Llega a HBOMax: I KNOW WHAT YOU DID LAST SUMMER (2025) regresa con un garfio de punta chata.

Era 1997.

A mediados de la década de los 90 el cine de terror atravesaba por una crisis fuerte en Estados Unidos. La mayoría de las historias carecían de sustancia, de atractivo, y no había rostros encabezándolas que llamaran la atención del público, el cual, por ende, no estaba asistiendo a las salas por lo que muchas voces reconocidas ya estaban dando al género por muerto.

Kevin Williamson, guionista que se convertiría en uno de los nombres más importantes a posteriori para entender el cine de terror, particularmente el slasher de los años 90, encontraría en la inocentona novela juvenil de 1973 titulada I Know What You Did Last Summer (Sé lo que hicieron el verano pasado, en español), autoría de la escritora Lois Duncan, la historia perfecta para adaptar al cine de terror ávido por perseguir y destripar adolescentes bonitos con cuentas pendientes. Williamson alistó el guion, pero no logró posicionarlo para realización por la supuesta muerte del cine slasher en aquel entonces, por lo que optó por dejarlo en espera mientras ponía manos a la obra en otro guion: Scream, y el resto es historia.

Tras el rotundo éxito de Scream bajo la dirección de Wes Craven en 1996, se abrió una nueva brecha para el cine de terror enfocado en adolescentes que seguiría con películas como Urban Legend (J. Blanks, 1998), The Faculty (R. Rodríguez, 1998) y por supuesto I Know What You Did Last Summer entraba en el paquete como su sucesora directa e inmediata al estar firmada por el mismo tipo que había logrado un éxito masivo tanto en taquilla como en crítica, condenándola así a vivir eterna e injustamente bajo su sombra y comparación.

El verano pasado estaría a cargo de la dirección de Jim Gillespie y, siguiendo con la tendencia, en su elenco contaría con caras frescas y bonitas que andaban llamando la atención principalmente en la televisión: Jennifer Love Hewitt, Sarah Michelle Gellar, Ryan Phillippe y Freddie Prinze Jr. interpretarían a los cuatro adolescentes que tras la obnubilación juvenil provocada por el gane de un concurso durante el festejo patriótico del 4 de Julio, atropellan a un hombre (Muse Watson) en la carretera de su pueblo pesquero. Al darlo por muerto y ante el terror por las represalias que un asesinato imprudencial provocado por el alcohol les traería, deciden deshacerse del cuerpo tirándolo al mar para no dejar que un crimen les arruine la vida. O eso creen ellos.

Lois Duncan no tuvo empacho en mostrar su descontento ante la adaptación de su libro al cine de terror. En la historia original, un hombre también amedrenta a un grupo de adolescentes que previamente habían atropellado a un joven ciclista; sin embargo, en la novela no se comete ningún asesinato como venganza. A la escritora no le gustó que su historia se versionara como un slasher debido a que una de sus hijas fue asesinada por un agresor desconocido en 1989.

Un año después del siniestro, los cuatro presuntos asesinos son acechados por un misterioso hombre en traje de pescador con un garfio en la mano buscando que paguen las consecuencias de sus actos con sus propias vidas. Durante este periodo, nosotros como espectadores vamos descubriendo que incluso sin la necesidad de un asesino persiguiéndolos para cobrar su mortal travesura sus vidas ya habían sido destruidas por sus propias conciencias.

I Know What You Did Last Summer podrá ser considerada por una gran parte de la audiencia como una película de terror adolescente más del montón severamente opacada por el éxito de Ghostface; no obstante, la película trasciende el slasher para convertirse en una moraleja de lo que significa tener que afrontar las consecuencias no asumidas de nuestros actos. Es la representación de ser carcomido en secreto por la propia conciencia o, visto desde lo superyoico si se opta por lo freudiano, de cómo podemos dirigirnos hacia la autodestrucción sin estar plenamente conscientes de esa propia necesidad de justicia.

Por otra parte, y entre los valores destacables de esta primera película de la franquicia, se suele menospreciar al cine de género creyendo que tiene de poco a nada que ofrecer en lo cinematográfico y muy probablemente hasta el fondo de la jerarquización se encuentre el slasher. Desde el plano secuencia con el que abre la película —musicalizado con la canción Summer Breeze de la banda Type o Negative mezclándose de manera perfecta con el score de John Debney y colocándonos dentro de la tensión de un asesinato inminente—, es distinguible la pulcritud del cinefotógrafo Denis Crossan en conjunto con el esquema visual planificado por Gillespie basado en tonos azules, deslavados y opacos —tal como pintaría la vida de una persona atormentada por un secreto—, trabajo cuyo exquisito añejamiento, al ser visto hoy en día, enaltece la atmósfera nostálgica que la dota de la personalidad característica de una película clásica.

No en vano la secuencia de persecución en la que el pescador acecha a la reina de belleza venida a menos, Helen Shivers, con todo y sus guiños a Halloween (J. Carpenter, 1978) sigue siendo celebrada y referenciada entre el público. Este fue el momento que cimentó a Sarah Michelle Gellar como la estrella absoluta de toda esta franquicia y objeto de veneración por toda una generación apasionada por el cine de terror. Por un lado, estaba la total pericia de la actriz en el manejo del horror como género y en la proyección emocional del miedo que aterroriza a sus víctimas —ya venía de Buffy The Vampire Slayer y estaba por embarcarse en Scream 2, que no es poca cosa—, y por otro lado estaba la eficacia de los efectos prácticos sustentados principalmente en los esquemas de iluminación.

La película tuvo un significativo éxito en taquilla consiguiendo la realización de una secuela en 1998 que se centra en explorar los efectos del trauma como un grillete al pasado y en la que vemos una considerable mejora en la construcción del personaje de Julie James notable en la comodidad de Love Hewitt en el personaje —y que es mejor de lo que nos han hecho creer— titulada I Still Know What You Did Last Summer (Todavía sé lo que hicieron el verano pasado, en español); una lamentable tercera parte lanzada directo a video en 2006 llamada I’ll Always Know What You Did Last Summer (Siempre sabré lo que hicieron el verano pasado, en español) de la que nadie habla ni hablará nunca, y una serie de televisión homónima en 2021 que tuvo todavía menos impacto.

Es 2025, sin spoilers.

Casi tres décadas después, el pescador regresa para atormentar a un nuevo grupo de jóvenes que ha cometido un crimen similar en la carretera de Southport. Tras una fiesta de compromiso de dos de ellos, la imprudencia juvenil vuelve a provocar un accidente vial en el que un hombre muere de la forma más rebuscada posible al caer con su camioneta en un vacío de CGI disfrazado de risco playero por culpa de estos cinco muchachos que pretendían celebrar los fuegos artificiales del 4 de Julio, una vez más.

Esta vez son Madelyn Cline, Chase Sui Wonders, Jonah Hauer-King, Tyriq Withers y Sarah Pidgeon quienes tienen la encomienda de meterse en problemas y cumplen hasta donde pueden con lo que se les da. Jennifer Love Hewitt y Freddie Prinze Jr. también están de regreso para vincular a estas nuevas víctimas-victimarios con el famoso legado tan importante hoy en día en los revivals y que son el elemento más efectivo para reventar el afecto del público pretendiendo mostrar los diferentes afrontamientos al trauma.

Luego de haber pactado guardar el secreto, los cinco se reencuentran un año después en el mismo lugar donde las vidas de algunos se fueron al traste, por momentos, y las de otros no tanto, dependiendo del humor de los guionistas Jennifer Kaytin Robinson y Sam Lansky. Aparentemente el mantener una coherencia o progresión lógica en el impacto que dicho crimen tuvo en la psicología de los personajes no les resultó tan importante como plagar de ‘‘tributos’’ burdos a esta película.

Y es que, como en 1997, desde la secuencia inicial se nos vuelve a marcar el tono que veremos en la nueva I Know What You Did Last Summer, sólo que en esta ocasión a lo que se nos introduce es a una descarada explotación de la nostalgia buscando satisfacer desesperadamente las cuotas de fan service —principalmente las de Robinson, la directora, guionista y productora, lo peor del caso— de forma abrupta, tropezada y poco refinada.

Jennifer Kaytin Robinson, como buena millennial, parece estar formando su estilo como cineasta basándose en el factor nostalgia, y no es para culparla, pertenece a una generación devota a una época que parece estar atrapada eternamente en su adolescencia y venerando a los referentes que le ayudaron a crecer. El problema con esto es que, también como cineasta, parece no tener nada más que ofrecer. ¿Es esto malo? No necesariamente. Robinson parece no querer tomarse en serio como tal. A través de sus dos películas anteriores, Someone Great (2019) y Do Revenge (2022) Jennifer deja el sinsabor de estar cumpliendo fantasías adolescentes propias y sólo preocuparse por la aprobación del público que la pueda convertir en trending topic o le adjudique apelativos de moda en las redes sociales mientras ella trabaja con quienes admira.

En esta película, la directora exalta su fijación por los condenados tributos y homenajes que han contaminado la mayoría de los revivals, reboots, secuelas, remakes, recuelas, o como se les quiera llamar, con el afán de provocar el grito ahogado en el fan —no en el espectador común y corriente— al recibir el estímulo que detone su añoranza por tiempos pasados. ¿Lo logra? Por momentos sí, pero Robinson se obsesiona tanto con ellos, al grado del mal gusto, que termina entregando un pastiche conformado por recreaciones torpes de escenas de las películas pasadas que llegan a saturar hasta al más fan de la franquicia y que resulta en una película sin identidad propia.

La cineasta se olvida por completo de la construcción progresiva de la tensión en las secuencias que involucran el ataque del asesino en las que todo se ve y se siente sumamente coreografiado, aniquilando la naturalidad que enriquecía a la primera película dentro de la inverosimilitud que implica el ser perseguido por un pescador con un garfio en la mano que puede limpiar la cajuela de un auto en un parpadeo. Todas esas cualidades distintivas del primer Verano Pasado basadas en la practicidad de sus efectos, el particular cuidado en la iluminación del trabajo de fotografía previamente mencionado, la construcción gradual en los momentos que tendrían que provocar más miedo que susto y que la elevaban dentro de los parámetros de lo que es un slasher sin pretender exceder sus objetivos, aquí son reemplazados por la supuesta efectividad del CGI acompañada por una artificialidad notable en el trabajo de fotografía por parte de Elisha Christian y la verdadera inclusión forzada de elementos humorísticos los cuales fracasaron estrepitosamente cuando se trataron de implementar en I Still Know… a través del personaje de Jack Black porque no comulgaban con lo establecido en la película original.

I Know What You Did Last Summer inició como un dilema moral compartido con la audiencia mediante el planteamiento de una situación extrema extendiéndole de forma sutil el cuestionamiento: ¿tú qué harías?, como mérito de Lois Duncan y su historia original, adoptando la confrontación de un sanguinario Pepe Grillo en figura de un pescador con garfio gracias al imaginario de Kevin Williamson y los recuerdos de su padre. Hoy, se ha convertido en un producto más cuya trascendencia se seguirá remitiendo a la primera película con todo y la mancillada que le ha pegado Jennifer Kaytin Robinson a sus emblemas más queridos, principalmente a la joya de esa corona de reina de belleza.

La necedad por el presunto homenaje y el supuesto tributo también condena a la comparación, y aquí hay una evidente perdedora. La película ya está en HBOMax.


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