Decía María Félix que a una actriz no se le investiga, se le inventa. Que la vida de una actriz es sueño, y si no es sueño no es nada. Lo que no es invento es que cada tanto tiempo surge un nombre en la escena mexicana que conjuga el esplendor que tanto le gustaba a La Doña, el privilegio de pertenecer a la aristocracia del talento que le fascinaba todavía más, los pantalones tan bien puestos que volvieron histórica a Doña Bárbara y la guapeza con entendederas de una devoradora. En los últimos años, la suma de todos esos factores desemboca en el nombre de una actriz en particular que, a diferencia de María, no rechazó la invitación extendida por Hollywood este año: Ximena Romo.
Elegante actriz de belleza clásica —eco de esa percha distintiva de aquellas actrices disruptivas que marcaron pauta en el cine mexicano de los 70 como Helena Rojo, Ofelia Medina, Isela Vega, Diana Bracho o María Rojo— en Ximena Romo tampoco se vislumbra ni un mínimo dejo de miedo a la hora de adentrarse a los trastornos mentales, la violencia, la sexualidad, las posesiones demoniacas, los toquines callejeros o las biopics a través de personajes que retan esa imagen que podría hacerla sentir idolatrada como toda una María Bonita; lo que Ximena ha buscado es transgredir incluso sus propios alcances por medio de historias que le saquen la vuelta al conformismo y que ya le han conseguido ser una de las actrices infalibles para el público atento a las nuevas propuestas del cine mexicano.
Si se le tuviera que describir con un adjetivo como actriz sería «valiente», porque apenas con 35 años de edad lleva más de quince años de pasos tanto en el cine como en el teatro y la televisión, en donde ha ido de ser la fallida heroína de reinas de belleza a la trágica villana de telenovela que se roba el protagónico; de la escena musical kitsch de los 90 a la estrella más grande de la época de oro del cine mexicano; de castradora de Santa Fe a glamorosa estafadora internacional y se ha puesto los mismos zapatos que Nicole Kidman, Drew Barrymore, Madonna e incluso Satanás. En lo que apenas son los cimientos de una carrera que se vislumbra más que prolífica, se podría decir que Ximena Romo ya lo ha hecho prácticamente todo.
Este es un recorrido por su carrera narrado por la mismísima María Félix, quien pareciera haber trazado el camino de quien la interpretaría a futuro o para que precisamente fuera ella quien la llevara a la pantalla para hacerle justicia. Sabemos que lo que la Félix quería, era lo que se hacía.
‘‘Yo he de haber nacido en Sonora, en mi tierra de Álamos, con mis montañas, con mi aire. Ahí creo que nace la belleza’’.
Ximena Romo Mercado nació en la Ciudad de México un 14 de abril de 1990; sin embargo, no sólo sería el fuego del aries abrileño lo que compartiría con María Félix, también el calor del desierto en la sangre y las raíces de palo fierro que retumban hasta Sonora. Esas raíces que brotarían unos años después y gracias a las cuales interpretaría lo que podría ser considerado el papel de una vida; el personaje con el que la actriz dejaría de ser sueño para convertirse en una absoluta realidad.

Foto: Instagram @ximenalaromo
De ascendencia sonorense por parte de su madre —que no es poca cosa el venir de un linaje femenino norteño—, a Ximena le sobra ese valor necesario mencionado por La Doña para tener un mejor lugar. Como su madre, es una mujer que no teme a ocupar sitios de poder, pero contrario a ella su lugar no estaba en la política, sino en las artes. Dueña y señora de su propio destino, como mencionaba la Machángeles en aquella entrevista con Verónica Castro, Ximena tomó las riendas de su propio camino con esos pantalones que se heredan del norte como una actriz que no tiene miedo a cuestionar sus propios límites y retarlos sin importar la crítica o la taquilla. Y es por eso que es una actriz valiente. No por desafiar a los demás, sino por desafiarse a sí misma.
Artista desde la tripa —bailarina de espíritu y saxofonista de práctica— desde muy pequeña Ximena comenzó a mostrar la vis histriónica que sería descubierta y canalizada por su padre quien, con ojo cinéfilo, direccionó a su hija hacia el teatro musical en donde Ximena encontraría lo que ella misma llama «su casa».
‘‘Y a usted, ¿no le gustaría hacer cine?’’
Fue como un jugueteo adolescente entre amigos que Ximena acudió a un casting para la película Voy a Explotar (2008), ópera prima de Gerardo Naranjo y, sin expectativa alguna, tan sólo dejándose ver en el lugar correcto, terminó obteniendo un papel figurante en la película protagonizada por Daniel Giménez Cacho, Rebecca Jones, Juan Pablo de Santiago y María Deschamps. De ahí brincó al que sería su primer despunte, otra ópera prima del ahora reconocido director Humberto Hinojosa titulada Oveja Negra (2009), en donde compartió créditos con Christian Vázquez, Rodrigo Corea e Iván Arana; película que, inocentemente, representaría sus inicios como la femme fatale que años después encumbraría y que retomaría en su tercera película al hilo, Amaneceres Oxidados (2010) de Diego Cohen, la cual denotaría el apoyo natural al cine independiente que nace en cortometrajes y óperas primas que hasta la fecha sigue siendo un norte en su carrera.

Foto: IMDb
Con el paso del tiempo y dada la experiencia obtenida como actriz, la actuación pasaría a ser un camino de vida para ella, por lo que la profesionalización fue la opción inmediata por medio de Casazul Artes Escénicas y Audiovisuales Argos mientras seguía fogueándose en el mundo real en series de televisión como una modelo confrontando la maternidad temprana en Alguien Más (2013), la joven versión de una trastornada psicoterapeuta en Dos Lunas (2014), y una hijastra adolescente insoportable en la popular Soy tu Fan (2011), personaje con el que irónicamente comenzaría a sembrar el famoso acto de encantamiento con el público.
‘‘Yo he recibido el gran reconocimiento que es el amor de mi pueblo, la gente que me quiere y que me ama. Ese es mi premio’’.
Después de adentrarse en el cine con películas de nicho y en la televisión con personajes pequeños, era momento de probar la dureza de esa madera con la que estaba hecha y que la tenía predestinada a convertirse en el centro de cualquier cámara puesta en ella.
En el 2014 la suerte le pasó por enfrente y, aunque hay gente que no la ve, Ximena la supo aprovechar bajo la dirección de Francisco Franco y la producción de Roberto Gómez Fernández en la telenovela El Color de la Pasión, su incursión a ese tiburón llamado Televisa en donde debutó personificando a Nora Gaxiola, una de las villanas de la historia; una joven mujer con claros rasgos de trastorno límite reforzados y detonados por su propia madre (Claudia Ramírez) y el odio incrustado hacia su hermana (Esmeralda Pimentel) que le permitió explorar las diversas estructuras de la violencia más humana mientras conjugaba sus brotes psicopáticos con el enorme carisma que convierte a las grandes villanas en las verdaderas protagonistas.

Foto: TelevisaUnivisión
Al ser su primera y única telenovela hasta el momento, Ximena se encontró rodeada de nombres como Claudia Ramírez, Arcelia Ramírez, Helena Rojo, Angelina Peláez, Montserrat Marañón, Patricia Reyes Spíndola, entre otros. Dicho esto, terminar siendo el nombre con más esplendor entre esa constelación de figuras emblemáticas de la cinematografía nacional no es cualquier cosa, sobre todo siendo una debutante, pero esa es una hazaña que Ximena sí puede contar en su historial como profesional.
Nora Gaxiola no sólo pondría su nombre en el ojo público de una forma mucho más amplia, sino que la destacaría como una actriz de naturaleza caótica que se mueve cómodamente en los terrenos del desquicio y la locura. Lo que tiene Inglaterra actualmente con Mia Goth, Irlanda con Barry Keoghan, Estados Unidos con la ganadora del Oscar Mikey Madison, o en su momento lo que fue Arturo de Córdova en el cine mexicano y la misma Isabelle Adjani en el cine francés, hoy en día lo tiene la escena nacional con Ximena Romo: una actriz con el instinto requerido para interpretar personajes que siempre se mantienen caminando en la cuerda floja de la estabilidad psicoemocional, hundidos entre la oscuridad de su propia mente y el brillo con el que proyectan los exabruptos propios de la euforia.
Tras las ovaciones por su personaje, la actriz pudo tener a la empresa más poderosa del país a sus pies, como en su momento lo logró aquella puma alameña de mirada devoradora, pero los planes de Ximena estaban del otro lado del mundo: en Londres, continuando su formación actoral.
Mientras tanto, en México se estrenaba una de las películas mexicanas más controversiales de los últimos años muy acorde a la figura que retrataba de forma biográfica: Gloria (2015) dirigida por Christian Keller; película basada en la vida, obra y tumulto provocado por Gloria Trevi y Sergio Andrade en la industria del entretenimiento en la que Ximena tuvo su primer acercamiento a las biopics interpretando a Aline [Hernández], una adolescente que además de ser una de las esposas de Andrade fue la encargada de destapar la cloaca que escondía una red de corrupción de menores ante los medios de comunicación.
Con Aline, Ximena explotó todavía más ese encanto visto anteriormente por el público en Nora fungiendo como una suerte de comic relief en una historia oscura llena de tortura y sadismo de los cuales ella misma se veía brutalmente salpicada, pero el carisma de la actriz al retratar a una joven cegada por la ambición de estrellato también resaltó una vis cómica natural en ella, por lo que no era difícil comenzar a catalogar a Romo como la actriz versátil que con el tiempo se fue confirmando.

Foto: YouTube – Noc Noc Cinema
Ximena regresó de lleno al cine mexicano, ahora sí, en plan estelar con una película ambientada en la década de los 90 que le permitiría reavivar a la bailarina que siempre fue. En esta ocasión su terreno a explorar —y conquistar— sería el del romance en La Vida Inmoral de la Pareja Ideal (2016), una película de Manolo Caro nada lejana al melodrama de telenovela con guiños al musical en la que Ximena interpretó a la joven versión de Martina —personaje compartido con Cecilia Suárez—, una estudiante de escuela católica anhelando una libertad que es reprimida por un entorno conservador hasta que conoce a Lucio (Sebastián Aguirre), el chico nuevo del salón de clases con quien por fin es libre para sentir que se puede morir de amor mientras explora su sexualidad y toma a las artes como manifiesto de revolución juvenil al ritmo de Los Prisioneros y Caifanes.
Nuevamente, entre un reparto conformado por nombres como Cecilia Suárez, Manuel García Rulfo, Mariana Treviño, Eréndira Ibarra y Paz Vega, a Ximena no sólo le llegaría el amor del pueblo que ha abrazado a esta película como un referente a la nostalgia de su primer amor o de las rockolas de adolescencia, también le llegarían los premios convirtiéndose en la acreedora del único reconocimiento por parte del propio gremio para la película: el Premio Luminus (CANACINE) a Promesa Femenina en 2017.
Después del éxito tanto de El Color de la Pasión como de La Vida Inmoral de la Pareja Ideal con personajes que hasta la fecha le siguen siendo celebrados y continúan siendo cercanos al cariño del público, Ximena bien pudo conformarse con ser la bella protagonista enfrascada en el melodrama amoroso que podría tenerla recibiendo ofrendas bajo sus plantas como dice aquella canción de Agustín Lara; pero ella, como actriz, optó por lo contrario. Romo se decantó por el reto que nutre el crecimiento profesional de cualquiera dedicado a la interpretación a través personajes de particular complejidad. Unos estaban en teatro y otros en el cine comercial, pero todos tenían un común denominador: tenían el peso de haber sido interpretados y popularmente queridos bajo el nombre de otras actrices.
‘‘Una mujer original no es aquella que imita, sino aquella que nadie puede imitar’’.
Después de trabajar bajo la dirección de Catalina Aguilar Mastretta y la producción de Carmen Armendáriz, Ximena Romo estaba lista para encabezar repartos y afrontar uno de los momentos cumbres de su valentía como actriz porque toda soldadera de lujo necesita de esas guerras por vencer que tampoco se pueden obviar en el oficio, y una de los más feroces es la crítica.
En 2018 llegó a sus manos la adaptación teatral de una película que tan solo con su título pondría a temblar a cualquiera: Dogville, de Lars Von Trier, adaptada por Miguel Cane y dirigida por Fernando Canek. El personaje en cuestión era Grace, la protagonista, originalmente interpretada por ese peso pesado llamado Nicole Kidman; mujer que es sometida a todo tipo de vejaciones por parte del pueblo que supuestamente le brinda refugio, pero que la toma como su esclava para satisfacer sus necesidades más mezquinas y todo tipo de cruel divertimento mientras nosotros observamos esa espiral de podredumbre como indignos voyeurs.

Foto: Cartelera de Teatro
Por otra parte, un año después, Ximena se enfrentó con un reto similar en la pantalla grande. Al lado de Vadhir Derbez tuvo la encomienda de rehacer Como Si Fuera La Primera Vez bajo la dirección de Mauricio T. Valle; película originalmente protagonizada por Adam Sandler y Drew Barrymore en el 2004 considerada un «clásico» para todos aquellos enamorados que al día de hoy la veneran como si fuera intocable. Aquí, Ximena tuvo la tarea de reinterpretar el personaje de la amnésica protagonista previamente interpretada por la dulce Barrymore.
Hablando con absoluta sinceridad, la crítica no fue amable con Ximena en ninguno de los casos, por el contrario, fue implacable. Juicios enfocados en los apellidos de sus coprotagonistas, inevitables comparativas y factores propios de cada obra determinaron los veredictos hacia su trabajo. No obstante, el temple norteño no le permitió bajar la cabeza porque todas las obras se hacen con la ilusión de que sean maravillosas, y fue ese mismo año que retomó un personaje previamente llevado a las tablas nada más y nada menos que por la Reina del Pop, Madonna. La obra en cuestión fue Codicia, dramaturgia original de David Mamet dirigida por Daniel Veronese en la que Romo obtuvo un discreto respiro de los trabajos previos. Si bien la crítica pudo no estar de su lado en estas vertebras de su columna profesional, eso mismo deja ver lo evidente para entender a Ximena Romo como actriz: ¿Nicole Kidman, Drew Barrymore y Madonna? ¿Von Trier y Mamet? Ximena tiene los pantalones muy bien fajados y su nombre está hecho para compartir espacio con gigantes.
‘‘La diosa que no se arrodilló’’.
Habiendo jineteado la crítica cerril con coraje de terrateniente, los personajes de época comenzarían a hacerse más presentes de lo que fue Aline en su momento. Después de viajar al trágico ‘68 con Un Extraño Enemigo (2018) y a las radionovelas en Mentada de Padre (2019), era el turno de la saxofonista para adentrarse nuevamente al mundo de los escenarios musicales ochenteros, pero no desde esa nostalgia glamorizada ni la escena kitsch, sino desde el punk-rock y los toquines urbanos que mantienen a cualquiera con la pata en la tierra.
Esto No Es Berlín (2019), de Hari Sama, puso a Ximena al frente de Manifiesto Dadá, una banda de punk símbolo de esa contracultura vivida en las tripas subterráneas nocturnas de la Ciudad de México que servían como refugios catalizadores para todos aquellos que no se sentían identificados con los gritos mundialistas de 1986 o el entretenimiento manufacturado por los medios específicamente para consumo.

Foto: IMDb
Con ese estilacho propio del típico sueño de cualquier adolescente buscando libertad, Rita Guerrero parecía el lado punk de aquella Martina inmoral: otra chica buscando hacer revolución a través del arte mientras su entorno se empeñaba en encerrarla dentro de los límites de lo ‘‘moral’’ y el ‘‘deber’’.
Como una reverberación mexa de Joan Jett que recita a Patti Smith en la escuela, Ximena cuestiona a través de Rita Guerrero la disyuntiva de todo artista al momento de direccionar su camino entre tener algo que decir con voz propia y el querer ser popular. En ese diálogo entre ella y Carlos (Xabiani Ponce de León) se encuentra la sinceridad más pura de toda la película y lo que busca decir por sí misma. Y es por esto que Rita es el mejor personaje de Berlín: canta fuerte a favor de la libertad con la sensibilidad de una artista que no tiene miedo a enfrentarse a los botellazos reales de los toquines clandestinos durante el rodaje de una película, pero con una cierta profundidad materna digna de una hermana mayor que le valió su primera nominación al Premio Ariel a lo mejor del cine mexicano en la categoría de Mejor Coactuación Femenina en el 2020.
El camino de la música siguió con dirección a los basureros y la marginalidad ahora como vocalista de La Diosa del Asfalto (2020)… y sus desperdicios, de Julián Hernández; película encargada de retratar la historia de Las Castradoras de Santa Fe, una pandilla conformada por mujeres a mediados de los 80 con un objetivo muy determinado: sobrevivir a las agresiones sexuales de su entorno no desde el miedo ni la subyugación, sino desde la defensa y el contraataque femenino aún más violento, porque era lo que el contexto les pedía.
Romo interpretó a la Max, líder de estas pandilleras que tienen que drogarse para no sentir el hambre y que a su vez funge nuevamente como este tipo de figura materna protectora de sus valedoras mientras a ella ni su propia madre la quiere. El cine es un trabajo en equipo, decía la María de los Ángeles, y Ximena tuvo a sus castradoras en Alejandra Herrera, Samantha Orozco, Nelly González y principalmente en el extraordinario trabajo de Mabel Cadena como la Ramira, su adorado tormento dentro de la película, pero con quien consolidaría fuera de la ficción la hermandad que fracasa trágicamente dentro de ella.
La Diosa del Asfalto es una de esas películas que —supongo— toda actriz quiere que llegue a su vida, aunque sea solamente una vez. La Max no sólo era la líder de sus Desperdicios, sino también de Las Castradoras, y fue a través de ella que nosotros como espectadores pudimos detectar a una actriz que se llevó a sí misma al extremo de su rango en Romo. Aquí también comenzaba la contracara y el cuestionamiento a un tema que parecía inherente a su carrera: la belleza.

Foto: Facebook – La Diosa del Asfalto
Ese privilegio que nace en las plantas de los pies de las sonorenses, según quien fuera nombrada «la mujer más hermosa del mundo» en revistas internacionales de gran tiraje, no podía ser un aliciente de otra mujer viviendo en obra negra cuya atención tiene que estar en conseguir para la papa asaltando camiones de gas y sobrevivir a las calles junto a sus carnalas, por lo que la disciplina que tanto encumbraba la de Álamos trascendió a la de Ciudad de México para tomar el riesgo con un personaje totalmente alejado a lo que muchos pensarán que está hecho para ella y mostrar una transformación física que probara que su oficio no es el de ser guapa, sino el de ser una actriz.
Así como la violencia no era un tema desconocido en la ficción para Ximena, tampoco lo era la crítica fuera de la misma. Esa guerra fue todavía más dura con ella que Santa Fe con la Max, pero valiente no es el que no tiene miedo, sino el que hace las cosas a pesar de el. ¿Por qué la crítica no la ha hecho polvo? Porque no se ha dejado, y la diosa nunca se ha arrodillado.
‘‘La belleza es un don aparte […] es un arma, y yo la use’’.
Después de mantener su trabajo presente a través de una especie de metaficción en Dime Cuando Tú (2021) —en la que interpreta a una actriz preparando una puesta en escena titulada Humo en los Ojos, curiosamente homónima a una de las canciones compuestas por Agustín Lara a María Félix—; otra exploración a la sexualidad desde los vínculos sexoafectivos y las nuevas formas de amar en la lamentable Sexo, Pudor y Lágrimas 2 (2022) —en la que, hay que ser justos, ella es la única que logró esquivar la bala—; aventurarse en el cine de género a través de la ciencia ficción con Aztech (2020) y el horror con su propia Doña Diabla en Menéndez: El Día del Señor (2020) —en donde brillaría nuevamente en los terrenos del desquicio más violento y caótico prestándole cuerpo a Satanás—, su madurez como actriz ya era notable.
Las interconexiones entre los personajes que han conformado la carrera de Ximena Romo son innegables; sean en consonante, complemento o contradicción como pauta del reto a sí misma. En 2022 el tema de la belleza sería la directriz que definiría una de las etapas más importantes de su carrera desde extremos completamente opuestos.

Foto: IMDb
Como una estela dejada por la Max, Romo se despojaría nuevamente del maquillaje y el glamour para regresar a los años 80 como Elena, la tutora de un grupo de caperucitas esperando a ser devoradas por el lobo feroz en Señorita 89, serie producida por Pablo y Juan de Dios Larraín situada en las entrañas de los concursos de belleza como un nido de mafia y perversión.
Elena pretendía cultivar a las concursantes del certamen para que no se quedaran en bonitillas nada más, sino para que se presentaran ante los ojos de sus depredadores como mujeres cultivadas e inteligentes con ‘‘las luces’’ que convierten a toda mujer en «guapísima». Sin saberlo, ella misma se estaba poniendo en bandeja de plata para el deguste del mismo lobo por pecar de sesuda ante las reinas de belleza, quienes terminarían por enseñarle que la guapeza no está peleada con las entendederas como lección vital y la cual se reforzaría casi de forma inmediata cuando el reniego de la belleza tomara el camino contrario: el del entendimiento de la misma como un privilegio que lo da todo, porque siempre los mejores caminos son los de La Doña.
Cuando se habla de la representación de una gran figura la conversación vira hacia quiénes le pintaron, le compusieron, le escribieron, le cantaron o le interpretaron… o también a quién ha interpretado. Claro que ser María Félix es un poco pesado por la responsabilidad de tener que estar guapa siempre, bien siempre, picuda siempre, charmant y encantadora con todo el mundo. Eso era lo que la misma Doña llamaba ser María Félix.
Discrepando con la creencia popular, María Félix no se forjó desde la ceja levantada, el puro y las joyas. María fue una mujer —antes que actriz, que diva y que Doña— que se formó desde sus raíces alameñas, porque ella ha de haber nacido en Sonora con sus montañas y con su aire. Una figura que parecería imposible de representar si no es que abordada desde la sátira, la farsa o la parodia. Tuvieron que pasar veinte años desde su muerte para que llegara una actriz que por fin descifrara su génesis y conectara con ella para entender cómo interpretarla, que no es lo mismo que representar. Sin faramallas ni estrellismos, fue la actriz más joven de todas las que se han puesto en los zapatos de María quien por fin la entendió y le dio vida desde esas raíces sonorenses.

Foto: VIX
En 2022 y nuevamente bajo el mando de Carmen Armendáriz, Ximena Romo fue una de las encargadas de llevar a la vida a María Félix, La Doña, en la primera serie sobre la vida y obra de la estrella más grande que ha tenido México. La etapa que le correspondía retratar era la de su juventud, esa en la que se descubre como mujer, madre, artista y estrella.
El personaje se estudia como oficio y escuchar a Ximena sobre su preparación para interpretar a tal gigante en la transmutación de María de los Ángeles por María Félix hasta convertirse en La Doña era escuchar disecciones sobre la maternidad, la fuerza que otorgan los orígenes y el ejercicio del poder. Era reaprender sobre nombres como Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Renato Leduc y Agustín Lara. Era apreciar el trabajo de una actriz que se enamoró del personaje que iba a interpretar, que entendía la magnitud de su nombre y que no tuvo miedo de colocar el suyo junto al de ella, al contrario, se amachó para hacerlo con los pantalones que La Doña requiere y que Romo se había fajado desde muchos años atrás como ha quedado evidenciado, y si la crítica en su momento no la hizo polvo, menos lo harían las caídas del caballo.
En el trabajo de Ximena no sólo había ceja levantada, pelo ondulado, estilacho y caminado digno de guapeza, sino que había un estudio profundo de la persona detrás del personaje construido con base en el entendimiento de sus dolores y sus pérdidas; de sus conflictos y de sus ambiciones; había espíritu sonorense y había un discurso que de nueva cuenta evocaba a la búsqueda de libertad en la mujer. En Ximena estaba el carácter y el porte de La Doña, pero también la vulnerabilidad y fragilidad de María de los Ángeles; el tartamudeo que María tuvo que convertir en la voz altiva para agarrar seguridad; el corazón de hombre en la figura de aquella que los tiraba como guiñapos cuando le estorbaban; la mirada de ese puma cazando a su presa mientras le toca el piano y la tristeza que no pierde la dureza del rostro mientras añora a su hijo. Ximena como María fue un tour de force, y hablando con toda la franqueza de la Félix, era Romo quien tuvo que interpretarla durante los ocho episodios; lamentablemente, a ella no se le encomendó culminar el personaje de toda una vida ni a nosotros se nos permitió atestiguar en su totalidad lo que hubiera sido la interpretación más genuina de María Félix.
‘‘Cuando vengas a Madrid, chulona mía…’’.
Donde está María está la suerte, pero sería injusto catalogar como tal a los primeros trazos de la carrera de Ximena Romo en el plano internacional y no verlos como lo que son: el resultado de un trabajo lleno de bravura a lo largo de varios años. Tras coronarse como la joya de la corona en la biografía de María Félix, ganarse incluso el aplauso de sus admiradores —lo cual no es nada fácil— y echarse a la bolsa a la crítica que esta vez aplaudió su trabajo por encima de la serie como tal, pareciera que la misma María seguiría trazando su camino como una especie de agradecimiento a la honra con la que la interpretó.
Decía La Mexicaine, como era conocida en Europa, que Madrid había sido su puerta al mundo cuando se fue a filmar Mare Nostrum en 1948, película en la que interpretó a una espía encantadora siendo este su primer trabajo en Europa y su puente a la internacionalización. 75 años después, sería Ximena quien cruzaría esa misma puerta al mundo con ese mismo encanto y mismo trayecto, pero en los tacones de una estafadora inmersa en el mundo del arte al lado de Maxi Iglesias en Los Artistas: Primeros Trazos, serie española escrita por la renombrada María Dueñas.

Foto: VIX
Como una experta en arte que tiene que trabajar como mesera en un restaurante mexicano para sobrevivir en otro país, Cata (Romo) encuentra en Yago (Iglesias) a un pillo disfrazado de anticuario que resulta ser la mancuerna perfecta para estafar millonarios hambrientos de estatus y venderles falsificaciones de obras de arte sin contar que ese seductor mundo lleno de glamour y farol terminaría consumiéndolos a lo largo de 10 episodios que combinan comedia, romance, thriller y drama, permitiéndole a Ximena brillar en todo su esplendor a través de diversas personalidades que van desde la mesera mexicana batallando en su piso, una gringa buscando vender un cuadro, o una elegante timadora española.
La madurez como actriz de Romo ya era indiscutible, así como el garbo heredado por la Félix para cualquiera que sepa interpretarla bien, por lo que, así como escribió Taibo I sobre la María que migró al viejo continente por primera vez, el viaje ya era impostergable.
‘‘A mí no me daba la gana ir a Hollywood en ese plan’’.
A mediados del 2025, el legendario Michael Douglas anunció un retiro tanto intencional como temporal de la actuación con fines personales, siendo la que podría ser su última película la adaptación de la novela Looking Through Water del escritor Bob Rich en la que comparte créditos con su hijo Cameron Douglas, David Morse, Michael Stahl-David, Walker Scoobel… y la mexicaine Ximena Romo.

Foto: Youtube – Good Deed Entertainment
En este drama familiar sobre la reconciliación entre padre e hijo a través de la pesca, Ximena interpreta a Julia, el amor de juventud de William McKay, personaje de Douglas interpretado en su etapa previa por Michael Stahl-David en esta adaptación dirigida por el también mexicano Roberto Sneider.
A espera de su estreno en Estados Unidos el próximo 12 de septiembre y pendiente de fecha para México, la película tuvo su premiere en la ciudad de Nueva York, allá donde María caminaba por la Quinta Avenida muy quitada de la pena antes de que se le acercara Phillippe Halsman sin saber quién era para ofrecerle uno de los mejores estudios fotográficos de su récord y el cual, precisamente, fue el llamado de atención para los productores de Hollywood. Looking Through Water podría significar el cierre de un ciclo para Michael Douglas, pero el inicio de otro para Ximena Romo quien, una vez más, puso las agallas sobre la mesa y su nombre junto al de una leyenda.

Foto: Ruth Franco Talent
Decía María Félix que ella tenía una cita con los objetos y también con las gentes. Que, sin quererlo, tenía una cita determinada y de repente se abría una puerta con alguien detrás que le cambiaba la vida adjudicándoselo a la magia y al misterio. Quién sabe si la de Ciudad de México se dará cuenta o quién sabe si en realidad será obra de la de Álamos con esa fuerza mágica que sigue acompañando a su figura, pero lo caído, caído, y los hechos, hechos son, y Ximena Romo misteriosamente ha ido recorriendo, a su manera y venciendo sus propias guerras, los más de 47 pasos que María Félix fue trazando en el cine mexicano e internacional dándose el lujo, incluso, de jinetear la televisión, el teatro, y no rechazar el cine de Hollywood.
Las gentes de Sonora son diferentes, decía también la Félix, y la madera norteña, esa que no se rompe, ha construido la carrera de la Romo con base en valentía para encarar las guerras a las que ella misma se manda. Mucho se dice que México es un país de actrices, de buenas actrices, y La Doña se autodenominaba como una persona que quedó como ejemplo de lo fue el cine en aquel momento de oro. Pues cuando se hable de las actrices, de las buenas actrices, del cine de este momento a futuro, ahí estará el nombre de Ximena Romo.
Fotos:
Los Artistas: Primeros Trazos; VIX TelevisaUnivisión 2023.
Jaime Martín; Chic Magazine 2020.
Gyenes; Madrid 1949.
Referencias:
En Corto Con… Ximena Romo. Spotlight, 2019.
La Movida con Verónica Castro. Televisa, 1991.
La Tocada con Verónica Castro. Televisa, 1996.
Madrid. Agustín Lara, 1948.
María Bonita. Agustín Lara, 1946.
María Félix: La Doña. TelevisaUnivisión, 2022.
María Félix: 47 Pasos por el Cine. Paco Ignacio Taibo I, 1985.
María Félix: Todas Mis Guerras. Enrique Krauze, 1993.
María Félix: Una Conversación con Ricardo Rocha. Televisa, 1996
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