Buscando agujas en un pajar: Mirada a ’37 armónicos para una fuga’, poemario de Vero Delgadillo.

Por Sergio Gareca.

Vero Delgadillo sorprende en la Feria Internacional del Libro de Santa Cruz, Bolivia, con la reedición de dos de sus libros. Ambos premiados, en su momento finalistas en los certámenes nacionales Yolanda Bedregal 2012 y el segundo lugar en el Concurso Franz Tamayo 2020.

En este caso nos ocuparemos de “37 armónicos para una fuga”, libro de alta sensualidad, con aspiraciones musicales, por su título y su tonalidad, sutil pausada y sugerente. Sin embargo para mí es más un libro de costura, apicultura y acupuntura.

Tenemos el consabido refrán que dice «más difícil de encontrar que aguja en un   pajar».

Da la casualidad que yo creo que Verónica Delgadillo encontró en algún lugar esa aguja y con ella escribe. Me refiero a eso porque para haberla divisado, se requiere de especial cuidado para retirar paja por paja. Y asirla bien, a la aguja, para no volverla a perder. El ejercicio de su poesía es exactamente ese. Escribe por exclusión. En tal sentido, todo el borde de su texto es silencio contundente y notorio.

Nos muestra los poemas con motricidad fina. Vale decir con el pulgar y el índice.

Haciendo pinzas.

Una vez tenida la aguja mágica hace los ejercicios que le permite su puntiaguda misión de escribir. Hace acupuntura, porque es para ella muy importante el cuerpo. El cuerpo amado y el cuerpo amante. Ese pajar también podría ser un nido. Pajar-hito. El canto del ave del pajar. El trino del nido. Del mismo modo en que el pájaro va escondiendo pajitas y varillas para su nido.

Así se construyen los poemas de Vero, con agujas escogidas delicadamente. Más que escribir escoge.

Por dejar entender de dónde escoge las cosas pone claramente una al lado de otra cuando las encuentra igual de importantes al momento de ser Adentro y afuera, arriba y abajo, morir y nacer, dormida y despierta, ayer y hoy,  cerca o lejos, yo y vos, y todo y nada.

Como se ve, el primer filtro que ordena las cosas en grupos es ordenar los asuntos por contrarios complementarios donde sobresalen desde luego “yo y vos”, en ese aislamiento, va buscando esa aguja en el pajar.

Esta imagen de las agujas me la sugieren los versos del poema celebración:

Hay un espacio sólido

entre el mundo y la herida,

pasa el amor lleno de luz.

Da la idea de que en ese espacio de separación entre izquierda y derecha aparece la aguja, el conector. En algunos casos ese conector pueden ser las palabras: orilla, en el caso del Desembarco del rey; o, cruzar, en el caso del poema Esta tarde.

En el primer caso, claramente, es una bella metáfora de erotismo. En el segundo caso, la salida del mundo en un atolladero hacia un hogar.

Es la búsqueda de puntos medios, para eso recurre a cuentas. Varios de sus versos en distintos poemas enumeran las cosas: uno, dos, tres…

Es la búsqueda de esa aguja.

En otros casos va buscando otras palabras más, de manera clara, descartando. Y es, pienso, el residuo de la búsqueda mucho más exhaustiva que ha sido escribir el libro excluyendo mucha, mucha realidad. 

Va cayendo el sol como una palabra:

jardín,

residuos de…

En otro poema:

Canjeamos las palabras grandes e inasibles,

como eternidad,

como regreso,

como patria

(…)

Donde crujen las palabras

como tachos vacíos.

Como puede observarse, es un continuo filtrar hasta encontrar.

En otros casos estos puntos medios, “conectores”, son simples preposiciones enunciados en los versos, límites de palabras contra otras palabras: sin, con , en; en el caso del poema Peregrina. 

Otro detonante que me sugiere esta idea de aguja en el pajar es el poema Sendero Chibcha que entre algunos versos dice “… un hilo de certezas”; “tu mano apuntó el fin de la historia, mi mano la tejió.”

***

Ya encontrada la aguja en el pajar, que no es otra cosa que la palabra, vemos que esta palabra buscada, precisada, no es otra cosa que el confín de la propia poeta. La aguja costura, la aguja escoge los lugares del cuerpo de su amante, y su aguja la defiende siendo una suerte de aguijón. No olvidemos que algunas abejas mueren al perder sus aguijones. El poemario comienza con ese tipo de alusiones: “vengo a morir en vos”.

La máquina de costura no es para esta aguja, tampoco lo es el remiendo. Son piezas de delicado encaje, hechas a mano. De ahí su sensualidad, su intimidad, su sugerencia y de algún modo su secreto. Habrá que tener cuidado pues puede que lleve una aguja en la cartera, para escribir punto a punto.

Liturgia

Abrí la ventana, amor,

que vuelo

alzada por un cardumen.

Llevo en las manos

las verdades de tu boca

y en la boca

la nostalgia de tus manos.

Abrí la ventana, amor,

cerrá la puerta

tirá la llave:

vengo a morir en vos.


Peregrina

Tengo un cuerpo espuma

que renace y estalla,

un respiro

 sin

  con

 en

que va de un instante sombra

a un enero breve,

badana bajo la risa,

plumas

como brisa oscura.

despierto sigo creo

vivo como puedo.


Sendero Chibcha

Y yo tomaré tu mano

y vos la mía

y caeremos,

y la ciudad dejará de ser

un cúmulo de reflejos

para ser la presencia

que baja

por sobre un hilo de certezas,

que conjugará

en tres tiempos

nuestros nombres.

Nuestro momento era ese,

aquel,

 no otro.

Y yo te elegí

y vos no.

Tu mano apuntó el fin de la historia,

mi mano la tejió


Desembarco del rey

Es infinito el mar

y tiene un puerto donde acaba el mundo.

Llegan botes

con la urgencia inabarcable

de todos los que alguna vez

se dejaron mar adentro,

más adentro.

Una boca precisa para los dedos,

el tacto y

la humedad de las olas

en la orilla.

Desembarca un enjambre de hormigas

sobre un puente ondulado y largo.

Suben ambos pilares,

se reconocen,

se organizan,

cunden,

se apoderan del fuerte

 porque quieren

 porque pueden.

Mi boca es una flor

abierta en altamar,

saltando entre peñascos

y nubes,

sin importarle hablar.


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