2 de octubre no se olvida. Compartimos textos y enlaces a documentales, libros y películas sobre Tlatelolco 68. Recordar, para que la historia no se repita.
‘Regina’ y el dos de Octubre.
Por Aura Metzeri Altamirano Solar
La obra de Antonio Velasco Piña, nos ofrece una visión mística de la desgracia acaecida el dos de Octubre. A través del personaje ficticio de Regina (basada en una Regina real, quien se preparaba para ser edecán en los juegos olímpicos del 68) , Velasco Piña propone los hechos como un sacrificio realizado en pos del despertar de consciencia.
Lo interesante dentro del libro, es la conjugación de diversos elementos espirituales y religiosos, Regina nace como Avatar, reencarnación de Cuauhtémoc y reconocida como Dakini en el Tíbet, donde recibe su formación. Observamos una dinámica armoniosa de dichos elementos (cosa compleja) y nos hace entender, por otro lado, el contexto sociopolítico que da raíz a la terrible matanza. Abre el panorama para comprender estos sucesos desde la lente fría de la materia, las razones egoicas, absurdas y tiránicas que solo llevan a la disolución social, al sentido profundo de malestar que se enraiza en el espíritu mexicano, a la vez que explora las raíces espirituales y místicas que buscan explicar los acontecimientos . Podríamos asociar , en cualquiera de los dos casos, al espíritu profundo mexicano, a la furia volcánica que acumula fuerza para destruir todo a su paso.
A lo largo de la historia, se nos presenta la construcción de un personaje sumamente carismático, inteligente, lleno de belleza y bondad, que va encontrando diferentes maestros y habilidades que promueven el ritual para despertar la consciencia planetaria, no obstante, hay en la historia un presentimiento oscuro, pues sabemos los terribles alcances de la masacre, acompañamos dolorosamente cada etapa que contribuyó a la tensión explosiva de la violencia, círculo vicioso que , puesto en movimiento, tiende a crecer sin limitación alguna, hasta acabar en los horrores que crea el ser humano y de los cuales, queda una espinita que despierta nuevamente el espíritu, aquello que enardece las emociones viscerales, regidas no obstante, por los propósitos puros. Me gusta recordar en estos momentos, a aquellas figuras del esoterismo que dominan las fuerzas materiales y las encaminan hacia los planos sutiles, de una forma, la labor del 68 se propone en este libro como el trabajo de un alquimista, quien sacrifica la vida para propiciar a la consciencia colectiva de una sacudida, un despertar profundamente doloroso pero necesario.
“Volatiliza lo fijo y fija lo volátil”
Acompañamos a Regina a través del Tíbet, China y México, con su carisma inigualable, una sabiduría innata para atravesar distintos tipos de ambientes, culturas y enseñanzas, de las cuales, recuperará de cada una lo esencial para llevar a cabo diversos rituales para llevar a México hacia el despertar, proponiendo así una versión sacralizada de los eventos del 68.
México repite un eco de violencia y opresión, se instala como una herida putrefacta que no se deja sanar del todo, es indispensable señalar la necesidad de justicia en el término de la memoria colectiva, de otra manera, nos encontraremos en un círculo en el que el doloroso sacrificio por el mayor de los valores humanos, la libertad, se repite ineludiblemente. Para resignificar la toma de conciencia sobre las heridas colectivas, observar el papel propio en estas obras de violencia y resignificar la historia desde el presente, será vital para hacer del precio pagado por las víctimas de Tlatelolco (incluida la Regina real) un precio que no se vuelva a pagar.
Los parecidos (2015), o cuándo NO hablar de temas serios
Soy de la idea de que el cine es mucho mejor cuando trasciende el mero entretenimiento y se usa para hablar de algo más. El cine de horror en particular puede usarse para tocar temas importantes, a veces de manera subrepticia. Desde La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, George A. Romero, EUA, 1968) hablando veladamente de la guerra de Vietnam y de los efectos de una revolución radical hasta Puerta al infierno (Hellraiser, Clive Barker, Reino Unido, 1987) manifestando la tensión de una preferencia sexual reprimida, el horror puede asumir una cualidad alegórica y servir como el medio ideal para dar voz a situaciones relevantes de las cuales a veces no es fácil hablar con completa apertura. Sin embargo, el hecho de que podamos usar el cine para hablar de varias cosas a la vez no necesariamente significa que debamos hacerlo, y Los parecidos (2015), de Isaac Ezban, es un claro ejemplo de ello.
Tras haber realizado un puñado de cortometrajes, el cineasta mexicano estrenó su ópera prima El incidente en 2014, la cual fue recibida con bastante entusiasmo por gran parte del público aficionado a la Ciencia Ficción. Tras haber participado también en la antología México bárbaro (Vv. Dd, 2014) con el segmento La cosa más preciada, Ezban dejó en claro que su cine bebe tanto del horror como del Sci-Fi, pasando por la irreverencia, lo extraño y la desfachatez. Al estrenar su segunda película, fueron estas características las que precisamente hicieron que la película no funcionara, al menos para mí.
La historia de Los parecidos se desarrolla durante la madrugada del 2 de octubre de 1968, fecha tristemente célebre e indeleble en la memoria colectiva de México. En una estación de camiones en algún lugar indefinido de provincia, aunque cerca de la ciudad, un reducido grupo de personas se ve atrapado por una lluvia de proporciones bíblicas. Además de dos empleados del lugar, hay varios individuos cada uno con distintos motivos para querer llegar a la capital con premura: un par de embarazos, una cita médica y el mitin que se llevará a cabo dentro de unas cuantas horas en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Si eso no fuera poco, la tensión incrementa cuando extrañas ocurrencias, terribles acusaciones, sospechas paranoicas y posturas políticas encontradas exacerban la incomodidad de los ahí presentes. Además, las noticias en la radio constantemente hacen mención de la inestabilidad social y las manifestaciones estudiantiles y laborales que se viven en la ciudad.

Hasta ese momento, la película es interesante y mantiene al espectador en suspenso respecto a la intriga de qué irá a pasar. La situación política del país se presenta como telón de fondo para la historia y es inevitable preguntarse de qué manera se relacionará con la tragedia que estaría próxima a ocurrir. A pesar de algunos pormenores, como una fotografía que intenta parecerse al blanco y negro sin atreverse de lleno a serlo, algunos diálogos inefables proferidos mediante gritos debido a actuaciones no muy bien dirigidas, un personaje diciendo que tiene veinticinco años de edad mientras que el actor que lo interpreta tiene treinta y seis años bastante evidentes y lo incómodo del lugar común representado por la mujer indígena que habla en una lengua autóctona y es vista como misteriosa, la película sigue resultando de interés. Pero es entonces cuando empieza a revelar sus verdaderos colores (o ausencia de ellos) y la cosa empieza a cambiar.
El punto de inflexión narrativo ocurre cuando las personas dentro de la estación de autobuses se percatan de que las facciones de todos están cambiando gradualmente, de modo que sus caras empiezan a parecerse a la de uno de ellos, que porta cabello medianamente largo, barba y bigote. Sobra decir que ver a todos con los mismos rasgos deviene en varios momentos que resultan hilarantes, lo cual me hace dudar si este humor es involuntario o no. Si es intencional, la cinta adquiere un tono paródico que choca por completo con la relativa sobriedad de lo que le antecede. Si es accidental, es terrible pues tira por la borda al filme ya que es imposible seguir tomándolo en serio. La trama está estilada a la manera de un episodio largo de La dimensión desconocida (The Twilight Zone, EUA, 1959-1964), de ahí el uso de la fotografía casi monocromática y la trama un tanto disparatada y extraña, incluso recurriendo a la voz en off de un narrador tanto al inicio como al final, imitando el estilo de Rod Serling. Pero ni siquiera el pastiche o el homenaje son suficientes para justificar lo descabellado del giro en la trama.
A pesar del drástico e incompatible cambio de tono en la historia, la película todavía podría ser rescatable. Al acercarse el final, se nos revela que el niño medio autista que estaba en la estación acompañado por su madre posee habilidades sobrenaturales, al parecer de escala prácticamente divina, pues es quien está detrás de las desconcertantes transformaciones, inspirado por una historia en su comic favorito. Al intentar enfrentarlo, la situación escala hasta salirse de las manos del grupo al centro de todo esto, terminando en varias muertes. A la mañana siguiente, un par de detectives de policía intenta encontrar sentido a los hechos de las horas previas, tomando como chivo expiatorio a uno de los sobrevivientes y dejando en libertad al niño que lo ocasionó todo.
Al igual que hizo en El incidente, Ezban recurre a una extensa explicación para no dejar lugar a ninguna duda. A pesar de que la gente sigue percibiéndose con rostros individuales y únicos, los poderes del niño alteraron la realidad de modo que ahora todos en el mundo excepto él llevan la misma cara. Pero si sólo él puede percibirlo, ¿realmente ocurrió? Es como la paradoja del árbol que cae en medio del bosque sin testigo alguno, ¿puede decirse que en realidad haya sucedido si no hay nadie para corroborarlo? En este caso, ¿quién dice que no sólo lo imaginó el niño? Pero la película pretende dejar en claro que ocurrió, que los terribles poderes del niño son reales… y que sus siguientes fechorías incluyen una masacre en una plaza, un desastre ocasionado por un terremoto, una gran ola y un incidente (en un descarado guiño autorreferencial), sugiriendo que al menos dos de las peores tragedias acaecidas sobre México serían el resultado de la caprichosa imaginación de un niño superpoderoso.

Le puedo perdonar a la película los errores del guion, el cual se siente como si hubiera sido escrito a las carreras y sin mucha reflexión. Puedo dejar pasar los detalles previamente mencionados, muchos de ellos consecuencia del bajo presupuesto con el que fue realizada, los cuales incluso podrían darle el encanto propio de las producciones de serie B. Puedo aceptar el cambio de tono y el extraño humor absurdo y bizarro, aún si éste no hubiera sido intencional por parte del director (me cuesta trabajo creer que no lo sea). Pero lo que encuentro imperdonable es el hacer referencia a un suceso tan importante como la matanza de Tlatelolco para simplemente usarlo como telón de fondo en una historia que no se relaciona con él en lo más mínimo. Además de eso, termina trivializándolo al reducirlo a una cuestión anecdótica en una historia de Ciencia Ficción, en lugar del resultado de una compleja situación política y el ejercicio desmedido de fuerza por parte de un gobierno tiránico y cuasi dictatorial.
Aún si omitiéramos o nos hiciéramos de la vista gorda ante esa situación tan ofensiva, el mismo giro narrativo dentro de la trama resulta contradictorio. El director ha mencionado en entrevistas que con esta historia buscaba hablar de la pérdida de identidad de la gente, la disolución de la individualidad. Pero el hecho de que al final sólo el niño puede percibir la uniformidad en las caras de las personas significa que el resto de la humanidad se sigue percibiendo como individuos distintos. Por ende, al tratar de decir algo termina diciendo nada, o desdiciéndose. Pudiendo haber abordado el tema de la otredad o alteridad, reflejando los efectos de su disolución cuando un individuo se transforma en el otro como se vio en Sector 9 (District 9, Neill Blomkamp, Sudáfrica/Nueva Zelanda/EUA/Canadá, 2009), Ezban sólo pone a sus personajes a proferir oraciones que pretenden representar ideas políticas opuestas, usándolas como adorno para crear un contexto histórico irrelevante para la historia que está contando (además de usar un lenguaje bastante anacrónico en el proceso).
Mas no todo en la cinta es un desperdicio. Pienso que si se eliminaran las referencias al evento histórico de aquel 2 de octubre, la película funcionaría mucho mejor. Sí, a veces hablar de temas profundos de manera velada hace mejor a una película, pero tampoco es necesario que todas lo hagan. Si este filme se hubiera conformado con entretener sin haber tratado de ser intelectual al mismo tiempo, sería un mejor producto. Siento que las ideas que quiso manifestar, así como el suceso al cual hizo referencia, le quedaron grandes. Aún así, se agradece que haya directores que decidan correr riesgos similares, atreviéndose a fallar al hacer un tipo de cine diferente a la norma. De lo contrario, si no hubiera películas como ésta, todas terminarían pareciéndose entre sí, tal como los personajes de esta historia.
Isaac Ezban ha seguido haciendo cine y televisión dentro y fuera del país. Ha estrenado otra película dentro del género de Ciencia Ficción con la producción Parallel (Canadá, 2018), participó en la antología internacional de horror navideño Deathcember (Vv. Dd, EUA/Alemania/Serbia, 2019) y más recientemente estrenó en los cines de México El mal de ojo (México, 2022). En 2023 participó en el revival de la serie de televisión La hora marcada con el episodio La danza del tiempo y este 2024 verá la salida de su más reciente trabajo, Párvulos. Entonces, aún si su segunda película fue al menos irregular, si no totalmente fallida, Ezban sigue dando de qué hablar y esforzándose por hacer más películas del estilo que a él personalmente le gusta ver, ampliando los horizontes del cine nacional. Sólo espero que no vuelva a intentar hacer comentarios políticos mal habidos, o que lo haga cuando haya alcanzado una mayor madurez en su cine.
Tlatelolco, Verano del 68 (2013) de Carlos Bolado: una mirada desde el amor a la tragedia
En 1968, México fue la sede de los Juegos Olímpicos, pero previo a la celebración, el país se manchó de rojo el 2 de octubre de ese año tras el asesinato de miles de estudiantes universitarios, quienes lucharon contra las injusticias y represión de aquel gobierno. Este hecho histórico es el telón que conforma Tlatelolco, verano del 68 (2013), del director Carlos Bolado, una película con una mirada desde el amor a la tragedia.
La historia se centra en dos jóvenes: Félix (Christian Vázquez), estudiante de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), un chico provinciano que se esfuerza por cumplir sus sueños. Por otro lado, Ana María (Cassandra Ciangherotti), una joven con estabilidad económica, gracias a que su padre (Juan Manuel Bernal) es un alto funcionario en el gobierno y por ello, esto le permite estudiar en una escuela privada. Pronto sus mundos se verán unidos cuando por azares del destino y pese a las diferencias de clases sociales, ambos universitarios entablen una relación amorosa creando su propia revolución.
El filme funciona como una línea del tiempo, ya que nos cuenta los acontecimientos previos aquel fatídico octubre, remontándonos a julio de 1968, donde comenzó la primera agresión por parte de autoridades hacia jóvenes y a raíz de esto surgió el movimiento estudiantil más importante de México. Bolado nos muestra la atmósfera hostil que se vivía en aquella época al combinar escenas reales con la ficción.

Entre los aciertos de Tlatelolco, Verano del 68, se encuentra el diseño de producción y el vestuario que nos remonta a los años sesenta, sin embargo, en cuanto al soundtrack no hay alguna melodía memorable o que incluso ayude a la ambientación. Así mismo, las actuaciones tanto de Vázquez y Ciangherotti funcionan bien por separado, ya que juntos no logran trasmitir la química esperada. En contraparte, Roberto Sosa sobresale por su caracterización e interpretación como Gustavo Díaz Ordaz, un personaje clave dentro de la historia, no obstante, fue totalmente desaprovechado.
El guión es una de las grandes fallas, ya que no muestra nada extraordinario, le da más peso a un drama antes contado y con los clichés de siempre, dejando a un lado el hecho histórico que marcó la democratización de un país. Otro detalle es que los protagonistas nos recuerdan a una de las parejas más icónica dentro del nuevo cine mexicano: Ulises (Luis Fernando Peña) y Renata (Martha Higareda), pero esto no es coincidencia, ya que el director coescribió la historia junto Luis Felipe Ybarra y Carolina Rivera, esta última fue colaboradora para contarnos aquel relato de amor prohibido en Amarte Duele (2002).
Anteriormente, Bolado ya se había acercado al hecho histórico del filme con su documental 1968 (de 2008), en el cual entrevistó a 80 personas que fueron líderes y testigos de ese crimen imperdonable. Cabe destacar que el cineasta veracruzano realizó una serie a la par de la película Tlatelolco, Verano del 68, que a lo largo de 12 episodios de 25 minutos, aborda con mayor profundidad los temas políticos y sociales de aquella época. Otros docudramas históricos que destacan dentro de su filmografía son los largometrajes: El Grito que Sacudió a México (2010) y Colosio, el asesinato (2012).
En conclusión, Tlatelolco, Verano del 68 es una película que cumple con un drama romántico que se encuentra en un contexto adverso y que sin duda, el público más joven disfrutará y probablemente los acercará a conocer más sobre el acontecimiento que conmocionó y fue un parteaguas en la historia de la nación.
Fuentes: diccionariodedirectoresdelcinemexicano.com y gaceta.unam.mx
Rojo amanecer (1989) – Jorge Fons
Rojo amanecer siempre me ha generado una angustia desesperante desde el primer «tic-tac» sobre negros con el que arranca la película. Porque el film está lleno de relojes que marcan el tiempo por medio de incisivos «tic- tac» que taladran la mente. Sabemos que lo que vendrá no será agradable. Sabemos que habrá muerte y desolación en la representación de un evento que no sólo cambió al país, también transformó para siempre al cine mexicano.
Con un elenco magistral que hoy es objeto de culto, la cinta comienza la mañana del 2 de octubre con una rutina matinal que incluye un desayuno familiar lleno de tensión, debido al choque generacional que es latente. Los personajes interpretados por Jorge Fegan y Héctor Bonilla, representantes de la vieja escuela y el México arcaico que se niega a cambiar, se enfrentan verbalmente a los hermanos Bichir, quienes son parte del movimiento estudiantil de 1968; ellos defienden sus demandas y discuten con su padre y su abuelo mientras el reloj sigue caminando.
Como mediadores y testigos en la mesa, están María Rojo y los niños Ademar Arau y Paloma Robles, figuras importantísimas porque serán los observadores de un conflicto que no acaban de entender, pero en el que se ven obligados a participar de una forma u otra. Ellos opinan y ríen; para ellos es una mañana cualquiera; acuden a la escuela mientras su madre hace la comida y el abuelo lee el periódico. La vida transcurre en Tlatelolco tranquila y normal. De pronto, comienza el caos de menos a más.
Se va la luz, cortan el teléfono, no hay elevadores y empieza entonces una sensación insoportable de aislamiento que Jorge Fons consigue a base de encerrar al espectador junto a los personajes en el estrecho apartamento de la entonces flamante nueva unidad habitacional. Comienzan a escucharse los ruidos exteriores del mitin que se celebrará y que será el pretexto para el despliegue de la barbarie. Son nueve veces únicamente en las que el director muestra brevemente el exterior del departamento: la plaza, los pasillos del edificio y unas escaleras tan tétricas que funcionan como representación de un descenso al infierno mismo.
El barullo de la plaza, las bengalas en el cielo y el inicio de los disparos. Los personajes corren y se resguardan en el interior de la apretada vivienda, en la penumbra. Vendrá entonces una macabra oscuridad en el plano de Jorge Fons, mientras la vertiginosa fotografía de Miguel Garzón se lanza casi al documental. Cuando los Bichir irrumpen en el apartamento con compañeros asustados, ensangrentados y cargados con propaganda y alcancías del CNH, Rojo amanecer se vuelve una experiencia dantesca que minuto a minuto es más insoportable de resistir, debido a la tensión imparable que se ha ido generando desde el primer fotograma.
El Grito (1968) – Leobardo López Aretche
Tlatelolco. las claves de la masacre
Documental Masacre en Tlatelolco
La noche de Tlatelolco – Elena Poniatowska
Parte de Guerra. Tlatelolco 1968 – Julio Sherer Garcia, Carlos Monsiváis
68 – Paco Ignacio Taibo II
Tlatelolco 1968, antes y después de los meses oscuros – Jacinto Rodríguez Munguía
Descubre más desde Kinema Books
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.












Debe estar conectado para enviar un comentario.