El terror está más vivo que nunca. En una era saturada de remakes y nuevas franquicias, los distintos rostros del miedo siguen encontrando formas de reinventarse. Este especial reúne los subgéneros que han moldeado —y perturbado— nuestra manera de entender el terror: desde el folk horror, con sus paisajes rurales cargados de superstición y rituales arcaicos, hasta el gore, donde la violencia se vuelve espectáculo y metáfora. También revisitamos a los monstruos y vampiros que encarnan nuestros temores colectivos, los fantasmas que dan forma a la culpa y la pérdida, y el terror psicológico, ese que no necesita sangre para helarnos la piel. Finalmente, el slasher vuelve a afilar su cuchillo, recordándonos que el miedo puede ser tan físico como emocional. Las plumas de Kinema Books, analizan cómo el horror refleja nuestros tiempos: la ansiedad social, la soledad digital y la obsesión por lo oculto. Porque el terror no solo asusta, también revela.
Viy (1967) – Georgi Kropachyov, Konstantin Ershov
Viy (1967) es una película dirigida por Konstantin Ershov y Gueorgui Kropatchev y distribuida por Mosfilm, es la adaptación cinematográfica del cuento homónimo de Nikolai Gógol. Es considerada pionera del género de terror en la Unión Soviética, la cinta mezcla elementos folclóricos, fantasía y góticos.
La historia sigue a Khoma Brutus, un seminarista. Durante sus vacaciones, él y dos compañeros se pierden y buscan refugio en una granja, donde una anciana anfitriona les ofrece alojamiento por separado. Mientras Khoma intenta descansar, la anciana lo seduce, luego lo hechiza y lo monta, volando con él sobre el campo, revelándose como una bruja. Con la invocación del nombre de Cristo Khoma obliga a la bruja a aterrizar, ya en tierra, Khoma la golpea sin piedad, y con cada impacto, ella se transforma en una joven hermosa. Al regresar al seminario, el destino lo alcanza: un jefe cosaco requiere sus servicios para rezar por su hija agonizante. Forzado a aceptar, Khoma va al lugar y descubre que la difunta es precisamente la joven que él había golpeado. De este modo, queda atrapado en una terrible penitencia, obligado a encerrarse con el cadáver de la bruja a la que asesinó, debiendo oficiar plegarias durante tres noches en la capilla.
El filme se distingue por su puesta en escena: un poblado rural y remoto. Esta geografía de aislamiento se convierte en un personaje más, propiciando un ambiente de creencias arcaicas y dominio de lo sobrenatural. En este sitio, el silencio de los habitantes es tan opresivo como el entorno; aunque susurran y vislumbran hechos extraordinarios sobre la respetada joven, la comunidad decide unánimemente encarnar el silencio ante una realidad que prefieren ignorar. Todo esto se potencia magistralmente con la música y una atmósfera de tensión que crece sin cesar, generando incertidumbre sobre lo que sucede cada noche en la iglesia local. Dicha iglesia no solo se presenta como un sitio lúgubre y en ruinas, lleno de oscuridad, suciedad, y la presencia de animales como gatos y aves, sino que experimenta una profunda transgresión simbólica. Usualmente, a la iglesia se le considera un espacio de luz, alabanza y búsqueda de perdón. Sin embargo, en el filme, este lugar sagrado se transforma en un escenario donde lo sobrenatural, la venganza y los seres profanos toman el control, invirtiendo radicalmente su función original y consumando el horror. Esta visión del terror folclórico se refuerza con ingeniosos efectos especiales de la época.
Si bien la cinta se destaca por la inclusión de seres sobrenaturales y su folk horror, su verdadero núcleo temático gira en torno a la fe y el miedo, elementos que desencadenan la culpa y el remordimiento en Khoma. La destreza del filme radica en fusionar este conflicto psicológico con una dirección que explota el ambiente opresivo.
Shutter Island (2010) – Martin Scorsese
Película de thriller psicológico dirigida por Martin Scorsese y estrenada en 2010. Basada en la novela homónima, escrita en el 2003 por Dennis Lehane.
La isla llamada Shutter Island, situada cerca de Boston, alberga el hospital psiquiátrico de Ashecliffe lugar que trata principalmente, a personas con trastornos mentales severos que han cometido algún tipo de crimen. Ambientada en los años 50, una época convulsa para la psiquiatría y la psicología en lo que se refiere al tratamiento de los individuos con trastornos psíquicos.
El agente Edward Daniels (Leonardo DiCaprio) y su compañero Chuck Aule (Mark Ruffalo) son enviados a este lugar a investigar la desaparición de una paciente interna: Rachel Solano, la cual ingresó en la institución después de ahogar a sus tres hijos.
Ambos investigadores tratarán de resolver el caso, pero a lo largo de su investigación Daniels verá una serie de elementos extraños, un caso que esconde mucho más de lo que pensaba; todos saben algo menos él. Y ahí empieza la paranoia.
La película nos presenta una narración no lineal dónde se alternan los sueños, flashbacks con el presente, mezclando todo de forma alucinante, algo así como una pesadilla lúcida (que son las más aterradoras). Esto nos lleva a estar pendientes en cada secuencia y de hacia dónde se va a dirigir la historia, dándole al espectador una serie de pistas para que vaya resolviendo el enigma que se oculta detrás de Shutter Island.
Construida a base de giros de guion, Scorsese nos ha dado una película muy completa, que analiza la mente humana y además nos cuenta una historia nada convencional. Se adentra de lleno en la psicología de los personajes, reflejando muy bien la complejidad de la mente y la naturaleza humana; nos muestra cómo la mente puede construir realidades alternativas para sobrellevar el dolor.
Es una película que se disfruta muchísimo por la incertidumbre en que te encuentras y por la espera de un final que sabes que te sorprenderá. Esta frase encierra el dilema del personaje principal: «¿Qué sería peor, vivir como un monstruo o morir como un buen hombre?».
Battle Royale (2000) – Kinji Fukasaku
El género Battle Royale ha cobrado gran popularidad en años recientes gracias a videojuegos como Fortnite o a series y películas como Los juegos del hambre y El juego del calamar. Sin embargo, todos ellos toman inspiración —directa o indirecta— del filme japonés Battle Royale (2000), dirigido por Kinji Fukasaku, una obra que combina crítica social, violencia estilizada y reflexión política.
Basada en la novela homónima de Koushun Takami, la película está ambientada en un Japón al borde del colapso económico y moral, donde el gobierno impone la “Ley Battle Royale”: un programa en el que una clase de estudiantes es seleccionada al azar para enfrentarse en una isla desierta hasta que solo uno sobreviva. Lo que podría parecer una simple premisa de acción se convierte en una feroz alegoría sobre el control estatal, la competencia social y la pérdida de la inocencia juvenil.
La visión de Fukasaku está marcada por su propia experiencia durante la Segunda Guerra Mundial. A los quince años, fue obligado a trabajar en una fábrica de municiones, donde sobrevivió escondiéndose bajo los cuerpos de sus compañeros muertos durante un bombardeo estadounidense. Este trauma impregna la película de un profundo nihilismo: los jóvenes de Battle Royale no son monstruos, sino víctimas de un sistema que los enfrenta entre sí.
La puesta en escena, cargada de dinamismo y brutalidad, combina el caos del combate con la belleza trágica de sus paisajes, recordando al espectador que la civilización y la barbarie coexisten bajo el mismo techo. En palabras de Leonor Silvestri, “solo queda fascismo”, y Fukasaku lo representa como un sistema que devora a su propia juventud.
Más que un juego mortal, Battle Royale es una advertencia. Una reflexión sobre cómo el miedo y el control explotan la fascinación y el goce que la sociedad siente por la autoridad y la violencia, canalizándolos bajo nobles propósitos y llevar al fascismo.
Insidious (2010) – James Wan
La película Insidious (2010), dirigida por James Wan, es una de esas películas que se te quedan pegadas en la mente después de verla, no solo por sus sustos y su atmósfera de pesadilla, sino por la idea tan interesante que maneja, el desprendimiento del alma del cuerpo físico, este fenómeno conocido como viaje astral, que se convierte en la clave que comprender la amenaza a la que se enfrenta la familia Lambert.
Los viajes astrales, como concepto, han sido explorados en diversas culturas y tradiciones, y en Insidious, este tema se introduce de manera aterradora. Nuestro pequeño protagonista, Dalton Lambert, es un niño que, mientras dormía, se adentra en un estado de coma en el que su alma deja su cuerpo físico. Dalton se encuentra perdido en un espacio desconocido, un mundo oscuro y lleno de entidades siniestras mientras que su cuerpo permanece vulnerable en el plano físico, lo que facilita la invasión por parte de fuerzas demoníacas.
Una de las ideas más inquietantes de la película es la representación del cuerpo como un refugio, un espacio frágil donde habita el alma y que puede ser invadido si esa conexión se rompe. Esta invasión, el “robo del cuerpo”, es el centro del horror de Insidious, donde no solo se pierde quien eres, sino que también se expone a la víctima a una posesión o control total por entes sobrenaturales y malignos.
James Wan, conocido por su maestría en la construcción de tensión y suspenso, utiliza el viaje astral como un recurso narrativo que rompe las fronteras entre realidad y fantasía, explorando una dimensión que no pertenece ni al mundo de los vivos ni al de los muertos convirtiendo a la película en una exploración de lo desconocido donde lo espiritual, lo sobrenatural y lo incomprensible se mezclan.
The Thing (1982) – John Carpenter
Nuestro planeta es un lugar muy vasto, pero el universo lo es más. Tal vez nunca nos alcance la vida para descubrir todo lo que hay allá afuera, pero sabemos que lo que sea que existe ahí si puede llegar a conocernos a nosotros. ¿Serán amistosos o una amenaza? John Carpenter en The Thing (1982) nos muestra que esos seres extraños serán nuestros peores verdugos.
Imagina estar solo en la amplia Antártida, con sus fríos paisajes y silenciosas noches, siendo un explorador que de pronto descubre un aterrador monstruo extraterrestre que toma forma humana por lo que no puedes confiar en quienes te rodean. Caer en la locura de la desconfianza, la amenaza latente de que tu compañero puede ser en realidad una cosa fuera de este mundo pero no lo sabrás hasta que te ataque ferozmente. Piensa que el científico que está a lado de ti en un segundo puede abrir su abdomen y sacar unos dientes filosos que te morderán, con tentáculos que te atraparán y llevarán hasta las entrañas de su oscuro ser.
Todos estos terribles escenarios los plantea Carpenter en su filme de terror cósmico ochentero, protagonizado por Kurt Russell y acompañado por Keith David, Wilfrod Brimley, Richard Masur, entre otros, siendo la película la adaptación de una novela de ciencia ficción llamada “Who Goes There?”. The Thing te mantiene alerta sobre quien es el depredador y la presa, observando detalles de cada personaje y así identificar el siguiente infectado que se convertirá en una maraña de dientes y tentáculos con pedazos de piel humana mientras el grupo de investigadores intentará detenerlo y así salvar al resto de la humanidad.
Algo curioso de la obra de Carpenter es que la escena final se ha convertido en un tema de conversación generacional, porque cuando todo parece haber terminado aún queda la duda de si la cosa de otro mundo por fin ha desaparecido, así que ¿ustedes se atreven a descubrirlo?
Martyrs (2008) – Pascal Laugier
La incomodidad e incertidumbre que genera Mártires (2008) en sus 99 minutos, termina siendo el motor siniestro y despiadado de una de las películas más aterradoras del cine francés; arranca vertiginosa como un pseudodocumental y se va difuminando de forma ambigua hasta desollar a la protagonista y con ella al espectador, sin la menor posibilidad de un final feliz.
Un mártir es un ser excepcional que trasciende el dolor para alcanzar la divinidad, por ello, una organización secreta buscará encontrar qué hay después de la muerte, torturando a mujeres jóvenes bajo una atmósfera desesperadamente claustrofóbica. Anna (Erika Scott) y Lucie (Jessie Pham) son dos amigas con un pasado enigmático, que serán víctimas de la secta que tiene como objetivo crear seres sacrificados.
Una plácida mañana de domingo familiar, se ve teñida de rojo por la búsqueda de venganza de Lucie, quien no tiene reparo en masacrar a una familia completa en su afán de sanar una culpa que la oprime y no la deja avanzar. Anna, por su parte, descenderá al centro del infierno mismo, con secuencias tan insoportables de visualizar que perturban y maravillan por igual.
Llegar al final de Mártires no es fácil. A más de 17 años de su estreno, siguen incomodando sus agresivos planos que no esconden nada, la trama abigarrada, y ese desenlace tan polémico que hoy en día sigue generando debate; la ambigüedad de sus últimos 10 minutos la confirman como una propuesta diferente, durísima de ver, pero brillante y siniestra al mismo tiempo.
Esta inesperada, inclasificable película de culto, se proyectó por primera vez en el Festival de Cannes de 2008, dividiendo opiniones, como solo las grandes cintas lo hacen, llevándose además, preseas en los Méliès d’or de 2009 y en el Festival de Sitges 2008. Habla el director Pascal Laugier (Vallauris, Francia, 1971):
“Nuestra época no es muy gloriosa. No hay utopías, las ideologías se han derrumbado y, con ellas, nuestra fe en el futuro. Sé que no es muy original decirlo, pero creo firmemente que el mundo occidental está enfermo. Las ansiedades individuales están en su punto máximo, todos vivimos con un miedo constante y moderado, sentimos que nos vamos a estrellar contra un muro; hay algo muy mortal en nuestra sociedad actual. El cine de terror me permitió expresar esto de forma muy directa. Mártires es casi una obra de ficción prospectiva que muestra un mundo moribundo, casi como un pre apocalipsis. Es un mundo donde el mal triunfó hace mucho tiempo, donde las conciencias se han extinguido bajo el dominio del dinero y donde la gente se pasa el tiempo haciéndose daño. Es una metáfora, por supuesto, pero la película describe cosas que no distan mucho de lo que vivimos hoy”.
Titane (2021) – Julia Ducournau
Del crecimiento interno, el escape; la angustia y la búsqueda, Titane de Julia Ducornau se presenta como este viaje de puntos incómodos a situaciones reales exageradas a lugares donde baila entre el límite de la ciencia ficción y la realidad delirante de una pérdida a dos niveles. De figuras paternas, y estar gestando dentro de sí a un nuevo pequeño ser.
Con tendencias violentas e hipersexuales, Alexia se encuentra en una situación tensa donde finge ser el hijo del capitán de Bomberos desaparecido años antes para huir de su búsqueda por asesinatos en serie. Tener que esconder su embarazo en desarrollo (que ha sido propiciado por un automóvil) para mantener la mentira, así se desarrolla con Vincent (el capitán de bomberos) llegando a vincularse y sentirse cómoda con el grupo que la ha recibido.
Todo esto llevado hasta el punto crítico del alumbramiento. Escena donde Vincent le ayuda a Alexia con el parto. Y finalmente se revela a este bebé que ha nacido llorando, envuelto en aceite y con columna vertebral de metal. “Estoy aquí”, son las palabras finales del filme; pero las primeras palabras que escucha este pequeño.
Una película salvaje donde el cambio corporal de relación simbiótica se refleja de manera principal para recordar y reflexionar sobre los vínculos filiales; utilizando como medio principal de choque inmediato al espectador la presentación erótica entre el humano y la tecnología. Metal usado y transformado para crear y vincularse, en este caso específico, con nueva vida.

Bodies Bodies Bodies (2022) – Halina Reijn
El subgénero slasher es uno lo más populares, por lo que año con año nos entrega secuelas o remakes. Sin embargo, también existen propuestas contemporáneas que le dan un toque autentico, como es el caso de Muerte, Muerte, Muerte (Bodies Bodies Bodies, 2022), dirigida por Halina Reijin y escrita por Sarah DeLappe, en colaboración con Kristen Roupenian, nos entregan una cinta que combina el terror, comedia y gore.
La historia inicia con Sophie (Amandla Stenberg), quien después de rehabilitarse, decide ir a la fiesta de su mejor amigo, David (Pete Davidson), en compañía de Bee (Maria Bakalova), su reciente novia. Se reúnen en una mansión alejada de la ciudad, donde Sophie se reencuentra con sus viejos amigos: Emma (Chase Sui Wonders), Jordan (Myha’la Herrold), Alice (Rachel Sennott) y Greg (Lee Pace).
Los jóvenes quedan atrapados por la llegada de un huracán, así que deciden divertirse con alcohol, drogas y un juego llamado Bodies Bodies Bodies, revelando los oscuros secretos de cada uno, provocando tensión entre el grupo. Por si esto no es suficiente, en medio de la tormenta se quedan sin luz eléctrica e inicia la verdadera pesadilla cuando uno de los amigos aparece degollado y el asesino se encuentra entre ellos.
Bodies Bodies Bodies destaca por sus actuaciones, que, si bien no son memorables, son sólidas, y cada personaje tiene su momento para brillar en pantalla. Así mismo, la atmósfera de suspenso se mantiene a lo largo del largometraje, equilibrando el gore, drama y lo cómico.
El guion a cargo de Roupenian y DeLappe, retoma los clichés ya conocidos del género e incluso los exagera hasta llegar a lo absurdo, pero es precisamente ahí donde radica la mayor virtud de la trama. Al mismo tiempo, aborda problemáticas que afectan mayormente a los jóvenes: la salud mental, clasismo, adicciones y las consecuencias del desmedido uso de las redes sociales. Además, su autenticidad se ve reflejada en su resolución; quizá no será del agrado de la mayoría, pero sí es arriesgada y coherente al tono de la película.
Muerte, Muerte, Muerte es el segundo filme de la cineasta holandesa, quien no intenta reinventar el género, sino que utiliza los elementos que característicos en los slashers para mostrarnos una sátira ingeniosa con un enfoque crítico sobre las nuevas generaciones de adolescentes que han sido víctimas de la modernidad.
An American Werewolf in London (1981) – John Landis
La película Un Hombre Lobo Americano en Londres de 1981, dirigida por John Landis, quien forma parte de esa generación de directores como Steven Spielberg, George Lucas o Martin Scorcese, crea este clásico que fusionó el terror, la comedia y el humor negro de una manera innovadora. Landis, quien venia de éxitos como Animal House y Blues Brothers, tuvo en su mente y mantuvo el proyecto en desarrollo durante años, mismo que resultó en una obra que subvirtió las convenciones del género, alternando sustos genuinos con diálogos ingeniosos y situaciones absurdas, una combinación que muchos creadores inicialmente consideraron demasiado aterradora para ser cómica y demasiado cómica para ser terrorífica.
La mayor importancia histórica y el legado más perdurable de la película residen en sus efectos de maquillaje especiales. Landis confió la tarea de la transformación del hombre lobo al artista Rick Baker, quien, utilizando técnicas completamente prácticas (sin CGI), logró una secuencia de metamorfosis nunca vista.
La escena de la transformación de David Kessler (David Naughton) en la criatura es una mezcla de efectos animatrónicos y prótesis. Se utilizó aire comprimido y elaborados mecanismos bajo la piel protésica para simular de forma visible y dolorosa el alargamiento de los huesos y el crecimiento del pelo. Este trabajo fue tan realista y espectacular que le valió a Rick Baker el primer Premio Óscar al Mejor Maquillaje que se otorgó en la historia de la Academia, estableciendo un nuevo estándar en el cine de terror.
La película no solo redefinió cómo se percibían las transformaciones de hombres lobo en la pantalla, sino que también demostró el potencial narrativo y visual del maquillaje y los efectos prácticos de criatura, abriendo el camino para futuras producciones y consolidando a Baker como una leyenda de la industria. Landis y Baker crearon una película que es, ante todo, un testimonio de la maestría en los efectos especiales artesanales.
Esta película la pueden disfrutar en PRIME VIDEO.
La región salvaje (2016) – Amat Escalante
Cuando yo vi por primera vez La Región Salvaje tenía 21 años, ya tenía unos años estrenada y aún daba mucho de qué hablar. Una obra singular dentro de la filmografía que Amat Escalante que exploraba el machismo, la homofobia y la sexualidad misma desde la figura del otro, un monstruo del espacio que “aterra” Guanajuato. Si bien el machismo y el tabú de la sexualidad han sido temas recurrentes en el cine de Escalante, algo que hace especial esta película es explorar a detalle un género no tan común dentro del cine de México: el terror y la ciencia ficción.
En la película hay dos tramas principales, la de Alejandra, madre de dos niños donde su esposo tiene un amorío con su cuñado. Su esposo mantiene una actitud machista y homofóbica para ocultar su amorío, incluso burlándose de su propio cuñado en varias ocasiones de la película. Por el otro lado, está la trama de Verónica, una mujer que sólo sabemos que mantiene relaciones sexuales con una especie con tentáculos que está salvaguardada en una granja. Verónica se encarga de llevar personas a la granja para que también experimenten con la criatura, y en una ocasión lleva al cuñado de Alejandra, desencadenando un montón de controversias y problemas dentro del poblado donde viven.
La película tiene muchas inspiraciones de cine de ciencia ficción clásico, pero la inspiración principal de la película proviene de la obra de Andrzej Żuławski Possession (1981), un thriller psicosexual de ciencia ficción donde una mujer con problemas conyugales encuentra un alienígena que desencadena sus más profundos deseos y placeres, que sirve también como base de la trama de La Región Salvaje. Sin duda, la película fue un fenómeno muy particular e interesante del cine mexicano contemporáneo que te atrapa dentro de un enigma donde la cámara y el sonido juegan parte de una trama que no se ha replicado actualmente, volviéndola una experiencia única que deberíamos ver todos.

Sinners (2025) – Ryan Coogler
Ryan Coogler y Michael B. Jordan colaboran nuevamente en Sinners, una película de terror sobre música, vampiros y la herencia de la opresión. Ambientada en el sur de Estados Unidos durante los años 30, la cinta combina el blues del Delta con jigs irlandeses para construir una alegoría sobre la apropiación cultural y la lucha por la memoria.
Lo que más me fascinó fue cómo Coogler convierte la música en territorio político. El blues, nacido del dolor y la resistencia afroamericana, se enfrenta aquí al sonido invasor de los vampiros: melodías celtas que suenan ajenas, colonizadoras, casi hipnóticas. Cada vez que suenan esos violines irlandeses, la película recuerda cómo lo blanco intenta absorber lo negro, cómo el arte se vuelve campo de batalla.
Los vampiros no sólo drenan sangre, sino también historia. Remmick, su líder, se alimenta de recuerdos y busca convertir a Preacher Boy, un joven músico capaz de invocar las voces del pasado con su guitarra. Esa escena —un plano secuencia donde el blues se vuelve invocación— es uno de los momentos más poderosos del cine reciente. El vampirismo se convierte en metáfora de la colonización: apropiarse del talento y la memoria de los otros para alcanzar la eternidad.
Incluso el dinero en Sinners tiene colmillos. Los “vales de plantación” con los que se paga a los trabajadores —una forma de esclavitud económica— se transforman en símbolo de una libertad ilusoria. Coogler recuerda que la opresión cambia de forma, pero nunca desaparece.
Sinners no sólo da miedo: duele, vibra y canta. Es una obra profundamente gótica y sureña, donde cada nota del blues es un grito de resistencia. Coogler hace lo que mejor sabe hacer: convertir la historia en un espectáculo lleno de alma y de preguntas. Cada elemento de la trama cuenta una historia sobre la opresión del pueblo afrodescendiente. Nada es coincidencia. El guión es sumamente inteligente. Hasta ahora, es mi favorita de su filmografía y una película imperdible este Halloween.
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