantinopla. Al igual que la protagonista del texto de Woolf, sufrió innumerables litigios para poder conservar la propiedad de su casa, debido a que en tal época las mujeres no tenían derecho a tener propiedades sin estar casadas. Vita como Orlando era bisexual y escritora.

La narración es por momentos fragmentaria. Y también de un ritmo hilarante. El lector tarda un poco en ubicarse temporalmente, en saber cuántos años han pasado de un capítulo a otro. El protagonista de la novela que nos ocupa transita varios siglos de la historia de Inglaterra: pasa por el período isabelino, los reinados de Jacobo I y Carlos II, conocido también este último como período Restauración, el siglo XIX, y llega hasta las primeras décadas del siglo XX.

Singular es el manejo de la instancia temporal a lo largo de esta novela, en la que se diría que el tiempo se ensancha, se dilata, sin que se necesiten justificaciones ni fantásticas, ni realistas, para ello. Orlando tiene apenas treinta y tantos años cuando han pasado trescientos de su primera aparición, acometiendo la cabeza de un moro al iniciarse la historia.

Singular es también el hecho de que Orlando inicie la novela como hombre y a lo largo de la trama, tras dormir un largo e inexplicable sueño, se transforme en mujer. Pero todo no queda ahí, él/ o la protagonista continúa afrontando cambios de traje sucesivos, que le permiten defender la dualidad sexual[i]: “Parece que no le costaba (…) esfuerzo mantener ese doble papel, pues cambiaba de género con una frecuencia increíble para quienes están limitados a una sola clase de trajes”.[ii]

Orlando después de todo sigue siempre el mismo “(…) El cambio de sexo modificaba su porvenir, no su identidad”.[iii] La esencia permanece inalterable: Solo el exterior se modifica. La metamorfosis, insistimos en aclarar que, externa, opera en todo, incluso en el país. Con el inicio del siglo XIX la humedad lo inunda todo “(…) de un modo imperceptible y furtivo (…) el clima de Inglaterra cambió y nadie lo supo”.[iv]Sin embargo la moral, las normas y las reglas permanecen inalterables.

Este ejercicio literario se encuentra permeado por el cambio de sexo, las relaciones homosexuales, y la ridiculización de los roles: “¿Estás segura de no ser un hombre?” “¿Será posible que no seas una mujer?”[v]Son las preguntas que insistentemente se hacen Orlando y su marido: Por diversos que sean los sexos, se confunden. No hay ser humano que no oscile de un sexo a otro, y a menudo solo los trajes siguen siendo varones o mujeres, mientras el sexo oculto es lo contrario de lo que está a la vista”.[vi]A la par critica el papel de la sociedad en la imposición de los roles y particularmente en las asignaciones al respecto que se le hacen a la mujer. Desde tal dimensión Orlando tiene nexos con el ensayo feminista de la Woolf, Una habitación propia, dónde asevera: “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia si quiere escribir ficción”.

Sin embargo, por más que prevalezcan todos estos leitmotivs, a lo largo del relato, su verdadero centro es La Creación, en este caso literaria, como lo fue también en la vida de su autora. No importa ser hombre o mujer, noble o pobre, porque la esencia es escribir: Crear es el verdadero acto trascendente que mueve al artista, es la identidad real, lo interno invariable.

Adaptación al cine

En la creación poética como centro, es que se alcanza a entender el singular manejo de la instancia temporal en la historia, así como el cambio de sexo de su protagonista. La obra es un proceso inacabado más que un resultado. Supera la instancia temporal de una vida y necesita de muchas para concretarse. Tiende a la infinitud del tiempo.

En Al faro, novela de Woolf de 1927, anterior a Orlando, uno de los temas recurrentes, es justamente el proceso creativo: uno de sus personajes, Lily Briscoe, se debate en vacilaciones acerca de la concreción de su obra y tarda años en concretar una pintura inconclusa. En medio de esto, otro personaje la lleva a la duda continua, en tanto señala que la escritura y la pintura no están hechas para las féminas. Finalmente, Briscoe descubre en el propio acto creativo la trascendencia, sin que la preocupen la fama, o la obsesión de dejar un legado.

La Encina, como hemos dicho, es el título del poema, que Orlando lleva oculto en su seno de un lugar a otro, y que escribe, re-escribe y des-escribe —en ocasiones borra más que avanzar— durante siglos, pero es también el árbol vecino a la casa familiar, a la que siempre regresa, y junto al cual pasa innumerables horas de contemplación. Es el símbolo vivo, de permanencia, ante el paso de los siglos. La encina es por demás una planta monoica, donde ambos sexos se presentan a la vez. La creación, en Orlando, es como la encina árbol, dónde el alumbramiento llega finalmente tras la unión de los opuestos en un mismo ser. La escritura es como el acto sexual, en qué los principios contrarios se integran y alcanzan una voz. Orlando concluye su obra, la entrega al mundo al publicarla —alcanza la fama sin preocuparse por esta— y tiene después un hijo carnal. Orlando y la Encina son entonces la misma cosa: hombre-mujer, árbol, obra, vida, sí, porque la vida se escribe también a lo largo de la eternidad como un largo y perfecto poema.


[i] Resulta curioso destacar que la propia Woolf protagonizó un acto de travestismo público en lo que se conoce como la broma del Dreadnought, junto a otros miembros del grupo de Bloomsbury: se disfrazó de hombre para formar parte de una falsa embajada de príncipes abisinios, con el fin de burlarse de la Marina Real Británica.

[ii]Woolf, Virginia (2000). Orlando. La Habana: Instituto Cubano del libro. p. 131

[iii] Ibídem, p.82.

[iv] Ibídem, p. 134.

[v] Ibídem, p. 152.

[vi] Ibídem, p. 112.

Barbarella D´Acevedo es escritora, profesora y editora. Teatróloga, graduada del ISA y del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Su obra ha sido editada asimismo en diversas antologías a lo largo del mundo. Cultiva disímiles géneros: novela, cuento, poesía, literatura fantástica, literatura erótica, periodismo, crítica, teatro, literatura para niños y jóvenes. Ha sido traducida al francés, al inglés y al esloveno. Es considerada una de las voces jóvenes importantes en la Cuba actual.


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