Oscars 2025: Mikey Madison no podía robarse lo que ya era suyo.

En un texto que escribí en colaboración con otras plumas para Revista Purgante sobre las películas nominadas al Oscar de este año, decidí abordar la explosiva The Substance de la directora francesa Coralie Fargeat ¿Por qué? Porque me parece la película que resultará más trascendente de toda la selección que esperaba un laurel en la ceremonia del pasado 2 de marzo. No hace falta hurgar mucho dentro del mundo virtual y real para encontrar comenta sobre la película que va desde memes hasta profundos conversatorios: la edad, las mujeres, los cuerpos, la realización cinematográfica, la belleza, las industrias, el cine de género, Demi Moore; muchos de estos temas, lamentablemente, parecieran no tener fecha de caducidad, contrario a los personajes principales que la película presenta.

Dentro de una parafernalia visual entre el body horror y la ciencia ficción, The Substance establece la premisa del más extremo autosabotaje femenino por querer alcanzar una versión irrealmente perfecta de sí misma a través de dos dimensiones de una sola mujer; una quiere verse más joven, más hermosa, más perfecta, mientras que a la otra se le sistematiza para comerse el mundo a contrarreloj dada su juventud como el nuevo juguete a exprimir. «REMEMBER YOU ARE ONE». Por otra parte, presenta la perspectiva externa relacionada con la visión reforzada por un sistema patriarcal en la que se ve a las mujeres como productos desechables que son útiles hasta que sus diversos sistemas y contextos lo deciden.

Bajo esa consigna, se ha comentado que el gane de Mikey Madison, de 25 años, sobre Demi Moore, de 62 años, por el Oscar a Mejor Actriz representa la trama de The Substance en el mundo real. Sería así si a Madison la hubieran premiado únicamente por ser joven y bonita, variables que pasan a segundo plano detrás de su extraordinario trabajo en la caótica Anora de Sean Baker, por lo que ese argumento es una completa falacia; sin embargo, sí refuerza el estatuto de la historia, pero no solo para Demi, sino para Mikey también.

En mi texto para Revista Purgante también reflexiono sobre la poca atención que se ha puesto a la otra dimensión del mismo personaje (volvamos a recordar que «SON UNA MISMA» y todo el tiempo se nos reitera en la película). Sue representa a esa mujer joven a la que se le cuelgan una tremenda cantidad de “deberías” para cumplir a contrarreloj. Para ella son 7 días, para muchas mujeres ese número representa “antes de los 25, de los 30, de los 35, de los 40”. Muchos de esos deberes parecieran ser parte de una autorrealización, pero en un fondo no muy profundo terminan siendo para el gusto de los demás.

¿Qué va a pasar? Que ahora a la joven actriz ganadora del Oscar se le va a EXIGIR cumplir con ciertas expectativas, no las suyas, sino las nuestras. Si Mikey Madison decide llevar un paso lento y cauteloso en su carrera —como lo ha hecho hasta ahora—, bajar las revoluciones, o irse de vacaciones por un año entero sin películas por filmar —estamos hablando de una actriz que ni siquiera tiene redes sociales—, a nosotros ¿qué nos importa? Su trabajo en Anora ya está hecho y lo único que le correspondía tras ello era cosechar lo sembrado, y ya lo hizo.

Además de ser culpada por la “desgracia” de su compañera a quien, por cierto, tenían arrumbada y empolvada muchos de los que hoy se quejan amargamente, se le acusa de ‘‘robar’’ la estatuilla a Mejor Actriz. «Robar» es definido como quitar o tomar para sí con violencia o con fuerza lo ajeno, o hurtar de cualquier modo que sea algo que no es tuyo.

Mikey Madison no le robó nada a nadie. No ganó el Oscar a Mejor Actriz por ser joven y bonita nada más. Lo que hizo en Anora es monumental. Madison cargó con una sola mano toda una vorágine de caos convertida en una película de 2h 20m mientras que con la otra marcaba el camino para sus compañeros. Y salió avante dándole vida a un guion de 138 páginas casi por sí sola a través de una versatilidad que transita por la comedia, el romance, el drama y la tragedia. Anora es una película que se sustenta en la interpretación de su actriz la cual implicó un entrenamiento de cinco meses en pole dancing y baile, clases de ruso, una mudanza a Brighton Beach por parte de la actriz angelina para adoptar el acento neoyorkino preciso que su personaje le pedía, así como la convivencia diaria con trabajadoras sexuales y gente de los antros neoyorkinos por iniciativa propia de Madison para entender las formas de comunicación en esos círculos. Y es que, si uno ve cualquier entrevista de Mikey, el contraste entre su personalidad retraída y tímida con la bomba desquiciada en la que se convierte en pantalla, es impactante. Y ahí es en donde sus recursos como actriz son verdaderamente notables. Así que después de ganar los máximos premios del Sindicato de Directores, del Sindicato de Productores, del Sindicato de Guionistas, el BAFTA a Mejor Actriz, el Independent Spirit a Mejor Actriz, y más de 60 premios en los circuitos de críticos, el triunfo de Mikey Madison no salió de la nada y no era posible que una película como Anora ganara el Oscar a Mejor Película —como se perfilaba después de ganar Mejor Guion Original y Mejor Director— sin ganar el Oscar para su Actriz.

Entre las nominadas se encontraban las dos actrices mencionadas junto a Fernanda Torres —la otra contendiente real gracias a su estupendo trabajo de contención emocional— por Ainda Estou Aquí (dir. Walter Salles), Cynthia Erivo —de quien me abstengo de opinar por no haber visto la película, aunque su talento vocal es innegable— por Wicked (dir. Jon M. Chu), y Karla Sofía Gascón por Emilia Pérez (dir. Jacques Audiard) —cualquier comentario ya está de más—. Estaríamos hablando de un «robo» si un trabajo inferior al de Demi Moore hubiera sido el ganador entre un grupo de actrices que tuvo que explorar y representar diferentes vulnerabilidades. No fue el caso.

Al elevar los parámetros y estándares que creemos que Mikey Madison debe alcanzar tras su gane y el mirar con compasión a Demi Moore tras su derrota como si su carrera ya no diera para más, con o sin trofeo, en lugar de impulsarlo como un punto de partida hacia una nueva etapa en su filmografía, vislumbra que quizás no es la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas la que confirmaría la premisa de The Substance en el mundo real, sino nosotros como audiencia. Eso también refuerza la historia que, al parecer, para muchos significa ver a la juventud como la gran antagonista, villana, o amenaza como síntoma egodistónico de un sistema ante el cual terminamos sucumbiendo voluntaria o involuntariamente.

Demi Moore abonó a la trascendencia propia y de su película con un personaje resquebrajado y doloroso, sumamente realista entre todas las libertades que concede el cine de género, que implicó echarse sus buenas horas de maquillaje encima y, a la vez, despojarse de tabúes propios y que también le fueron impuestos por otros a su autoconcepto como actriz. Demi resultó ganadora de la conversación por muchos años más y contribuyó a que el cine de horror siga siendo reconocido. Moore ganó en la veneración popular y conquista de nuevas generaciones cosechando una película más por la cual ser aplaudida.

Lo que me parece más curioso es que podría apostar que esto no hubiera pasado si el jovenzuelo Timothée Chalamet le hubiera ganado el premio a Adrien Brody o Ralph Fiennes.

Siempre es con las mujeres.


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