Con el nombre de Martin Scorsese por delante como máxima carta de presentación al fungir como productor de la película, El aroma del pasto recién cortado, desde su intrigante título, hace referencia a la sensación de novedad; al aroma de los nuevos aires brindados por la juventud en una existencia marchita; al sexo dentro de un par de camas ya hastiadas por la rutina y el tiempo. El título, también, nos contextualiza dentro del mundo en el que sus protagonistas, Pablo (Joaquín Furriel) y Natalia (Marina de Tavira), se desarrollan laboralmente como biólogos, profesores universitarios, en Buenos Aires, Argentina.
Él es un argentino viviendo en un matrimonio deteriorado, padre de dos hijos, que comienza un amorío con una estudiante rebeldona de su clase. Ella es una mexicana radicada en Buenos Aires viviendo en un matrimonio deteriorado, madre de dos hijas, que comienza un amorío con un estudiante galanzón de su clase. Con esto dicho, no es difícil deducir que se trata de un relato paralelo que resulta ser la misma historia interpretada por dos actores diferentes siendo el mismo personaje con ciertas variantes. Este interesante ejercicio de Celina Murga —también directora de la película— en conjunto con Juan Villegas y Lucía Osorio, se descifra a través de dichos paralelismos insertados en los diálogos que le dieron el Premio a Mejor Guion en el Festival de Cine de Tribeca este mismo año.

De inicio, la película pretende mostrar las reacciones del entorno ante una misma situación que pone en jaque la dignidad de sus partes y diferenciar las perspectivas tanto femenina como masculina, en lo personal y lo sociocultural, ante una infidelidad con alguien más joven; sin embargo, la película consigue un mejor logro al jugar con el paralelismo de ambos desarrollos que al probar ese objetivo inicial en el que los hombres salen mejor librados que las mujeres en una situación de ese calibre al ser abordado de una manera tibia que deja la riqueza de la trama e intriga inicial justamente ahí, en el inicio.
Es cierto que el guion es ingenioso y tremendamente propositivo, pero el progreso del mismo carece de la contundencia necesaria para mantener a flote sus objetivos, comprobarlos, y no perderlos sobre la marcha en un desarrollo tedioso que no lleva a más que a demostrar el talento interpretativo de sus dos actores protagonistas.
Uno de los baches más recurrentes en los guiones que son escritos para actores extranjeros al origen de una producción se encuentra en los diálogos y en la forma poco natural de hablar de sus personajes —lo cual, además de mostrar a un guionista que piensa como sí mismo y no como su personaje, también indica una laguna directoral—. Por momentos da la impresión de que los diálogos de Natalia (De Tavira) estaban escritos originalmente para ser interpretados por una actriz argentina y no dan la sensación de ser parte del discurso de una mexicana viviendo en el extranjero, y es aquí en donde el talento y el callo de una actriz nominada al Premio Oscar como Marina de Tavira sale a relucir: en una deficiencia del guion, ella concibe un área de oportunidad. Marina toma las riendas de su personaje y moldea su forma de hablar de tal manera que, progresivamente, logra un discurso convincente como una mujer mexicana que ha adquirido el argot argentino.

Tanto Furriel como De Tavira hacen un buen trabajo al proyectarse como dos personas marchitas por el tedio de la vida en pareja y familiar; por buscar objetivos profesionales que les devuelvan un tanto la vida, pero fracasando en ello. Es gracias al trabajo de ambos actores que un terreno árido como El aroma del pasto recién cortado, termina como un campo relativamente fértil regado por dos muy buenos intérpretes con las mejores intenciones.
Este viernes 4 de abril, la película llega a las pantallas de la Cineteca Nacional.
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