Ángeles Cruz es una cineasta, guionista, actriz y activista, originaria de la heroica ciudad de Tlaxiaco Oaxaca. Usa el cine como una herramienta para resignificar la identidad, para dar visibilidad a los pueblos originarios y sobre todo para romper con estereotipos, principalmente de género. No solo cuenta historias de mujeres, sino que las coloca en el centro de sus producciones.
Su incursión al guión y a la dirección cinematográfica fue con los cortometrajes: La Tiricia o cómo curar la tristeza (2012), La carta (2013) y Arcángel (2018). Nudo mixteco (2021) es su primer largometraje, el cual fue filmado en la montaña de Oaxaca y la ciudad de México. Su segundo filme y en el que nos centraremos es: Valentina o La Serenidad (2023).
Esta película es un conmovedor retrato sobre la asimilación de la pérdida a través de los ojos de Valentina (quien está magistralmente interpretada por la pequeña Danae Ahuja Aparicio) una niña de 9 años que vive en Villa Guadalupe Victoria Oaxaca, seremos testigos de la muerte de su papá en un accidente y cómo debe lidiar con su ausencia y aprender a vivir sin él.
A través de la mirada de esta niña, la directora nos sumerge en el duelo desde la ingenuidad de la infancia, nos muestra los procesos, los rituales íntimos y el dolor con el que Valentina intenta lidiar para encontrar la serenidad.

Es gracias a ella y a su inocente mirada, que el espectador va conociendo al resto de los personajes: su mamá (Miriam Bravo) ysu amigo Pedro (Alexander Gadiel). También descubre el entorno natural en el que la niña ha crecido, así como de algunas dinámicas sociales en las que participan los habitantes de esta pequeña comunidad Mixteca.
Se agradece el acercamiento sincero, íntimo y amoroso que realiza la directora a las tradiciones comunitarias de los pueblos originarios y todo lo que tienen que enseñarnos sobre el proceso de acompañamiento y sanación; logra plasmar con cierta poesía visual la cotidianidad de una familia mixteca y los diferentes aspectos que rodean su vida en el campo.
Gracias a la fotografía de Carlos Correa, quien retrata bellamente el mundo de Valentina, con unas imágenes hermosas que capturan la esencia de la cultura mixteca. Se trata, además de una celebración a la comunidad e identidad indígena en general. Y como si fuera poco, nos introduce al mixteco, una lengua indígena hablada principalmente en este estado. Una conmovedora, tierna, divertida y entrañable película que no te puedes perder.

«Para mí, filmar en mi pueblo es hacer partícipes a todos sus habitantes de las historias que estoy contando».
El cine de Ángeles Cruz, nos habla de los problemas que atraviesan las diferentes comunidades indígenas, pero también de la esperanza y de las tradiciones que se siguen manteniendo vivas. Utiliza el cine como una forma de resistencia para contar lo que normalmente queda oculto.
Nos recuerda que el cine no es solo entretenimiento, sino que es un medio para sanar, para dar visibilidad y sobre todo para dar voz a quienes han sido silenciados; una ventana para mirar la realidad y las historias de los pueblos originarios en un mundo en donde la Industria del cine se centra mayormente en otros temas. Ángeles Cruz nos invita a mirar hacia otros horizontes. «El cine es ese lugar donde puedo hablar de aquello que incomoda».
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