La forma en la que nos comunicamos con nuestra audiencia es la herramienta más poderosa para hacer cine.

Por Alexa Sefchovich Domínguez.

“If you confuse, you lose.”
-Donald Miller


Muchas compañías cinematográficas invierten sumas millonarias en la producción de sus películas, pero aun así, muchas de ellas fracasan estrepitosamente en taquilla. Ni siquiera los esfuerzos desesperados de los departamentos de marketing logran rescatarlas. Entonces, ¿qué hace que algunas películas triunfen y otras sean olvidadas, incluso cuando las primeras siguen siendo recordadas décadas después?

La respuesta radica en la comunicación. En los últimos años, muchas productoras han priorizado la cantidad sobre la calidad, lanzando películas en serie sin detenerse a pensar si realmente tienen algo valioso que decir. Sin una historia bien contada ni una comunicación clara, lo que se genera son productos ruidosos, que no solo aburren, sino que decepcionan profundamente a las audiencias. Y, aunque a la industria le cueste admitirlo, ni el CGI más espectacular, ni la inteligencia artificial más avanzada logran sustituir el poder de una historia auténtica y bien estructurada.

Lo que realmente conecta con el público es la narrativa, la capacidad de contar una historia con claridad y propósito. Esto empieza desde el guion. Si el espectador no logra comprender e identificarse con la trama en los primeros cinco minutos, comenzará a desconectarse, a pensar en otras cosas… y eventualmente, a abandonar la experiencia.

Photo: Medium

Donald Miller, en su libro Building a StoryBrand, propone un marco teórico que puede aplicarse tanto a la mercadotecnia como a la creación de guiones. Su enfoque se basa en la simplicidad, la empatía y la claridad. Y aunque muchos puedan resistirse a la idea de que exista una fórmula para contar historias, la realidad es que la mente humana necesita estructura. Cuanto más predecible es una historia (en términos de su esqueleto narrativo), más fácil es para el cerebro seguirla y disfrutarla.

La clave está en la claridad

Toda historia exitosa responde, de manera implícita o explícita, a cinco preguntas fundamentales:

1. ¿Quién es el héroe?
2. ¿Qué es lo que desea?
3. ¿Quién o qué se lo impide?
4. ¿Qué pasaría si fracasa?
5. ¿Qué ocurre si tiene éxito?

Si estas preguntas no se responden desde el inicio, el público pierde el interés. Y cuando eso sucede, el resultado son malas críticas, salas vacías y un equipo creativo frustrado. ¿Por qué? Porque el espectador no quiere simplemente ver una película: quiere sentir que está entendiendo algo, que está conectado emocionalmente con la historia. Si no se logra eso, su atención se irá… probablemente hacia la competencia.

Contar una historia de forma clara no significa subestimar a la audiencia. Significa comprender sus emociones, identificar qué desean experimentar y diseñar una narrativa que los lleve por ese viaje emocional, con sentido, con coherencia, y con un mensaje que puedan recordar.

El verdadero villano del cine: el ruido

Cuando hablamos de “ruido”, no nos referimos al sonido o a las bandas sonoras, sino a la confusión narrativa. El ruido aparece cuando el mensaje de una película se diluye entre escenas innecesarias, efectos sin propósito o diálogos que no comunican. Hay una diferencia enorme entre lo que el director quiere decir y lo que el público realmente entiende. Las audiencias no responden a la intención, responden a lo que logran percibir.

Los 7 pasos para crear grandes historias:

Todo buen guionista sabe que el arte de contar una historia no está solo en lo que se dice, sino en lo que se omite con inteligencia. Si queremos que nuestras películas conecten, debemos dejar de aturdir al público con ruido innecesario y empezar a comunicar con claridad, propósito y estructura.

Para lograrlo, necesitamos una metodología. Un marco que nos permita organizar nuestras ideas, reducir la carga cognitiva de quien nos ve, y eliminar toda confusión. Porque, al final, el cine no solo se trata de entretener: se trata de comunicar algo que pueda quedarse con el espectador mucho después de que los créditos hayan terminado. Ahora bien, hablemos sobre este marco que nos presenta el libro de Donald Miller, a lo que él llama “SB7 Framework”. Este marco, nos va a permitir organizar nuestras ideas en 7 breves categorías:

Un personaje
Tiene un problema
Y conoce a un guía
Que le da un plan
Y le lanza un llamado a la acción
Lo que puede culminar en el éxito
O en el fracaso

Ahora sí revisemos el ejemplo de Star Wars: Una Nueva Esperanza, en este episodio de esta cinta, podemos observar a nuestro protagonista Luke Skywalker quien está experimentando una tragedia devastadora, ambos tíos suyos, han sido asesinados por el Imperio. Esto, genera que existan una serie de eventos dentro de la cinta que hacen que el personaje de Luke inicie su travesía para convertirse en Jedi, destruya el Imperio y la Estrella de la Muerte, lo que hace que la Rebelión pueda sobrevivir y pelear un día más dentro de esta historia. Conoce a su guía Obi-Wan Kenobi quien previamente entrenó a su padre para el mismo propósito.

El ejemplo dado anteriormente, es como la mayoría de las historias en el cine son escritas, sin embargo, puede que no todas sean tal cual se describió previamente. Algunas de ellas pueden tener más de un guía o simplemente no tener ninguno, pero la fórmula es prácticamente la misma para casi todas las películas que vemos en la gran pantalla. Dicho lo anterior, es preciso mencionar que mientras más nos alejamos de este modelo de narración, más difícil es lograr la atención del espectador final. Sin embargo, hay algunas películas que logran romper con esto y que aun que ganan fama entre los críticos de cine a quienes les gusta desmenuzar un filme parte por parte, la realidad es que al espectador promedio no le gustan las cosas tan complejas, por lo cual buscan entretenerse con historias más simples y accesibles.

Tres preguntas cruciales en el desarrollo historias cinematográficas simples:

Para conocer estas tres preguntas, es importante recordar que el RUIDO, es el peor enemigo de todas las historias y no se debería detener una película por ningún motivo para responder estas 3 simples preguntas:

¿Que quiere el héroe?
¿Quién o que se está oponiendo para que el héroe obtenga lo que quiere?
¿Cómo se vería la vida del héroe si llegase a obtener o no lo que este quiere?

En caso de que estas tres preguntas no se puedan contestar en los primeros 15 a 20 minutos de película, la historia se va a reducir al ruido de la misma y seguramente va a ser un rotundo fracaso en taquillas. Así mismo, cabe destacar que todo, absolutamente todo lo que no sirva para la trama se tiene que ir, si lo que se quiere es simplificar la narrativa de una película, ya que aquí no hay de a medias tintas… o estas ayudándole al público a entender mejor la película o lo estas llevando por el camino de la confusión. Es decir o creas música para ellos o solo estas haciendo ruido por hacerlo nada mas.

En conclusión, esta escritora opina que en un mundo saturado de contenido, donde la atención del espectador es cada vez más limitada y exigente, el cine necesita volver a lo esencial: contar historias con claridad, intención y emoción. No se trata de fórmulas rígidas ni de sacrificar la creatividad, sino de entender que la estructura narrativa y la comunicación efectiva no limitan el arte, lo potencian. Una buena historia no necesita gritar para ser escuchada; necesita ser comprendida.

Cuando el cine logra hablarle al corazón de su audiencia, sin ruido, sin pretensión, con propósito, entonces se convierte en algo más que entretenimiento: se transforma en memoria, en conversación, en legado.

Porque al final, hacer cine no es solo crear imágenes en movimiento… es lograr que esas imágenes se sientan, se entiendan y se queden con nosotros mucho después de que la pantalla se apaga.


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