“Lo único que nos separa de la muerte es el tiempo”. Ernest Hemingway
La muerte es lo opuesto a la vida; a la vida la atesoramos, a la muerte le tememos. Este miedo es, sin duda, la fobia más común (junto al miedo a la oscuridad) en todo el mundo, y surgió al mismo tiempo que el ser humano. Con la evolución de nuestra especie, este miedo también cambió: comenzaron las tradiciones y los rituales. Empezamos a sepultar a nuestros muertos, a venerar la vida y a temer el final de la misma.
La imagen de la “Muerte” ha cambiado a lo largo de las generaciones. Cada civilización le ha dado una forma distinta, incluso algunas la han convertido en una diosa. Hoy en día, pocas son las culturas que la veneran, pero sin duda la “Muerte” es uno de los personajes más representados en todas las artes.
Saltemos a la época donde la muerte fue divina y comencemos por la mera ficción. En las fábulas y los cuentos infantiles, la “Muerte” se presenta como alegoría o antagonista. En el mundo contemporáneo, tomando como ejemplo a Harry Potter y “La fábula de los tres hermanos”, existe una representación de la “Muerte”. En ella, se nos presenta a la “Parca” como antagonista. Analicemos primero que, en esta representación, la “Muerte” es un personaje muy astuto y con poderes sobrenaturales. Un punto importante es que ella no mató a los hermanos en el momento de su aparición: les presentó regalos, los cuales los llevaron a su ruina. Aquí notamos una “Muerte” poderosa, pero no omnipotente, ya que por alguna razón no puede matar directamente. Debe presentar un reto o una incitación, pero nunca asesina como tal. Cada uno de ellos muere por sus decisiones. De hecho, uno de los hermanos fue más astuto que ella.
En el cuento “Oro o Plata” de Emma Bull se nos presenta una muerte en forma de rey con una armadura de obsidiana. Su rostro era “el de un hombre de tez blanca, todo hueso, tendón y duro, y el cabello negro aprisionado por la capucha”. En este cuento, el Rey de las Piedras le plantea un acertijo a la protagonista: si lo resuelve, le perdonará la vida. ¿Qué rescatamos de aquí? Que la muerte también busca entretenimiento. Esto me resulta bastante familiar. ¿Conoces a Joe Black? Es un drama romántico donde la “Muerte” negocia con Anthony Hopkins (El silencio de los inocentes, Nixon) sus últimos momentos en la Tierra. (Sí, lectores, esta “Muerte” es Brad Pitt. Hollywood también convirtió a la “Muerte” en un símbolo sexual).
Entonces, la “Muerte” es inmensamente poderosa, pero a la vez busca divertirse o entretenerse. No es quien ocasiona los decesos, es solo quien recoge las almas, quien presenta desafíos. Pero también es quien rige el tiempo: sin ella, la vida no se detendría. Esto me recuerda un capítulo de La Dimensión Desconocida (del remake de los 2000) donde la “Muerte” se toma un descanso y simplemente nadie muere. Nada muere. Las personas en accidentes siguen sufriendo, los quemados están gritando, los enfermos no pueden descansar. Es aquí cuando la “Muerte”, después de su descanso, entra en razón.
En el cine podemos apreciar una “Muerte” más visual, además de ser un personaje icónico. Desde El Séptimo Sello hasta Horrible Histories. En El Séptimo Sello, de Ingmar Bergman, se muestra a la “Muerte” como una deidad seria, con rostro blanco e intimidante, y que le encanta jugar ajedrez (¿a qué dios no?). En Horrible Histories se nos presenta una “Muerte” un tanto idiota. En un estilo de talk show, la “Muerte” se la pasa haciendo chistes y no tomándose nada en serio. Dos representaciones cinematográficas bastante opuestas: la primera, solemne y tenebrosa; la segunda, despreocupada e inocente. El cine ha representado a la “Muerte” de miles de maneras distintas: fría, cruda, chusca, divina, hermosa, decadente… la “Muerte” es multifacética.
Los alemanes tuvieron una gran fascinación por la “Muerte” en el cine a principios del siglo XX. Hilde Warren und der Tod y Las Tres Luces fueron pioneras, pero sin duda la más popular fue La Carrera Fantasma. La cinta trata sobre el cochero de la “Muerte”, que pasea por las tierras nórdicas recolectando las almas de quienes han muerto de forma trágica. Este cochero es sustituido cada 31 de diciembre por la última persona que muere en pecado. No solo fue un éxito mundial, también marcó un salto en la historia del cine en la forma en que se diseñaban los escenarios. Todo aquel que la vio seguramente ha soñado con esa escena donde el cochero pasa con su carreta por encima de las aguas embravecidas del mar para recoger el alma de un ahogado, o con la escena donde se lleva en brazos al suicida frente al espejo de su casa.
Mi país (México) tiene una fascinación exclusiva con la muerte que otros países no poseen. Nosotros la celebramos tres días al año —así o más obsesionados—. Y es que la muerte siempre nos ha llamado. La figura de la Catrina, las leyendas, las ofrendas, incluso el culto por la Santa Muerte ya son parte del imaginario colectivo mexicano. Recordemos la película Macario, basada en la novela de B. Traven, donde la personificación de la “Muerte” es, en cierto sentido, más humana incluso que Dios o el Diablo.
Sin duda, otra de las representaciones de la “Muerte” que se debe mencionar es la de Neil Gaiman en Sandman. Más allá de ser capaz de intimidar incluso a las criaturas más poderosas del universo DC, la versión de Gaiman rompe con todos los estereotipos. En lugar de la típica figura masculina con túnica negra y guadaña, nos encontramos con una mujer gótica y alegre, que se viste como cualquiera de nosotros (más darketa que normal, pero sí). Amable y con un aspecto atractivo, no es de extrañar que esta versión se volviera tan popular entre los fanáticos de los cómics —yo incluido—.
Si la muerte es lo opuesto de la vida, entonces ¿por qué la necesidad de representarla a nuestra semejanza? Un esqueleto pertenece tanto a un ser vivo como a uno muerto. Todas las manifestaciones físicas forman parte de nuestro mundo material, incluyendo todo lo que está muerto. Por lo tanto, también son parte de la vida. Quizá esto signifique que reducir a la muerte a cualquier forma reconocible es absolutamente imposible e inútil, más allá de su significado simbólico. Suponer que la muerte nos acecha, nos presenta retos, nos admira, nos divierte… no es más que mera ficción. Porque la verdadera muerte aún oculta su verdadero rostro. Y hemos olvidado su verdadera función: el final de la vida.
Alfredo H. Álvarez es productor de cine fantástico, escritor y docente con más de diez años de experiencia en la industria cinematográfica en México. Actualmente imparte clases en la Licenciatura en Cinematografía y dirige un festival de cine enfocado en el género de horror (Festival Horror en las Montañas), área que le apasiona profundamente tanto desde lo creativo como desde el análisis crítico.
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