‘Drácula: A Love Tale’ (2025): El vampirismo nacido del duelo y la soledad.

Por Eli Montelongo.

A lo largo de los años hemos consumido hasta el cansancio el cuento de Drácula en todas sus modalidades: la primera vez fue de la mano de Bram Stoker, luego lo vimos en los noventas con el filme de Francis Ford Coppola, pasando a el vampiro de los dosmiles que reencarnó en Luke Evans con la película “Drácula: La Historia Jamás Contada”, pero si lo analizamos a profundidad y quitando lo gore que es el hecho de que un ser que ha vivido por siglos, habitante de la oscuridad, se alimente de sangre esencialmente humana podemos ver cuál es en realidad el problema de este monstruo: el amor.

Cada vampiro, llámese Edward, Drácula, Vlad, Nosferatu, no se encuentra embelesado por el elixir que es la sangre sino que su verdadero veneno es la persona amada que lo acompañará por la eternidad y de alguna forma se le es arrebatada llevándolo a luchar contra viento y marea para estar a su lado (lo de atemorizar y matar gente está en segundo plano) así que si no nos ha quedado esto muy en claro ahora llega el director Luc Besson (“The Fifth Element, “Valerian”, “Léon: The Professional”) con una nueva versión del temido vampiro, pero de una forma cómica y, obviamente, romántica.

Long story short: Vlad es un príncipe enamoradísimo de su princesa, Elisabeta, pero desafortunadamente es llamado a la guerra por lo que reza para que Dios (Todopoderoso) cuide de ella mientras está lejos. Gana la batalla, defiende su reino, lamentablemente en el proceso su amada esposa muere así que culpa a “el gran señor” de abandonarlo, rebelándose contra su pastor y condenando su propia vida a la eternidad (exacto, el castigo por estar en contra de Dios es no tener derecho a morir, vagando solo por los siglos de los siglos, amén). Como sea, pasan 400 años hasta que Jonathan Harker, un abogado parisino, cae en las garras del príncipe y éste lo convierte en su prisionero ya que, curiosamente, la prometida de Harker es el doppelgänger de Elisabeta y Vlad la quiere para él así que esto desencadena una serie de acontecimientos donde la iglesia se une a la búsqueda y caza del vampiro para detenerlo y salvar a la prometida de Jonathan. Interesante, ¿No?

Lo atractivo del filme de Besson es que retrata una pura alegoría al amor. La pérdida, el duelo y sus sentimientos por Elisabeta son lo que lleva al vampiro a cometer atrocidades hacia la raza humana. El simple hecho de perderla ocasiona que Vlad desafíe e incluso acuse de su desdicha a un ser mucho más grande que él. Los años de este personaje transcurren entre viajes, países, mujeres, la vida se le va en una insaciable cacería para estar con su media naranja una vez más y lo vemos en el filme con un montón de escenarios, vestuarios, bailes, primaveras e inviernos que nos muestra el director francés. No sé a ustedes, pero a mí me recuerda a esa escena de “Hércules” (ladeDisney, claro) cuando salta a un nido de almas para alcanzar la de Megara y recuperarla, o no tan lejos, Romeo y Julieta muriendo porque no soportan estar sin el otro.

Este Drácula interpretado por Caleb Landry Jones (“Get Out”, “X-Men: First Class”) es un dandy y un amante melancólico antes que un monstruo. Las miradas de ternura y anhelo que tiene hacia Elisabeta/Mina (interpretada por Zoë Bleu Sidel) hacen suspirar, pensando que nadie nos ha querido de tal forma, con tanta entrega. Además, hay que recordar que tenemos una nueva actuación del señor Christoph Waltz, ahora como un sacerdote (por no decir que es nuestro nuevo Van Helsing) que ha analizado por décadas al vampiro para ponerle fin a su infierno, presentado como un personaje crítico, valiente y con algunos momentos que hacen reír.

“Drácula: A Love Tale” nos enseña que el verdadero miedo no surge de la oscuridad, de los mitos o de lo sobrenatural, sino que viene de la soledad y la pena. Los encantamientos, la magia, lo extraordinario, todo eso puede tener una explicación e incluso se pueden romper los hechizos, lo que verdaderamente aterroriza es no volver a sentir felicidad. Hundirte en la tristeza, sentir que tu corazón ha sido arrancado, ser un cuerpo sin vida porque la alegría se ha esfumado, una vela que apagaron para la eternidad, ¿a quién vas a culpar? ¿al destino, el universo, dios? ¿por qué a ti? ¿Existe una explicación para la desdicha? Las bestias se combaten, pero ¿cómo sigues adelante después de haber amado con intensidad y haberlo perdido para siempre?



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