La realidad oscura de ‘The Girl with the Needle’ (2024)

Por Fernanda Rojas.

«Una casa inhabitable, sucia, apenas suficiente para servir

 de abrigo nocturno,raramente con calefacción, mal amueblada 

y donde con frecuencia la lluvia penetra, una atmósfera asfixiante 

en una pieza con muchas personas,no permiten la menor vida en familia.»

Friedrich Engels, La situación de la clase obrera en Inglaterra


The Girl with the Needle (2024) llega a pantallas en el margen de múltiples crisis en el mundo. Y lo hace precisamente mostrando los problemas que una sociedad tan compleja puede experimentar simultáneamente, encarnándolo en apenas un puñado de personajes. 

La historia cuenta la vida de Karoline, una joven obrera que después de no saber sobre su esposo enlistado en la guerra, intenta seguir con su vida en un mundo en el que parece no tener posibilidades. Un romance irreal con el hijo de unos burgueses, un embarazo no deseado y un modo de vida paupérrimo la llevarán a cruzarse con Dogmar Overbye, una mujer que promete ayudarle a solucionar algunos problemas, aunque de una forma particularmente tenebrosa.

Si hay un acierto grande en la película dirigida por Magnus Von Horn, es que muestra los efectos de la guerra (y más acertadamente del capitalismo y la predecesora Revolución Industrial) en un Copenhague de inicios del S. XX. 

Quizá para quien ha mirado la película sin mayor contexto, caerá en la trampa de creer que nuestra protagonista está pasando por las desgracias más increíbles salidas de la mera imaginación del director, pero por el contrario, éste está invitándonos a hacer un viaje histórico, pensando en las condiciones de vida de aquellos hombres y mujeres más desfavorecidos en una época que parece lejana para nosotros. Mirar directamente que se podía vivir en una ciudad tan nauseabunda, dentro de una habitación sin ventilación teniendo que defecar en un balde, no es producto de la mera imaginación o capricho del guionista, sino de una desigualdad cruel que lleva más de un siglo implantada entre nosotros. 

Ya Engels, aquel filósofo Alemán cercano a Marx, nos regalaba una descripción profunda y crítica sobre la situación de la clase obrera en la Inglaterra victoriana, que nos acerca a esas formas de vida y nos empuja, incluso hoy día, a no olvidar sus estragos…

«Ella yacía muerta al lado de su hijo sobre un montón de plumas esparcidas sobre su cuerpo casi desnudo, pues no había allí ni frazada ni sábanas. Las plumas se pegaban de tal modo a su cuerpo, que hubo que limpiar el cadáver para que el médico pudiera examinarlo; él lo halló encarnado  lleno de parásitos. En el piso de la pieza había un hoyo que servía de retrete a la familia.»

Y no sólo esto, además, Von Horn aborda el aborto con un horror acompañado por una fotografía en blanco y negro preciosa, que nos lleva al terreno filosófico de la moral, dejándonos una carta abierta con la responsabilidad de definir cómo es que nos comportamos ante situaciones que incomodan. 

Estamos también ante una película (no la única, por su puesto) que rompe con la tradición de las narrativas en el cine bélico. No se trata de ver combates increíbles, de enaltecer la honorabilidad de quienes se van a la línea de combate o por contrario, de sentir lástima por los que pierden todo allí, sino de enfocarnos en el punto de vista de quien se queda y específicamente, de las mujeres que son víctimas directas de la guerra y de muchas otras opresiones que se mezclan allí donde hay aún menos posibilidades de salir.


Descubre más desde Kinema Books

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Los comentarios están cerrados.

Crea una web o blog en WordPress.com

Subir ↑