A lo largo de la historia el fantasma, como figura del mundo mítico-espiritual ha tenido una presencia frecuente en el arte. En el Teatro Griego aparece ya sea en versión apacible, el fantasma de Darío en Los Persas de Esquilo —472 a. C. — que es hasta ahora el ejemplo más antiguo de un espectro en escena. También se muestra desde una dimensión vengativa en el caso de Euménides —última obra de la Orestíada de Esquilo— dónde Clitemnestra incita a las Erinias contra su hijo Orestes. Por ende también tiene repercusión en manifestaciones plásticas, como las cerámicas griegas, cercanas temporalmente a la tragedia. Luego en la tradición occidental de teatro se mantiene la recurrencia al fantasma en obras emblemáticas como Hamlet de Shakespeare.
También en Oriente tiene repercusión tal figura. En la cultura japonesa el fantasma o yūrei es una presencia casi constante que puede apreciarse en las diversas manifestaciones artísticas y está enclavado en el imaginario colectivo, social y religioso del pueblo nipón.

Una de las primeras representaciones de fantasmas es la pintura del siglo XVIII de Maruyama Okyo (1733-1795), fundador de la escuela de pintura Maruyama-Shijô que se conoce como El fantasma de Oyuki. Según narra una inscripción en la propia pintura, la mujer fantasma representada fue una geisha amante del propio pintor que tras morir se le pareció en sueños. El yūrei alcanza en esta obra características que luego se vuelven permanentes en muchas obras con tales representaciones, así como en el imaginario colectivo: vestido blanco, pelo largo negro y en desorden, ausencia de parte inferior del cuerpo. A esta se añaden luego otras características como el hecho de que tales figuras suelen aparecer con un kimono fúnebre blanco y abrochado a la inversa.
Los yūrei tienen varias categorías, que abarcan desde el vengativo onryō, generalmente femenino —aunque en el kabuki aparece en versión masculina— el goryō, también vengativo pero de clase aristocrática, y característico del período Heian, el funayūrei, aparición de persona muerta en el mar y la ubume, o espíritu de mujer fallecida en el parto.
El templo sintoísta de Zenshoan en Tokio es particularmente famoso por su amplia colección de obras donde los fantasmas son los protagonistas. En agosto, mes propicio en Japón tradicionalmente para las historias espectrales, el templo permite contemplar alrededor de cincuenta pinturas en rollos de seda que tienen entre ciento cincuenta y doscientos años de antigüedad. Entre las obras que integran la colección se incluyen las de pintores del período Edo como: Ikeda Ayaoka, Iijima Koga, Ito Seiu Utagawa Hiroshige, y Utagawa Kunitoshi. Los rollos fueron compilados, como base para la inspiración de las historias que solía contar Sanyu Encho-tei un artista rakugo —modalidad escénica de monólogo con énfasis en la narración— que en el período Edo o Tokugawa (1600-1867) tardío —y luego en la era Meiji— vivió en Zenshoan. Es agosto el mes elegido para la exhibición debido a que los japoneses suelen celebrar en tal momento del año el O bon una festividad para rendir culto a los antepasados muertos. El O bon incluye el Bon Odori —festival donde la danza es acompañada por el ritmo de los tambores taiko— y el Daimonji, o Gozan no Okuribi de Kyoto, dónde grandes hogueras se prenden en las montañas, el 16 de agosto, para marcar el cierre del O Bon y el regreso de los familiares difuntos, visitantes del mundo de los vivos, al reino de los espíritus.

En el teatro nō los dos personajes principales suelen ser el waki y el shite. Por lo general el waki es un peregrino o sacerdote, que encuentra a su paso, a la llegada a determinada región o templo, de implicaciones legendarias, al shite, quien se revela poco a poco como protagonista del hecho asociado al lugar y figura principal del drama. El shite, si bien en un primer momento no devela su naturaleza ni identidad —esta se va dando a conocer en el proceso que constituye la obra toda— es a menudo el espectro bien de un guerrero o de una apasionada mujer. Así ocurre en las obras: Matsukaze, Komachi y Las cien noches o Kayoi Komachi ambas de Kan´ami, El santuario de los campos o Nonomiya, y La corona de hierro —Kanawa— que la tradición atribuye a Zeami y Yōkihi de Komparu Zenchiku, por solo citar algunos textos.
El primer ejemplo documentado de kabuki es la representación de Okuni como se relata en el Kuni jo Kabuki Ekotoba en 1614, que sigue el esquema de un ritual chamánico, el tama-shizume, dónde suele exorcizarse el onryō o fantasma vengativo. Okuni, como miko o sacerdotisa, aparecía en el escenario de nō en el santuario de Kitano en Kioto, en función dramática de waki. Ella, que se exhibía en traje masculino, evocaba el espíritu del excéntrico rōnin —kabuki mono— Nagoya Sanzaburo (1575-1604) —abreviado como Sanza— su amante y colaborador. El kami o dios del santuario de Izumo operaba a través del cuerpo de Okuni para liberar el poder del dañino onryō. El onryō respondía al conjuro y aparecía en medio de la audiencia. Finalmente Okuni lograba la integración del samurái en el “cuerpo ancestral”. Como puede verse, el kabuki en sus orígenes partía de la estructura del rito para apaciguar espectros vengativos.

También en la filmografía japonesa el tema del fantasma es algo recurrente. En Cuentos de la Luna pálida o Ugetsu monogatari (1953), filme dirigido por Kenji Mizoguchi, Genjuro el protagonista, conoce a una hermosa y misteriosa mujer que resulta ser un fantasma. Ella consigue apartarlo de su mujer e hijo y del mundo terrenal y temporal. Al final, cuando Genjuro logra regresar a su casa, su propia mujer ha devenido tras el abandono, y el sufrimiento de la vida, un fantasma viviente.
En películas más contemporáneas y correspondientes al cine de terror japonés conocido como J-horror el fantasma sigue mostrando prevalencia. En El aro o Ringu (1998) del director Hideo Nakata y la saga La maldición o Ju-on de Takashi Shimizu se desarrolla el tema del onryō.
La recurrencia a apariciones fantasmales en el arte nipón responde al universo de creencias del pueblo japonés que tienen su anclaje en el sintoísmo y en el culto a los muertos devenido culto a los antepasados como práctica relacionada con este —praxis común en otros países de Asia, como China y Corea del Sur—. El alma puede permanecer ligada al cuerpo tras la muerte y volver en forma espectral o demoníaca para dañar a los vivos, tomando así la forma del terrible onryō. Las ofrendas, así como un debido respeto pueden ser buenos recursos para apaciguar las almas perdidas.

Lo cierto es que incluso cuando Japón resulta uno de los países más avanzados a nivel económico y tecnológico de la actualidad, las supersticiosas y terroríficas historias de yūrei continúan presentes en esa nación y en sus formas de arte. Tal vez resultan un recurso de tipo psicológico que permite conjurar aquello que el subconsciente colectivo teme en un país asolado por los fantasmas de los muertos, tras siglos de contiendas y dónde la Segunda Guerra Mundial dejara también un saldo terrible de almas perdidas.
Barbarella D´Acevedo (La Habana, Cuba, 1985). Escritora. Profesora y editora. Teatróloga, graduada del ISA y del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Ha obtenido múltiples galardones, entre ellos: Premio de la Ciudad de Holguín en Narrativa (2022), Hermanos Loynaz en Literatura infantil (2021), XIX Certamen de Poesía Paco Mollá 2020 (España), La Gaveta (2020), Bustos Domecq (2020), y Beca de creación El reino de este mundo por el disco de poesía Discurso de Eva (PM records). Ha publicado entre otros: Músicos Ambulantes (2021), El triunfo de Eros (2022) y Blanco y azul (2022) con Editorial Primigenios (Miami), Basilio y el deseo (DMcPherson Editorial, Panamá, 2022), Érebo (Aguaclara Libros, España, 2022), El triunfo de Eros (Editorial Ácana, 2022), Habana pulp mission (Ediciones Solaris, Uruguay, 2022), Los sufrimientos del joven Bela (El Faro Editores, 2022), Marea roja (Ediciones Arroyo, Argentina, 2022), Tren para Salinger (Ediciones Loynaz, 2022), La casa, el mundo y el desierto (Ediciones Hurón Azul, España, 2023), y Marea roja (Ediciones Enlaces, Chile, 2024). Su obra ha sido editada asimismo en diversas antologías a lo largo del mundo. Cultiva disímiles géneros: novela, cuento, poesía, literatura fantástica, literatura erótica, periodismo, crítica, teatro, literatura para niños y jóvenes. Ha sido traducida al francés, al inglés y al esloveno. Es considerada una de las voces jóvenes importantes en la Cuba actual.
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