En un discreto, pero sincero homenaje, escribimos sobre 5 películas del gran Jean-Luc Godard, director franco-suizo referente de la nouvelle vague y uno de los teóricos más influyentes en la historia del cine.
Una utopía, pero cuál: La Chinoise (1967)
“Los pueblos mueren y yo sueño, ¡Mao Mao!”
Fragmento de MAO MAO, canción de Claude Channes compuesta para la película
Un grupo de apenas cinco adolescentes pasa sus días en un apartamento blanco de puertas y ventanas de colores primarios (como si estuvieran atrapados en una pintura de Mondrian), discutiendo sobre las teorías comunistas y el mundo capitalista opresor, soñando con el mundo libre de la dictadura socialista y alabando cual culto al libro rojo del maoismo. Se levantan, se colocan en fila en el balcón del apartamento chic parisino y se estiran mientras recitan palabras del dictador chino por las mañanas, toman clase cada tarde, tienen una pared con el rostro de los políticos enemigos (el ministro de cultura francés siendo el número uno). La juventud izquierdista y caprichosa de los sesentas se vuelve una especie en un zoo en el departamento parisino de La Chinoise (Godard, 1967).
Filmado como “una película en proceso”, en partes a modo de “documental”, en partes a modo de ficción, es ensayística tanto como teatral, una película que si bien no parece estar totalmente en contra de las ideas políticas que predican sus personajes, también se burla cínicamente de ellos, un puñado de jóvenes estudiantes burgueses con sueños de revolución y el corazón rojo, ¿qué pueden saber del mundo verdadero, encerrados en su apartamento escuchando Radio Pekin?
Poco a poco, los jóvenes partidarios de la izquierda sesentera comienzan a caer en las trampas de su propia ideología, y los personajes discuten sobre sus formas de acercarse a lo que se supone todos creen por igual, que si uno busca hacer un teatro socialista, que si el otro piensa que el arte es burgués, que si son leninistas, pero cuando Lenin murió también murió el sueño comunista, de modo que Rusia y los revisionistas son el enemigo… pero siguen repitiendo “como en la China”, “como en la China”, aferrándose a la esperanza China como la utopía última. Pero, ¿cuál es la respuesta correcta? Estamos de acuerdo en que la situación es una mierda, ¿cuál es nuestro sueño conjunto? El filme de Godard, vanguardista como solo podía serlo una película sobre la juventud burguesa revolucionaria de los sesentas, nunca responde realmente la pregunta, ¿con qué soñamos cuando soñamos la Utopía?
Ilusionada, la burguesía revolucionaria continúa teorizando en su apartamento.
Breathless (1960) ‘À bout de souffle’
Breathless (1960) es la película que liberó al cine, rompiendo los rígidos códigos narrativos que hasta ese momento dominaban al séptimo arte. El primer filme rebelde no solo de la cinematografía francesa, sino de toda la historia del cine; la desfachatez de su cámara al hombro y sus cortes sobre el plano, siguen destilando una frescura que anunciaba el nuevo estilo, custodiado por ese movimiento artístico llamado Nouvelle Vague.
Jean-Luc Godard, el crítico convertido en director, presenta el primer capítulo del cine moderno con una sencilla historia esbozada junto a su amigo François Truffaut: Michel (Jean-Paul Belmondo) es un criminal de poca monta que huye a París mientras se inmiscuye en robos y el asesinato de un policía. Su última oportunidad de redención, la busca en la dulce Patricia (Jean Seberg), una amiga norteamericana que disfruta en Europa de la libertad que América le negó.
La apoteosis mítica, reverenciada hasta el cansancio y convertida en parte de la cultura pop, exhibe el destino cruel que oprime a la pareja, llevándola primero a la desilusión, y después, a la muerte, la dura realidad que no perdona. Los logros técnicos del cinefotógrafo Raoul Coutard, quien aligeró la cámara y explotó el uso de luz natural con suaves sombras, terminan elevando al nivel de culto una película que al inicio fue mirada con desconfianza por sus medios poco ortodoxos, aunque paulatinamente, terminó restructurando los esquemas de realización cinematográfica.
La fusión del cine de gánsteres, el thriller y la acción norteamericanos, junto a la influencia académica de Hitchcock (que termina arrasada) y la apología de la juventud irreverente, convierten a Breathless en la ópera prima más importante desde El ciudadano Kane (1941), de ese otro genio llamado Orson Welles. Las hermosas secuencias en el terso blanco y negro, permanecen en la memoria cinéfila del mundo, con su tono ambiguo y certero; un arte cinematográfico que se potencializó como nunca tras la llegada de esos tercos jóvenes que escribían en Cahiers du cinéma.
Para Godard, el plano era un pensamiento, idea que llevó al extremo en sus trabajos posteriores, navegando entre el cine lírico y el experimental; si Bob Dylan revolucionó la música y Pablo Picasso le dio libertad a la pintura, Jean-Luc Godard cambió con Breathless la percepción que se tenía del cine para siempre.
Contempt (1963) ‘Le Mépris’
En 1963, Jean Luc Godard estrenaría su sexto largometraje, una película llamada Le Mépris (El Desprecio), que estaría basada en la novela homónima del escritor italiano Alberto Moravia, publicada en 1954. Si bien Godard ya había realizado películas muy innovadoras y técnicamente magistrales a partir de À bout de souffle (Al final de la escapada, 1960); es con Le Mépris que llega a crear su obra máxima (de acuerdo a este escritor).
Y es que, al encontrarse Godard en un proceso de divorcio con Anna Karina, la que hasta entonces había sido su compañera y musa artística; logró este director canalizar todo el proceso de su divorcio de manera artística, creando una película de gran impacto emocional y con muchos matices autobiográficos. Le Mépris cuenta la historia del escritor Paul Javal (Michel Piccoli), a quién el productor americano Jeremy Prokosch (Jack Palance) encargará la adaptación al cine de la Odisea de Homero, que estaba siendo dirigida por el cineasta Fritz Lang, pero cuyo resultado no era del agrado de Prokosch. En el proceso de escritura del guion, Prokosch se sentirá atraído por la esposa del escritor, Camille (Brigitte Bardot), quién al notar que su esposo no siente celos de esta situación, terminará consintiendo un romance con el productor.
Si bien la historia trata del deterioro de la relación de Paul y Camille, la forma en la que está narrada, llega a traspasar los tecnicismos cinematográficos para llegar a comunicar emociones y sentimientos mucho más profundos, como ya no se volverían a presentar en el cine de Godard, que a partir de los años 70’s comenzaría a desarrollar una filmografía con intereses más políticos e intelectuales, pero que difícilmente volvería a tener los momentos emocionales alcanzados en la presente película.
Y es que Le Mépris llegó a ser una superproducción de alcance internacional, filmada en los estudios de Cinecittà (Italia), con estrellas Hollywoodenses como Jack Palance, uno de los más grandes directores del cine expresionista alemán como Fritz Lang o la que fue considerada una de las mujeres más sensuales de Francia y del mundo en ese momento, Brigitte Bardot (que anecdóticamente llegaría a cobrar por su actuación, la mitad de los recursos destinados a la película).
Técnicamente, Godard estuvo apoyado por dos de sus colaboradores más importantes, como son el cinematógrafo Raoul Coutard y también por la genial montajista Agnès Guillemot (dos de los más grandes técnicos de la Nouvelle Vague y del cine francés). Con estos grandes colaboradores, Godard pudo construir una historia sólida, que al final llega a ser su oda de amor al cine.
Puesto que comienza la película con la escenificación de un rodaje cuya cámara termina por enfocar al mismo espectador (mientras los créditos de la película son recitados en voz en off), y que termina la película de la misma manera, con el rodaje que Fritz Lang sigue realizando a pesar de todas las vicisitudes que se presentan en la película, y cuya cámara termina enfocando al mar, que es el que llevó por tantas aventuras a Ulises y que es la imagen con la que Godard cierra esta película. Y es que, si hubo un amor verdadero para Godard y que lo acompaño hasta sus últimos días, este fue el cine.
Es por eso que Godard llegó a afirmar que en el cine no se trata de “la imagen de la realidad sino de la realidad de la imagen”, de conocer su propia esencia, es decir, que “el cine es realidad a 24 fotogramas por segundo”.
Hélas pour moi (1993)
Perteneciente a la etapa humanística del cineasta, Helas pour moi, del año 1993, es tan valiosa por su forma visual como por su contenido filosófico, llena de momentos poéticos, tomas magistrales, un minimalismo noventero y excelentes actuaciones.
En el filme, dios decide bajar a la tierra, observa a la humanidad y se da cuenta que ser un humano es bastante complejo, aun así, desea experimentar las pasiones humanas, el dolor y el placer y toma el cuerpo de Simón Donnadieu para yacer con Rachel, su esposa. Pasado un tiempo, Abraham Klimt, un cazador de historias, narra su llegada al pueblo francés para investigar qué sucedió aquel 23 de julio del 89, se dirige a los habitantes del pueblo para interrogarlos: el librero, el vendedor de videocasetes y finalmente la joven Amiel, quien le cuenta lo que vio.
La cinta resalta a los personajes femeninos: libres, cabellos rojizo y rizados, sueltos al viento, juegos de luz y sombra reflejada en los rostros que hablan d los tonos del atardecer, de las vicisitudes humanas, del tiempo. De la mano de la gran Caroline Cahmpetier, Godard logra escenas de singular valor, exaltando el azul del cielo y sus vínculos poéticos con la naturaleza y el estado de ánimo de los personajes. Retoma los valores estéticos del romanticismo trayéndolos al presente: es nuestro deber entender que el pasado exige redención, dice.
El guión está basado en el pensamiento del poeta del romanticismo italiano Giacomo Leopardi y la historia retoma el mito griego de Alcmena y Anfitrión, en el que Zeus suplanta a este último para estar con Alcmena y concebir a Hércules. Simón (Gérard Depardieu) y Rachel (Laurence Masliah) encarnan a dos personajes en crisis, en búsqueda constante, reflejo fiel de los personajes de los mitos helénicos, en los que los hombres estaban rodeados de sueños y deseos, y atormentados por seguir el rastro de los dioses.
Hélas pour moi, es una obra en la que el autor plantea al cine como una forma de revivir el pasado a partir de las sensaciones de la experiencia visual y una de sus cintas más profundas y filosóficas.
Masculin Féminin (1966)
Las tomas largas y escenarios cotidianos de Masculin Feminin de Godard ofrecen el marco para un retrato de la juventud de los años 60. Toma lugar en la época en la que se consuma la liberación sexual de la mujer y los personajes platican largo y tendido sobre métodos anticonceptivos y las dinámicas amorosas en las que se ven envueltos, así como sobre democracia, comunismo, racismo, guerra, la distribución de la riqueza y el acceso a la cultura.
Así pues, la cinta de este reconocido director es un objeto cultural que refleja el espíritu revolucionario de los jóvenes, así como de sus personalidades y fallas. También es una muestra importante de lo que fue el cine de la Nueva Ola Francesa y es sumamente vigente, si uno deja pasar el constante mansplaining.
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