La magia de la comedia romántica: ‘The Shop Around the Corner’ (1940) de Ernst Lubitsch.

Qué noble es el subgénero de la comedia romántica cuando está bien hecha; cuando fluye la química, cuando derrocha encanto, cuando los diálogos se manejan con agilidad e ingenio y principalmente cuando los personajes se vuelven entrañables.

«Esta es la historia de Matuschek y Cía., del Sr. Matuschek y de quienes trabajan con él. La tienda está justo en la esquina de la calles Andrassy con Balta, en Budapest, Hungría».

Con esta frase da inicio la película: The shop around the corner, película basada en la obra teatral Parfumerie (1937), del dramaturgo húngaro Nikolaus Laszlo, ambientada en la elegante Budapest en la Europa central y en la época navideña. Posee esa curiosa unión de lo melancólico con lo irremediablemente esperanzador.

Cómo ya se mencionó al principio, los protagonistas son los empleados de una tienda de regalos, pero se enfoca principalmente en Alfred, quien mantiene correspondencia con una chica que conoció a través de un anuncio en un periódico para solteros que decía: «Chica moderna desea escribir anónimamente sobre temas cultos con un joven inteligente y comprensivo».

Sin saber nada del otro, salvo sus pensamientos, sentimientos y su facilidad de palabra, ambos han intercambiado cuatro cartas hasta el momento y se han enamorado perdidamente. Él planea conocerla y casarse con ella. Esta narrativa impulsa la mayor parte de la película y está rodeada de problemas que surgen y se desmoronan.

Alfred Kralik (James Stewart), es el encargado de la tienda de regalos y no simpatiza con la nueva empleada, Klara Novak (Margaret Sullavan), contratada por el dueño de la tienda: Hugo Matuschek (Frank Morgan) quien es algo autoritario.

Alfred es el empleado más antiguo, donde trabaja desde hace 9 años. Es tímido, honrado, sincero, respetuoso, y poco diplomático. Sus opiniones suelen chocar con las del Sr. Matuschek, que le aprecia y respeta. Klara es una muchacha joven, moderna, decidida y desenvuelta.

El filme se permite, en poco más de 90 minutos un auténtico despliegue de amores, enredos, adulterios, decepciones, crisis emocionales, conflictos laborales y más. Su punto fuerte, además de los creativo y vivo del guion, es un Jimmy Stewart al que le sobra carisma y una Margaret Sullavan que le pisa los talones a cada momento.

Esta película inspiró numerosos remakes, uno de los más conocidos es la versión actualizada de Tienes un E-mail, protagonizada por Tom Hanks y Meg Ryan, en 1998 —con correos electrónicos en lugar de cartas—, que trasladó la acción a Nueva York.

Dirigida magistralmente por Ernst Lubitsch a quien se le conocía en Hollywood por ser un maestro de la comedia sofisticada y urbana, famoso por el «Toque Lubitsch», un estilo elegante lleno de dobles sentidos e insinuaciones sutiles que criticaban las convenciones sociales.

Creció en Berlín, hijo de un emigrante judío ruso, propietario de una empresa de costura. Conocía el mundo de las tiendas, que aparecen a menudo en sus películas. Probablemente presenciar el diálogo de los empleados de su padre —la importancia del juego de roles en la vida de un vendedor— animó al joven Lubitsch a interpretar papeles y lo atrajo hacia el mundo del cine. Antes de convertirse en director, fue un exitoso actor de personajes que se burlaba de sí mismo.

Conocido como un director preciso y económico, Lubitsch no pierde tiempo, encontrando las maneras más intrigantes de avanzar rápidamente la narrativa. Como ejemplo, tomemos la escena inicial de esta película, donde vemos a los empleados de «Matuschek y Cía.» reunidos afuera de la tienda esperando la apertura. A través de su charla informal, Lubitsch nos presenta a cada uno de ellos, sus personalidades distintivas, lo que sienten el uno por el otro, lo que sienten por el «Sr. Matuschek» y cómo encajan en el mundo de «Matuschek y Cía.»

Es una forma magistral y entretenida de evitar la exposición y brindar al público la información de fondo necesaria.

«El espectador sabe algo que el protagonista aún no». Esa fórmula la usaba Hitchcock para crear suspenso (la fórmula y una bomba bajo la mesa). Y esa misma fórmula (sin bomba pero con explosiones de doble sentido) la usaron maestros del melodrama romántico de esos años como Frank Capra o Leo McCarey. Decía Billy Wilder, guionista de Lubitsch y alumno aventajado, que la maestría del «toque Lubitsch» era mostrar algo sin mostrarlo. Las puertas cerradas en Lubitsch nos cuentan muchas cosas y los personajes ausentes tienen una gran importancia. Por ejemplo: la señora Matuschek.

La señora Matuschek no aparece jamás en la película pero su importancia es decisiva para las acciones de los personajes y las consecuencias a terceros. Una película muy recomendable que enfatiza que, con todos los problemas de la vida, aprender a mirar y a apreciar el interior de las personas, es donde encontraremos lo realmente importante.

Gracias a mí querida amiga Fátima Alba, por recomendarme está bella película.


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