‘Arráncame La Vida’ (1985 y 2008) Amor y Ambición: Crónica de un México Post-Revolucionario.

Por Saúl Araujo.

“- ¿A poco no son unos pendejos?
– ¿Quienes?
– Usted diga que sí, que en la cara se le ve que está de acuerdo.”


Ese es tan solo el primer diálogo con el que la adaptación de la novela de Ángeles Mastretta, periodista mexicana, abre el mundo al cual nos sumerge de golpe. La historia de Catalina Guzmán, una joven poblana de tan solo quince años que nos relata, tanto en la novela como en su contraparte audiovisual, el México cambiante al cual las diferentes clases sociales se enfrentan una vez apaciguados los tiempos de la revolución, esta es su crónica, la que nos cuenta cómo la vida de toda una familia da un giro al conocer al carismático, cínico, ambicioso y patriarcal General Andrés Ascencio, el cual forjado en la época de los caudillos enfoca todo para convertirse en un despiadado político dispuesto a conseguir su mayor sueño: convertirse en presidente de la república.

En 1985, la autora le entregó al mundo, de la mano de la editorial Alfaguara, la primera edición de la novela homónima, la cual no solo colocó su pluma dentro del rubro de grandes novelas mexicanas (Premio Mazatlán de Literatura 1986)[1], sino que también le dio el impulso para seguir escribiendo lo que hasta entonces solo era una trayectoria como poetisa, la que no había tomado como una carrera formal hasta el éxito de la publicación. La novela tomaría un legado como de vino tinto, un envejecimiento con cautela y precisión, los que demostrarían que la obra de Mastretta es un retrato histórico irónicamente atemporal, que nos enseña el mundo moderno con el que el México del siglo XX iría cambiando.

Fue hasta septiembre del 2008, que la película vería los cines de la nación para demostrar ser una adaptación fiel, hecha con pasión y convirtiéndose en la producción nacional más cara de la historia hasta ese momento, el equivalente a 6.5 millones de dólares fueron invertidos entre la ambientación de vestuarios, carros, locaciones e interiores los cuales enriquecen cada plano del largometraje, haciendo que las páginas cobren vida y que la historia que había imaginado la autora años atrás se convirtiera ahora una historia de época mucho más reconocida de lo que ya era, no es para menos, a pesar de ser una dirección y guion de Roberto Sneider [Dos Crímenes (1995) y Me Estás Matando, Susana (2016)][2], no es un secreto que la visión de la autora fue tratada con todo el respeto que se merece, este mismo que le daría la gloria a Catalina para contar la historia con una voz apropiada, menciona la autora en una entrevista:

“…inventé la voz de Catalina Ascencio, si ustedes me oyen hablar o si leen mis otros libros notarán que yo no hablo como Catalina, Catalina es una voz que yo inventé para ese personaje. […] no me inspiré en alguien, tiene más que ver con el qué quiero contar. […] Yo creo que arte es lo que emociona y cómo haces para que algo conmueva a los demás, o les importe, o los llame, pues es una cosa que te sucede.

Es una pena absoluta que toda la pasión que se plasmó en la pantalla no bastara para llevarla a la edición 81° de los Premios Oscar, ya que solo quedó como pre-finalista, pero sin poder demostrarse cómo lo que es; una gran película y magnifica adaptación digna de llevar el nombre de la cinematografía mexicana en alto. Por su parte, la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas pensaría de manera distinta al entregarle 4 de los 5 premios Ariel a los que fue nominada; Mejor Guión Adaptado, Mejor Diseño de Arte, Mejor Vestuario, Mejor Maquillaje.

Es suficiente de echarle flores con tecnicismos cuando podemos hacerlo hablando y desmenuzando el relato que tan bien nos cuentan, una novela, una película, pero solo una historia. Las diferencias y exactitudes de este cuento mexicano adaptado, que nos cuenta en referencias directas y alegorías ficticias el amor y el desgarro que sale de un matrimonio.

Los Portales

Catalina Guzmán, más adelante de Ascencio, (Interpretada por una joven, tenaz y bella Ana Claudia Talancón) conoce al General en el centro de la capital poblana, “En Puebla todo pasa en los portales, desde los noviazgos hasta los asesinatos”, entre risas juveniles y la Catedral de la ciudad dominando el plano como una de las tantas maravillas arquitectónicas que decoran la histórica urbe. No por nada Puebla es reconocida como uno de los sitios de mayor tradición y cultura; cuna de conservadurismo, religión y las múltiples facetas pre y post revolucionarias que le atañen. No quisiera caer en el cliché de decir que la ciudad “es otro personaje más en la historia”, pero no cabe duda que es parte del alma que tanto Mastretta como Sneider se enfocan en retratar, es parte de la identidad de los personajes, parte del cómo son y el por qué actúan de cada manera acorde a los valores de la época, una sociedad impregnada del patriarcado, la herencia culinaria, el apego a la familia y una remarcada diversidad de escenarios que muestran un estado con tantas facetas y mundos como gente y ambiciones; Puebla deja de ser un mero escenario parcial y se convierte en una versión reducida de todo el país, con esa variedad de paisajes, clases sociales y cambios políticos que se sufren podemos entender como una sociedad vive la mutación de su propia realidad. Hace sentido que ese sea el primer éxito político de Andrés dentro de su carrera fuera de la milicia, su estado natal entonces representa todo lo que el General quiere tener en sus manos, a una escala aún reducida.

Andrés es un personaje deplorable, machista, controlador y sin ética. Se dice que la inspiración de la autora pudo ser “parcialmente inspirada” en la vida del militar y político Maximino Ávila Camacho (hermano de Manuel Ávila Camacho[3]). Su sed de poder nos muestra con crudeza el comportamiento voraz que se encarna en él con tal de lograr su imparable estrategia política. No por nada cuando conoce a Caty (su apodo cariñoso hacia ella) se enfrasca en cortejarla a toda costa, aún si es con una técnica simple pero efectiva para los tiempos de los que es parte; el General se presenta en la casa de ella una mañana después de ya haber conocido y enredado a toda la familia en sus historias sobre la guerra.

¿Están tus papas? Diles que Vengo por ustedes para que nos vayamos a casar.

¿Quiénes?

Pues yo y tú. Pero hay que llevar a los demás.

Pero ni siquiera me has preguntado si me quiero casar contigo, ¿quién te crees?

¿Cómo que quién me creo? Pues me creo yo, Andrés Ascencio.
Ándele. No proteste y súbase al coche.

ESA escena define a la perfección la relación de ambos; una noble (pero testaruda) quinceañera poblana enredada en el autoritarismo de un hombre casi 20 años mayor que ella, mismo que sabe el poder tiene como militar revolucionario en la sociedad que vive y que sabe la necesidad de un matrimonio fundamento para tener éxito dentro de su carrera política. En unos cuantos diálogos se define a la perfección “el danzón” que se da en su relación, ese juego de poder, sumisión y confidencialidad que sellará su matrimonio por el resto de la historia. No puedo dejar de mencionar que esa imagen de “El danzón” es algo retratado desde las primeras ediciones en la portada del libro, lo cual es digna como simbolismo de ambos; su unión, su vaivén de tensión física, la pelea interna por el poder de su relación y la inevitable sumisión de ella ante el baile de su relación.

Solo llevamos escasos 15 minutos de película y el General a pesar de sus evidentes contras como personaje ya se posiciona con cinismo y carisma sobre muchos de los “villanos” que el cine del país ha entregado, a lo largo de toda la historia es muy difícil no encontrarle gusto a ver al personaje, sobre todo por la actuación tan provechosa que Daniel Giménez Cacho le imprime al mismo, son esas muecas, miradas y diálogos los que hacen tan simpático, justo como menciona Mastretta en una entrevista[4]:

“Este personaje horrible que es Andrés Ascencio yo no lo hubiera podido contar si no hubiera sido por la voz de Catalina que es una mujer muy simpática, y que es capaz incluso de volver simpático a su marido. […] En la película, el director estaba tan fascinado con Catalina como con Andrés, entonces Andrés termina resultando en un personaje cercano.”

Y para nada es mentira, un par de escenas después, cuando Catalina comienza a ir a clases de cocina y el general es detenido con orden de arresto, Andrés tan dueño de la situación se despide tranquilamente de ella con un “Y regreso en un rato. Guárdame el molito.” ella queda abnegada y desconsolada en un mar de lágrimas durante toda la noche, el general es acusado la mañana siguiente por el periódico local y los chismes no sobran en la clase de cocina. Esa misma tarde cuando Ascencio vuelve a la casa mientras la ve llorando, solo se queda parado un momento para decir; “¿Así que llorando por tu charro?”. Corte A, ambos desnudos a pie de alfombra comiendo de un recipiente el mole y se da otro de los grandes diálogos de toda la película.

-¿Por qué te llevaron y por qué te devolvieron?

-Por cabrones y por pendejos.

Es 1935, la feliz pareja tiene poco más de 3 años de “sagradísimo” matrimonio, lo cual es en cierta medida una mentira, tanto en el libro como en la película solo se casan por el civil. Caty entonces nos relata la forma en la que su marido llega diciendo “Anunciando formalmente la candidatura del General Andrés Ascencio como gobernador constitucional del estado de Puebla.”, pero no solo eso también le presenta a sus dos hijos mayores, fruto de un amor juvenil que tuvo durante tiempos de la guerra, en el libro, la historia de la madre de los niños toma buena parte de un capitulo en explicar a detalle la historia de esta relación. En la película se simplifica de buena manera en una conversación en el despacho de Andrés.

“– Se llamaba Eulalia. No era bonita, pero tenía una sonrisa como de virgen de Iglesia.”

La madre de estos niños era una mujer humilde que murió en circunstancias que nunca se detallan por completo en el libro (en la película se menciona que enferma de Tifo), hija de un campesino lechero al que Andrés le ayudaba durante la guerra. Su muerte es tratada con cierta frialdad (en el libro) lo que refleja la actitud dominante y desinteresada de Andrés hacia las mujeres en su vida. Esta mujer, Eulalia, es mencionada principalmente para subrayar el poder y el control que Andrés ejerce sobre todos a su alrededor, incluyendo a sus hijos, quienes crecieron prácticamente sin madre por la distancia que ambos tenían con ambos padres. Su historia también resalta la falta de importancia que Andrés le da a las relaciones personales en comparación con su ambición política y su deseo de poder. El trato distante que Andrés tiene hacia la madre de sus hijos mayores establece un patrón en su comportamiento, que luego se ve reflejado en su relación con Catalina, otra hija de campesinos. Tanto en el libro como en la película, Catalina recalca como durante mucho tiempo “Veneré la memoria de Eulalia. Quise hacerme de una sonrisa como la suya.” Antes de enterarse que la madre de los niños vivía en Veracruz, una de tantas mentiras, una de tantas historias, al fin político.

La campaña es exitosa, van de pueblo en pueblo para conseguir el triunfo de Andrés como gobernador, mismo que a un grito de “¡Triunfó la Revolución!” comienza su carrera por el poder. En la novela está parte se extiende cuidadosamente relatando varias partes del estado, las diferencias marcadas de los pueblos, los campesinos y la variedad de situaciones que conocen mientras Andrés se busca ganar el afecto del pueblo poblano. Justo antes de salirle por ahí otra hija, de “otra santa”. Hay un diálogo en el ajetreo político de su nueva rutina que me parece puntual para mostrar un gran contexto de la historia del país. “Catín, no tengo más dinero. Al pendejo de Aguirre se le ocurrió nacionalizar el petróleo y ahora se da cuenta que hay que pagar.” En un solo diálogo, se muestra el desprecio nacionalista de Andrés por las repercusiones políticas de la época, el como el impacto económico “les costó a los políticos” el cambio que sufre el país con la expropiación petrolera, muestra su enfoque egocéntrico y corrupto por la necesidad de dinero, influencia y poder que requiere para sus intereses, “los intereses de la revolución”. El Gobernador electo sigue moviendo los hilos de su entramado político para poder seguir avanzando en su propia carrera, en un cúmulo de chismes, rumores, lujos y desapariciones. Justo antes de enterarse del cambio de posición que tiene su compadre, su aliado político, su fiel seguidor de andanzas: “El pinche Fito, el pendejo de mi compadre presidente de la república. ¿Lo puedes creer? […] Me ofreció una Secretaría […] Te va a gustar México, vas a ver.”

El Sanborns

Ciudad de México, 1941. El matrimonio Ascencio ha conseguido avanzar en su búsqueda de crecimiento. Después de un tiempo de estabilidad, Catalina se encuentra envuelta en un ambiente rígido, donde las expectativas sociales y familiares comienzan a asfixiarla. Como escape a la monotonía de su vida, se siente atraída por el arte, y es en una de sus visitas a Bellas Artes cuando su vida toma un giro inesperado. Durante uno de los ensayos de la Orquesta Sinfónica Nacional, conoce a Carlos Vives, el imponente y carismático director de la orquesta. De inmediato, Catalina queda fascinada por su presencia. Interpretado por José María de Tavira, se completa entonces la tríada de protagonistas sobre la que esta historia da vueltas.

Los ensayos de la orquesta se convierten en su refugio secreto, un espacio donde puede ser otra persona. Vives no es solo el director; para Catalina, encarna una libertad y un poder que no ha conocido en su vida matrimonial. «Me volví infiel mucho antes de tocar a Carlos Vives» reflexiona Catalina, consciente de que su infidelidad comenzó en el momento en que se permitió desear algo más allá de su vida con Andrés. El modo en que Vives movía las manos, controlando con destreza a los músicos que lo rodeaban, la cautivaba. Era un hombre al que todos obedecían sin cuestionarse, sin detenerse a pensar. El romance entre ambos se desarrolla en las sombras, oculto bajo la música que los envuelve en un juego de miradas y sonrisas cómplices. Catalina encuentra en él una pasión que no había experimentado con Andrés. Vives, por su parte, se siente atraído por la juventud e ingenuidad de Catalina, así como por su deseo reprimido de aventura.

Es durante sus primeras conversaciones que Catalina menciona que le gusta El Sanborns, es cuando el joven director le hace hincapié sobre que Andrés podría comprárselo al igual que todos sus otros caprichos, es donde directamente la acusa de ser una cómplice desinteresada de los actos inmorales que tiene su marido. Es en el enojo de su conversación que Caty se va.

“Andrés me regaló el Sanborns. Y yo me enamoré de Carlos”

Hay que mencionar como durante el concierto de Bellas Artes, Vives hace que el epílogo del evento sea Cielito Lindo que, aunque con el pasar de los últimos años se ha vuelto una melodía de doble efecto; un hermoso emblema nacionalista o un silbido molesto y repetitivo. Cumple una función completamente alejada en la historia, es la melodía que el padre de Caty le silbaba todas las mañanas de su juventud, dicho sea de paso, en libro esto no es así, fue una elección meramente creativa para la adaptación.

Las aventuras de Catalina y Carlos no son solo encuentros amorosos, sino también una vía de escape para ambos. Catalina busca en él lo que su vida con Andrés no puede darle: un sentido de autonomía, de descubrimiento personal. Mientras tanto, Vives ve en Catalina una musa que lo inspira a crear, pero también alguien con quien puede compartir el peso de sus propias frustraciones, muchas de las cuales provienen de sus amistades políticas, justamente de los intereses opuestos a los de Ascencio. Este juego de seducción y poder entre “Caty y Carlitos” sigue desarrollándose, pero cada vez más cercano a un precipicio emocional. Catalina sabe que sus escapadas no pueden durar para siempre, y el dilema de hasta dónde puede llevar su amorío con Vives la atormenta, sabiendo que, en algún momento, deberá enfrentarse a las consecuencias de sus acciones.

El tiempo sigue pasando, Andrés consigue tener muchos más aliados políticos mientras pasa el sexenio de Fito, “el pinche gordo”; entre gobernadores, diputados, lideres sindicales y alianzas de sangre, su hija la mayor termina casada con el hijo “del dueño de la radio en este país”, Catalina ve en ese matrimonio arreglado parte del dolor y adeudo personal que se dejó para ella misma muchos años antes cuando el general se plantó en su casa para “pedir” su mano, ve el arraigo del machismo, poderío y dominancia en otra mujer joven, el inicio de otra historia de ambición con base en un matrimonio, un camino que ya conoce y que no quiere que su hija recorra. Una prueba de que el tiempo es cíclico o que la vida es graciosa en dar patrones para poner aprueba a las generaciones, errores que se comenten por el arraigo a las costumbres.

El Cempasúchil

Al final, como digno de una ofrenda, el cempasúchil ilumina el camino de lo muerto; en este caso, el fin de este matrimonio desgarrador y confiado, así como el fin de un amor sincero que fue sepultado por intereses caprichosos. El té del que Andrés se vuelve tan afecto no le es dado a Catalina de la mano de la gitana, sino de una viuda; por lo menos, eso es lo que dice la novela entre sus letras. Esta es una de las diferencias que considero más adecuadas, acorde al camino que recorre nuestra protagonista desde el momento en que empieza a «sentir» hasta donde ella misma menciona que ya no quiere hacerlo más. La historia termina, pero lo que nos cuenta se queda con nosotros, con el carisma que los personajes comparten, con el dolor reflejado en situaciones que pueden adaptarse a nuestra realidad: abusos, traiciones, duelos, despechos; todas cosas que viajan de una película de época a cualquier parte de la historia humana.

Arráncame La Vida está lejos de ser la película glorificada que, desde mi subjetividad, quisiera que fuera; sin embargo, no está lejos de ser la obra apasionada y memorable que demuestra ser cada vez que es revisitada. Es una historia que trata de todo lo que queramos ver: amor, ambición, poder, costumbre y el avance de la vida misma. Es entonces, cuando acabamos de consumir la historia, que podemos entender que el título es en realidad el primer «spoiler» que la autora nos muestra, una demanda al tono de grito que el matrimonio se dice entre líneas durante toda su crónica, un diálogo que jamás es dicho pero que ejemplifica perfectamente el dolor vivido en cada una de las facetas de la pareja.

No sé si todo lo que has leído hasta ahora sea suficiente para demostrar mi eterno cariño, respeto y gusto por esta adaptación, ni mucho menos si he logrado convencerte de vivirla. Pero, por si acaso, si aún no has tenido la oportunidad de leer la novela o disfrutar la película, hazlo. No estoy seguro de que sea del gusto absoluto de todo el público, pero de lo que sí estoy seguro es que no dejará a ningún lector/espectador indiferente ante su magnífica historia, la cual, créeme, he intentado no tocar en comparación con todo lo que cuenta. Porque, como diría el General: “No todo es coger y cantar, Catalina.”


[1] Arte y Cultura|Carnaval de Mazatlán (archive.org)

[2] ‎Films directed by Roberto Sneider • Letterboxd

[3] Presidente de los Estados Unidos Mexicanos (1940 – 1946)
 Mexico: Chronology of Presidents (georgetown.edu)

[4] Ángeles Mastretta, hablando de su novela Arráncame la vida. (youtube.com)


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