Amor y violencia en ‘Salvar el fuego’ (2020) de Guillermo Arriaga.

La ambivalencia de Paseo de la Reforma siempre me ha parecido inquietante. Va de la sordidez de Tepito a la opulencia de Las lomas. Una misma avenida atraviesa las entrañas de una ciudad que puede ser lo mismo romántica y elegante, que violenta e inmunda.

Esa es la idea central de la novela Salvar el fuego de Guillermo Arriaga, la disección de las paradojas no sólo de un país y de una ciudad, sino también de la naturaleza humana. Marina y José Cuauhtémoc viven en polos opuestos; ella es una artista adinerada con una familia estable y él un preso cumpliendo una condena de 50 años por calcinar a su padre.

Arriaga se toma su tiempo para narrar el encuentro de estos dos seres que emprenderán un descenso a las tinieblas inseguras del amor, la pasión y el peligro; un estilo polifónico que fusiona varios puntos de vista y distintos tiempos narrativos, con un ritmo intenso en el que los personajes van recogiendo trozos de esperanza, producto de sus contradictorias decisiones. 

Salvar el fuego tiene la visceralidad de Amores perros (2000), la fragmentación abstracta de 21 Gramos (2003) y el optimismo delicado de Babel (2006); se trata del regreso de Guillermo Arriaga a las venas de una ciudad que conoce y expone, luego de su travesía por la vastedad del Yukón y los lobos en El salvaje, novela de 2021.

El autor regresa en cada trabajo a los temas que le preocupan: la venganza, la pasión que carcome el alma y la violencia inevitable de la condición humana; sus personajes son seres que parecen vivir existencias idílicas, pero en realidad, llevan tiempo buscando una salida a su encierro emocional sin saberlo.

Guillermo Arriaga es uno de los grandes narradores de nuestro tiempo, su manejo de un lenguaje coloquial rasposo y la psicología congruente de sus protagonistas consiguen que Salvar el fuego se vuelva una lectura adictiva y ágil en sus 664 páginas.

Las volubles relaciones humanas, capaces de conseguir una historia de amor entre una mujer millonaria que decide arrastrarse en el lodo y un hombre violento que escribe desde la cárcel, sólo podía emerger desde la pluma certera de Guillermo Arriaga. ¿Se vale soñar con una adaptación cinematográfica?